martes, 29 de julio de 2014

De víctimas de la violencia a empresarias en Latinoamérica


Con apoyo y asesoría, las mujeres maltratadas pueden convertirse en productoras de riqueza y bienestar



Ana Lida Gamboa es colombiana. Un día, al igual que millones de sus compatriotas, tuvo que dejarlo todo para escapar de la violencia del conflicto armado. Salvó la vida, sí. Pero se encontró de pronto en una ciudad que no conocía, sin dinero y sin empleo. Pasó a ser una más de los cinco millones de desplazados por la violencia en el país.
La violencia armada se ensaña especialmente con las mujeres, pues según estudios realizados por el gobierno colombiano, hay más mujeres desplazadas en edad de trabajar que hombres (100 mujeres por cada 83 hombres). Entre los que se han visto obligados a dejarlo todo predominan también las jefas de familia, es decir, mujeres que proveen el sustento al grupo familiar.
“En escenarios de conflicto, la mujer sufre un efecto desproporcionado de la violencia - no solo enfrenta el mismo trauma que el resto de la población víctima sino que además es sometida a formas específicas de violencia como la sexual y la explotación”, dice Verónica Hinestroza, experta en derechos humanos.
En medio de esa dura realidad, Ana Lida y otras mujeres en su misma situación se organizaron y comenzaron a confeccionar ropa en sus casas. Poco a poco fueron mejorando sus conocimientos empresariales y sus habilidades con las máquinas de coser y hoy en día tienen un taller en Cúcuta (400 km al sureste de Bogotá, cerca de la frontera con Venezuela).
“Para nosotros es un orgullo haber conseguido este logro, este sueño”, dice Ana Lida. Explica, además, que no se trata solo de haber conseguido un sustento para ellas y sus familias sino que también “se ha fortalecido el liderazgo en la comunidad y el reconocimiento”.

Superar la violencia

“Uno de los mecanismos para que las mujeres desarrollen su total potencial y adquieran herramientas para salir de círculos de violencia es a través de su empoderamiento económico”, afirma Ana María Echeverri, experta en temas de violencia contra las mujeres, en este blog.
Es decir, enseñar a las mujeres a emprender y apoyarlas una vez que comiencen a hacerlo, son herramientas muy eficientes para que superen la violencia, bien sea de origen doméstico o por conflictos armados, según los expertos.
“El emprendimiento y en general los procesos de participación en la dinámica económica, contribuyen a generar cambios personales porque las mujeres se sienten valoradas, útiles, inteligentes, reconocidas,” dice Martha Laverde, especialista en educación del Banco Mundial. “Dejan su papel de dependiente económico por la de aportante, que propende por mejores condiciones de bienestar y calidad de vida para su familia y para sí mismas”.
Laverde cuenta que en una reciente experiencia se le brindó apoyo socio-emocional y educativo a unas 1000 mujeres víctimas de distintos tipos de violencia de 10 municipios de Colombia. Uno de los resultados fue que las mujeres se organizaron y crearon 99 planes de negocio, de los cuales 78 han sido capaces de sostenerse en el tiempo.

Violencia y desarrollo

Diversos estudios demuestran que las mujeres expuestas a violencia de género en el hogar y en el trabajo, ganan menos sueldo y exhiben un menor desempeño y estabilidad laboral.
En América Latina los datos varían grandemente, con índices de agresión a la mujer que van desde el 18% en la República Dominicana, hasta más del 50% en algunos países de Centroamérica. En Perú, el porcentaje de mujeres entre 18 y 49 años agredidas por sus parejas era del 39% en el 2008. En Paraguay, el dato es del 20% para el mismo período.
Los efectos de la violencia doméstica son acumulativos y también impactan al crecimiento del país: desde pérdidas de productividad del 1.2% del Producto Bruto Interno (PIB) en Brasil o del 1.6% en Nicaragua, hasta un 2% en Chile. (Para tener una idea de la magnitud de este costo basta compararlo con el gasto público en educación primaria que en Chile es, por ejemplo, 1.3% del PIB.)
En efecto, el trabajo remunerado de las mujeres es un gran factor en la reducción de la pobreza. En América Latina y el Caribe la participación laboral de las mujeres ha aumentado en un 35% desde 1990 y la pobreza en la región habría sido 30% más alta en 2010 sin este crecimiento del ingreso de las mujeres.

Apoyando a las mujeres

Iniciativas en diferentes países de América Latina tratan de ayudar mujeres vulnerables a salir de un ámbito de pobreza o de violencia con habilidades empresariales o destrezas que el mercado laboral busca.
En Uruguay, por ejemplo, la ONG Centro de Promoción por la Dignidad Humana (CEPRODIH) asiste a víctimas de la violencia domésticas a las que brinda apoyo sicológico y legal, pero también asistencia para que generen sus propias microempresas, con apoyo de otras instituciones y compañías privadas.
Otro ejemplo existe en Haití, dónde jóvenes mujeres de entornos vulnerables reciben formaciones no tradicionales en clases de carpintería, construcción o electricidad. También les ayudan a encontrar un trabajo después de graduarse con prácticas profesionales.
Daniela por ejemplo recibió una capacitación en maquinaria pesada. Ella espera poder ayudar a reconstruir su barrio, y afirma: “mi oficio puede ayudar a mi barrio donde muchas casas se derrumbaron, generando un montón de escombros, los cuales podré eliminar para limpiar mi vecindario”.
“Muchos de los emprendimientos que desarrollan las mujeres tienen un sentido social en sus comunidades - pueden proveer por ejemplo seguridad alimentaria para la comunidad; empleo para otras mujeres en situaciones similares o vinculación de personas en situación de discapacidad”, afirma Martha Laverde.

 México 


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