jueves, 3 de julio de 2014

“Era estudiante de Arquitectura, pero me sentía campesina”


La activista y presentadora de televisión defiende los derechos de los agricultores paraguayos además de su lengua, el guaraní



Solo en breves instantes se le borra la sonrisa, quizá para dar un sorbo a su hierba mate, de la que no se separa. La activista, feminista y presentadora de televisión paraguaya Perla Álvarez desborda confianza en sí misma y, sobre todo, en lo que defiende: los derechos de los campesinos de su país, principalmente las mujeres rurales, así como el uso de la lengua guaraní. "Mis dos amores", dice. Tiene, sin duda, carisma y madera de líder. Lo que explica, en parte, su trayectoria.
Ella, que nunca había usado los fogones, acabó conduciendo un programa de cocina en la cadena pública.  Más aún, oriunda de Pastoreo, una chica de ciudad que estudiaba en Asunción, es a sus 43 años un referente nacional en la valorización del trabajo en la tierra. Y para rematar, Álvarez, que no hablaba una palabra de guaraní hasta los 25, se gana la vida como profesora de esta lengua y desde hace un mes es el miembro número 22 de la Academia de la Lengua Guaraní. Con todo, asegura que no le agrada destacar e insiste en que el trabajo en la organización de la que es portavoz, Conamuri (Coordinadora Nacional de Organizaciones de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas), es conjunto y sin jerarquías.
Sobre sí misma, a Perla Álvarez le gusta decir que ella se ha “campesinizado” desde que estudiaba en la universidad en la capital, donde entró en contacto con organizaciones de indígenas y agricultores. Ella ha hecho, dice, el itinerario inverso al que recorren otras mujeres rurales de Paraguay que acaban involucrándose en movimientos en defensa de sus derechos y formándose en la capital. “Mi camino no ha sido tradicional”, afirma con gesto pícaro.
Fue en la facultad donde entró en contacto con los movimientos de estudiantes del interior del país, llegados de zonas rurales. "Era alumna de Arquitectura, pero me identificaba con el estilo de vida de los campesinos. Reconecté con la historia de mis ancestros", explica. Por eso, mientras cursaba sus estudios (que no terminó), “mendigaba” por las organizaciones campesinas para que le dejaran involucrarse. "Pero no había sitio para mí porque yo era una estudiante y parecía incompatible. Y además no hablaba una palabra de guaraní", destaca. Pero Álvarez, que no parece de esas personas que se amedrentan ante las dificultades, encontró finalmente una rendija por la que colarse en una organización.
No solo consiguió una plaza para realizar un curso en Brasil relacionado con los derechos agrícolas en representación de una entidad campesina, sino que comenzó a estudiar guaraní, cooficial en el país junto con el castellano desde 1992, que se habla principalmente en zonas rurales. “Durante un tiempo estaba socialmente prohibido usarlo. En mi casa lo estaba porque mi papá decía que para progresar tenía que hablar el castellano”, explica la tardía incursión en la lengua materna del más del 80% de la población del país. Pero tomó carrerilla, acabó los estudios superiores en el idioma, del que hoy imparte clases, y está a punto de doctorarse. "Me falta presentar la tesis", reconoce.
Para Álvarez, los derechos lingüísticos y campesinos están estrechamente ligados y lucha porque ambos sean reconocidos política y socialmente con el valor que ella cree que merecen. "Yo voy al banco y hablo guaraní. Lo defiendo hablándolo, también en las reuniones con políticos y autoridades", dice orgullosa. "Estoy entre los referentes del impulso de la lengua", dice dejando a un lado la modestia con la que habla de sus logros que son todos "fruto del trabajo conjunto". "Mi perfil es el de una persona que trabaja para articular esfuerzos y que luego otros sigan trabajando", se explica.
Por mucho que se empeñe en resguardarse en su timidez, Álvarez acaba emergiendo con fuerza como cabeza visible de sus reivindicaciones. A ella se dirigieron las miradas de todas sus compañeras de Conamuri cuando surgió la oportunidad de presentar un programa sobre cocina tradicional, a pesar de que ella no sabe de cacerolas y asados, en la televisión pública y emitido íntegramente en guaraní. Tembi´u Rape (El camino de los alimentos) ha sido un programa de éxito no solo desde el punto de vista de la audiencia, sino porque ha visibilizado a las mujeres del campo con una imagen muy distinta de la que suelen aparecer en la prensa, en el contexto de conflictos por la tierra y vecinales.
"Al principio el formato iba a ser un simple programa de cocina, pero propuse que visitáramos a la gente en su chacra (tierra) y mostráramos el proceso de producción, su gastronomía y recetas", detalla. Y así lo hicieron, grabaron 21 programas, todos en lugares distintos del país. En cada uno de ellos, el alimento protagonista era diferente del anterior. Un día el poroto (frijol), otro la mandioca (yuca) o el choclo (maíz). "Luego mientras tomábamos tereré (mate frio) hablábamos de los problemas que enfrentan", subraya.
Álvarez recuerda con cariño las grabaciones y confía en que los cinco capítulos que todavía no se han emitido, salgan en antena pronto. Aquella experiencia fue muy especial para Álvarez porque cree que el programa aunaba todas sus reivindicaciones: el papel de la mujer en la televisión y en la tierra, el trabajo campesino en general y todo ello, en guaraní. "Era espontáneo", zanja. Como ella.

 Asunción (Paraguay)



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