viernes, 25 de octubre de 2013

Vencer la pobreza a golpe de innovación

Multinacionales y pequeñas empresas impulsan la transformación tecnológica de las zonas más desfavorecidas

Crece la llamada 'reverse innovation', que nace en países pobres y de allí pasa a los más ricos





Un equipo lo suficientemente resistente como para sobrevivir a un monzón, sin duda puede sobrevivir a un café derramado en Boston o San Diego”. La idea esbozada hace años por el profesor Coimbatore Krishnarao Prahalad, padre del concepto “la fortuna en la base de la pirámide, es una de las claves de la llamada “innovación inversa” (reverse innovation). Cuando hablamos de innovación, solemos pensar en tecnología, equipos y procesos ideados por y para los países ricos, que más tarde son exportados a los más pobres. Sin embargo, cada vez hay más novedades que llegan al mundo desarrollado procedentes de los países más pobres.

gnasi Carreras, ex director general deIntermón Oxfam y director del Instituto de Innovación Social de Esade, cita como ejemplo el acuerdo al que llegaron el banco social de microcréditos Grameen y la empresa Danone para desarrollar un producto con alto poder nutritivo a un precio bajo. Este acuerdo dio como resultado la creación de un yogur que contiene el 30% de las necesidades de vitamina A, cinc y sodio por persona al día, y que se vende en las zonas rurales de Bangladesh por 0,06 euros. En este país hay más de 160 millones de habitantes y el 56% de la población está malnutrida, según datos de Naciones Unidas. “Se trata de aportar a las familias algo que genera un cambio radical. Además, utiliza plantas de la zona y la comercialización la hacen mujeres que han recibido ayudas para crear una empresa. Al desarrollar la tecnología para crear este producto, Danone vio que había creado una nueva gama que podía comercializar también en otros países, como India o Polonia, donde ya se vende una barra de cereales barata y de alto poder nutritivo”.
La innovación se ha convertido en uno de los motores de transformación más poderosos en muchos países en desarrollo, que están incorporando nuevas tecnologías móviles (teléfonos, tabletas...) sin haber pasado previamente por la fase del ordenador personal conectado a una red. “Si ahora ocurriera un tsunami como el deSumatra del año 2004, las consecuencias no serían las mismas de entonces, porque la información sobre su llegada llegaría muchísimo antes a los habitantes. La penetración de la tecnología allí desde entonces ha sido enorme, especialmente del teléfono móvil”, explica Carreras. Y cita algunas iniciativas relacionadas con la tecnología que están resultando esenciales para impulsar el desarrollo económico de las zonas más pobres del planeta: “En África, se está acercando la banca móvil a la gente. En India se da información online a los pequeños agricultores sobre cómo evoluciona el precio de los productos en el mercado. Lo que ha cambiado es el acceso a la tecnología, que es una parte de la innovación que se está haciendo”, resume.
La sanidad es uno de los campos en los que se están poniendo en marcha iniciativas más interesantes. Una de ellas partió de Embrace Global, una entidad sin ánimo de lucro estadounidense creada por exalumnos de la Universidad de Stanford. El equipo de Embrace Global buscaba una alternativa para las incubadoras tradicionales, que resultan demasiado caras para muchos países en desarrollo. Analizando los datos disponibles, llegaron a la conclusión de que la mayor parte de los prematuros lo eran por nacer solo entre 15 días y un mes antes de lo debido. Es decir, que no requerían un nivel de aislamiento similar al de los bebés prematuros nacidos varios meses antes de que la madre salga de cuentas. Se trata de bebés que, en esencia, solo necesitan calor y un espacio protegido.
Un yogur para atajar la malnutrición en Bangladesh dio lugar a una nueva gama
Embrace Global dio con una solución de bajo coste, portátil y fácil de esterilizar: un pequeño saco de dormir que cuesta unos 25 euros, el 1% de lo que vale una incubadora. Se creó pensando sobre todo en hospitales y centros de salud, pero su precio y fácil portabilidad ha hecho que también lo puedan utilizar muchas familias. Aunque no aísla como una incubadora, el pequeño saco aporta a los bebés el calor que requieren y les permite permanecer en un espacio que se puede esterilizar a menudo.
“La tecnología está siendo un elemento transformador potentísimo. Con una inversión muy baja el impacto que se consigue es elevadísimo”, afirma Mercedes Valcárcel, experta en emprendimiento social y en la valoración de su impacto social. Valcárcel ha colaborado en el Grupo de Expertos en estas cuestiones de laComisión Europea y es una de las creadoras de la Fundación Isis, que apoya este tipo de iniciativas.
María Zapata, fundadora de Ashoka España y directora de Operaciones Internacionales de esta organización, está de acuerdo en que cada vez hay más iniciativas locales, que parten de emprendedores de los propios países en desarrollo: “Hay muchas iniciativas promovidas por gente local y una explosión de fondos de capital riesgo social que buscan proyectos que tengan que ver con la tecnología o la salud”, señala Zapata. “El uso de la energía solar está ya más extendido, con muchos proyectos en Asia o África, pero en los últimos años es el móvil el que está posibilitando un montón de avances. Por ejemplo, en cuestiones como el envío de dinero a través de la banca móvil, el acceso a contenidos educativos, la mejora de la salud pública y también el empoderamiento de pequeños productores, que ahora reciben información de primera mano sobre el precio de los productos con los que comercian, como puede ser el grano”.
El Banco Mundial y el FMI financian diversos proyectos de ‘idesarrollo’
Ashoka selecciona a emprendedores sociales y les da un sueldo-beca mensual durante tres años para que desarrollen su proyecto. En España se ha becado a 23 personas. De los proyectos que han apoyado en el mundo, Zapata calcula que unos 200 están enfocados a desarrollar tecnología para el desarrollo. Uno de los proyectos de españoles apoyados por esta organización es el de Andrés Martínez. Lo explica Zapata: “Está destinado a transmitir ecografías a través de la red para el diagnóstico. Permite que técnicos de salud de menor cualificación que trabajan en lugares donde no hay médicos realicen ecografías a través de un ordenador conectado a un ecógrafo y las transmitan. Así se consigue distinguir si el paciente debe ser tratado de una neumonía o de un catarro, o posibles complicaciones de un parto”.
Otro de los proyectos que ha apoyado Ashoka, promovido por el emprendedor Bright Simons, de Ghana, está destinado a luchar contra las medicinas falsas en África, en concreto, está implantándose en su país. Mediante el móvil se saca una foto al código del producto, se envía y en segundos se tiene la respuesta de si es válido o no. Se calcula que entre el 40% y el 50% de las medicinas que se venden en África son falsas, hay un mercado negro que fabrica medicinas que no curan. Y en algunos países, como Nigeria llegan a ser el 80% de las que se venden, según la Interpol, señala Zapata. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido sobre la gravedad de este problema y sitúa en un 30% la cantidad de medicamentos falsos o en malas condiciones que circulan por el mundo y el coste para la industria de ello en más de 55 billones de euros.
Un emprendedor de Ghana ha ideado un sistema para detectar medicinas falsas
Una de las cuestiones que llaman la atención a la hora de ver los proyectos más novedosos ideados en los últimos años para paliar necesidades de los países en desarrollo es que muchos se basan en ideas simples y precisan también de tecnología muy sencilla y en algunos casos incluso beben de soluciones ya utilizada de manera más precaria por los antiguos habitantes del lugar. “En algunas zonas andinas, para intentar evitar la erosión se ha recuperado un sistema de riego barato que usaban los indígenas. Es tecnología más método, que a veces es tan importante como la tecnología. Pero sobre todo”, resume Ignasi Carreras, “el uso de la tecnología en los países más pobres va de la mano de aprovechar el flujo de Internet y de las redes sociales (como hace Avaaz, una organización que conecta por la red a 20 millones de personas en apoyo a causas sociales), la colaboración entre actores (como el caso de Danone y Grameen) y el apoyo a las tecnologías locales, que se desarrollan en un contexto de muy bajo coste y son muy creativas”.
Buena parte de la innovación para el desarrollo parte de organizaciones como el Center for Social Innovation of Standford University; Center for Social Innovation of Harvard University, Skoll Fundation, Younge Fundation, Ashoka o la Schwab Fundation. En España destacan en este terreno el Centro de Innovación Social de Esade o Denokinn, el Centro Vasco de Innovación, Emprendizaje y Desarrollo de Nuevos Negocios. Es decir, la mayoría de los proyectos parten de lugares donde existe un ecosistema, bien una incubadora o un acelerador, de empresas que tienen interés especial en colaborar con este tipo de iniciativas y del apoyo de algunos organismos públicos que están dispuestos a financiarlas.
Los especialistas destacan, sin embargo, que cada vez surgen más iniciativas de los propios países en desarrollo, tanto de algunos africanos como de Bangladesh, India o Brasil. “La innovación sale de personas innovadoras, aunque, si no tienen una red, no consiguen pasar de la creatividad a la innovación y al desarrollo del producto. Las organizaciones internacionales, por lo general, van por detrás, aunque tienen la posibilidad de llegar a mucha gente y financian distintas iniciativas y think tanks”, añade Carreras.
“Una inversión baja logra un impacto elevadísimo”, señala Mercedes Valcárcel
En muchos de estos países se observa un enorme contraste entre el nivel de desarrollo económico y el acceso a determinadas tecnologías como, por ejemplo, el teléfono móvil. “Lo que no tendría sentido sería que implantaran tarde tecnología ya desechada en los más desarrollados. Por eso no es paradójico que tantos habitantes tengan móviles en África, India o Latinoamérica. Es lo normal. No tendría sentido implantar ahora líneas telefónicas en lugar de dar acceso a móviles”, explica Conchita Galdón, experta en emprendimiento social del IE Business School, que conoce de primera mano muchas iniciativas promovidas en África.
“La vanguardia es el leapfrogging (el salto de la rana), un concepto que se usa para explicar que la evolución se produce de forma directa a la última tecnología. Hay mucho más desarrollado de lo que pueda parecer desde aquí, y la mayoría es tecnología en proceso de prueba y que aún no es rentable”, prosigue esta experta. “En los noventa, no tenía sentido que África empezara con el taquígrafo, sino con el móvil directamente, como se hizo. Estás en poblados en los que no hay agua pero sí móviles”, explica Galdón. “Muchas zonas empiezan a tener extendido el acceso a Internet y la mayoría de los países en desarrollo —aunque, obviamente, no todos— tienen sus propios proyectos experimentales”.
El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) financian proyectos destinados a crear tecnología dirigida al llamado idesarrollode las zonas más pobres. Uno de los campos en los que más se está invirtiendo es el de la agricultura. Hay buscadores que indican qué estiércol hay y a qué precio en una zona. Y se han desarrollado aplicaciones para móvil que no contienen muchos datos para facilitar su descarga.
Un proyecto español permite transmitir ecografías a través de la Red
La tecnología está dando además un impulso fundamental a la educación en estos países, gracias a las oportunidades de la formación online. En muchas localidades de África hay profesores formados allí que trabajan en contacto con otros de centros situados en países europeos. Esto permite que la formación llegue a zonas muy diversas. Según explica Galdón, “el IE tiene un proyecto de formación, la mayor parte online, de mujeres en África para que creen empresas”. Y cita otro relacionado con la sanidad en India, país en el que ir al médico puede implicar perder un día de trabajo, por lo que mucha gente posterga su visita. Una alternativa son ya las visitas remotas. Cuando el facultativo necesita ver, por ejemplo, un melanoma, se le envía su foto a través del móvil.
En el terreno de la energía existen iniciativas como la de la compañía d.light, que produce aplicaciones de energía fotovoltaica. Fabrica células pequeñas, de unos 4x4 centímetros que van adheridas a todo tipo de equipos (desde linternas hasta las pequeñas hélices de los motores de las barcas de pesca o las luces del techo de viviendas). Uno más de tantos pequeños proyectos que están acelerando la transformación de las zonas más necesitadas del planeta.

El País de Madrid

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