jueves, 3 de julio de 2014

¿Es posible el desarrollo sostenible sin lograr la igualdad de género?


Esta pregunta, aparentemente sencilla, esconde tras de sí la necesidad de abordar con eficacia la igualdad de género en la nueva agenda de desarrollo posterior a 2015. No es solo por una cuestión de justicia, sino por la necesidad de hacer cumplir la agenda de desarrollo con eficacia.
La desigualdad de género no es solo un impedimento para el logro de los derechos de las mujeres, lo es también para el avance y cumplimiento del desarrollo de toda la humanidad. Así fue reconocido en la Declaración del Milenio en el año 2000 como un factor que socava el progreso significativo en muchos contextos. En aquel momento, dentro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, se logró incluir un objetivo independiente sobre igualdad de género y empoderamiento de las mujeres (ODM 3) y al mismo tiempo, la integración de la perspectiva de género en otras metas a través de algunos de los objetivos e indicadores.


Siempre que abordamos una estrategia de desarrollo surge una pregunta obligada: ¿Debe la igualdad de género ser una perspectiva transversal o sectorial? ¿Debemos abordar la igualdad de género en la agenda de desarrollo con un objetivo concreto o de forma transversal asegurando que metas e indicadores en el resto de objetivos de la agenda?. En mi opinión, la experiencia nos dice que parece conveniente garantizar las dos miradas: la necesidad de visibilizar un objetivo concreto que garantice la visualización del igualdad de género en la agendas, así como la implementación y medición y por otra parte la existencia de targets e indicadores fundamentales que obliguen a la construcción de políticas públicas que contengan medidas específicas para tener en cuenta a la mitad de la población en educación, políticas económicas, acceso a la tierra y a la energía, a la política, en la salud, etc.
Hasta ahora, este ha sido el sentir mayoritario del Open Working Group donde los Estados miembros debaten las nuevas prioridades del desarrollo. Así apareció también en el documento final de Río +20 donde se subraya la necesidad de "desbloquear el potencial de las mujeres como motores del desarrollo sostenible", en los diferentes informes solicitados por el secretario general de la ONU, o en la Comisión de Estatus de la Mujer (CSW) donde se reafirmó la idea de que un enfoque integral y transformador es una necesidad urgente para hacer frente a las barreras estructurales para la igualdad de género y sentar una base sólida para la futuro.
La clave ahora está en aprender de la experiencia de los ODMs y fortalecer las herramientas que no han permitido avanzar en igualdad todo lo que hubiera sido deseable.
¿Cuál ha sido el cumplimiento de los ODMs en materia de igualdad? La respuesta es desigual:
  • Se ha conseguido avanzar la paridad entre los géneros en la enseñanza primaria, aunque solo 2 de 130 países han logrado esa meta en todos los niveles educativos.
  • Se ha avanzado en el acceso al empleo. En todo el mundo, el 40% de los trabajos remunerados en otros sectores distintos al agrícola están ocupados por mujeres
  • Hemos avanzado en el acceso a los espacios públicos. Aún así, el 31 de enero de 2013 la proporción media de mujeres parlamentarias del mundo apenas superaba el 20%.
Si embargo, lo ODM no consiguieron abordar temas fundamentales tales como la violencia contra las mujeres, el trabajo de cuidado no remunerado, el control de la mujer sobre los bienes y propiedades, la discriminación salarial y sexual, la salud y los derechos reproductivos, y la desigual participación en la toma de decisiones públicas y privadas en todos los niveles. Tampoco consiguieron avanzar los suficiente en mortalidad materna.
Cuáles son los retos que debemos abordar en esta nueva agenda:
La transversalidad, detallando targets específicos de igualdad de género en cada uno de los objetivos
La implementación, consiguiendo transformar los objetivos en políticas públicas con recursos suficientes que contemplen objetivos específicos de inclusión y empoderamiento de las mujeres en todas las esferas.
La medición y rendición de cuentas, construyendo una verdadera revolución de los datos desagregados por género los indicadores que nos permitan medir en cada momento la realidad y poner el acento en aquello que no nos hace avanzar.
Debe además abordar la violencia contra las mujeres. La violencia contra las mujeres y niñas es una manifestación de la discriminación por razón de género y un fenómeno mundial con un enorme coste para las sociedades, además de una continua violación de los derechos humanos. También la violencia intrafamiliar, la violencia estructurada en mafias que trafican con mujeres con fines de explotación sexual, y la violencia que se produce sobre las mujeres en los conflictos armados y en las crisis humanitarias
Debe ensanchar las opciones y las capacidades de las mujeres: acceso equitativo a la tierra, al crédito, a los recursos naturales, la educación, los servicios de salud (incluida la salud sexual y reproductiva), al trabajo decente y a la igualdad salarial, así como el reparto de responsabilidades familiares.
Las mujeres deben estar en los ámbitos de toma de decisiones públicas y privadas. Una democracia plena solo es aquella que incorpora a toda la sociedad, contando con todos los talentos y sin prescindir de la mitad de la población.
En definitiva, si queremos conseguir un verdadero desarrollo sostenible, es necesario que la agenda post 2015 se centre en abordar los factores estructurales que son la base de la desigualdad basada en el género, incluyendo las normas y actitudes sociales que discriminan a las mujeres.
En las lindes del aniversario de Beijín +20, la conmemoración de un compromiso sin precedentes por la igualdad, el reto ya no es solo ser eficaces y avanzar, sino mantener la firme convicción de que no nos podemos permitir un solo paso atrás. En el último siglo hemos visto caer muchos muros. Que el siglo XXI haga caer el muro de la desigualdad de una vez por todas.
Leire Pajín es asesora de políticas en el equipo para la Agenda Post 2015 delPrograma de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).



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