Vivir una infancia con sobrepeso tiene consecuencias. Y, aunque la investigación sobre estos efectos aún no es muy extensa, los datos que manejan los especialistas son más que preocupantes. En el congreso sobre hipertensión que está celebrando estos días en EEUU la Asociación Americana del Corazón (AHA) se han presentado unas cifras que no por esperadas dan menos quebraderos de cabeza.
Según sus datos, los niños obesos tienen un riesgo cuatro veces superior de convertirse en hipertensos en la edad adulta. En el caso de los pequeños con sobrepeso -el exceso no llega a considerarse obesidad- este riesgo se reduce un poco, aunque las posibilidades de tener problemas con la tensión arterial en la madurez también doblan a las del resto de sus compañeros.
La doctora Sara E. Watson, endocrinóloga pediátrica del Riley Hospital for Children de Indiana (EEUU) ha sido la encargada de presentar en la reunión estas cifras, obtenidas tras una investigación que comenzó en 1987 y que ha realizado un seguimiento hasta la actualidad a 1.117 chicos que eran pequeños cuando se inició el trabajo.
En esa muestra el 68% de los pesos presentaba un peso normal, un 16% tenía sobrepeso y el 16% restante, obesidad.
Pasados los años, los investigadores comprobaron que mientras que el 6% de los niños de peso considerado normal habían desarrollado hipertensión en la edad adulta, este porcentaje alcanzaba al 26% de los participantes que habían sido obesos en la infancia.
Estos datos, ha señalado la especialista, subrayan la gran amenaza para la salud pública que suponen los kilos de más en la edad pediátrica. La enfermedad cardiovascular puede empezar en la infancia, ha recordado.
De la misma opinión es Empar Lurbe, que dirige un grupo de investigación sobre las consecuencias de la obesidad infantil en el Centro de Investigación en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn).
Según explica, la hipertensión, que antes era un fenómeno prácticamente desconocido en las consultas de pediatría, cada vez es una realidad más palpable en nuestro país debido a los crecientes problemas de sobrepeso de la población infantil.
La constatación de este cambio llevó, en 2009, a la elaboración de la primera guía europea para el manejo del trastorno, un documento en el que participó la propia Lurbe y que marca los pasos a seguir para un adecuado control de la enfermedad.
"Se considera que existe hipertensión cuando el niño tiene de forma continuada una presión sistólica y/o diastólica por encima del percentil 95 en relación a su sexo, edad y talla", comenta Lurbe, quien subraya que esta guía recomienda tomar la tensión a los pequeños a partir de los tres años.
Controlar la presión arterial desde la infancia no sólo es importante para prevenir problemas futuros, recuerda la especialista del Consorcio Hospital General Universitario de Valencia, sino para detener trastornos que ya pueden comenzar a gestarse en las primeras etapas de la vida.
"La hipertensión tiene una serie de repercusiones, tanto a nivel de los vasos sanguíneos, como a nivel del corazón o a nivel del riñón", señala. En cuanto se detecta una hipertensión infantil, las guías europeas recomiendan hacer las pruebas pertinentes para conocer si hay afectación de los órganos (por ejemplo, una prueba de la secreción urinaria de albúmina para conocer el estado del riñón o un ecocardiograma para comprobar si ha aumentado la masa ventricular en el corazón).
"Si eso pasa, además del tratamiento habitual, basado en la dieta y el ejercicio, también es necesario iniciar un tratamiento farmacológico con el que intentar revertir el problema", aclara Lurbe, quien subraya que es necesario tener siempre en cuenta a la hipertensión en las consultas de pediatría.
Cristina G. Lucio | Madrid
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