El expresidente brasileño alerta de que hay “cosas podridas en la política actual”
Nada más sentarse junto a un grupo de corresponsales extranjeros en São Paulo, Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil durante ocho años, mira a la reportera de la CNN y la sonríe: “Qué, ¿ya fue a ver los nuevos estadios? ¿Son bonitos eh?”. Después coge el carrete y no lo suelta en dos horas, en las que hablará del Mundial, de la organización del Mundial, de política, de economía y, entre otras muchas cosas, de los secretos de la delantera argentina y del estado anímico de la selección brasileña. Pero empieza con un reproche a la prensa crítica, nacional y no nacional que, a su juicio, exageró los reproches y los miedos antes de que empezara el campeonato. “Estoy convencido de que sin esa prensa hubiéramos tenido muchos más turistas”.
El expresidente brasileño añade que no es a él al que le correspondería hacer balance del Mundial, sino a la presidenta,Dilma Rousseff, de su mismo partido, el PT, pero que se ha visto impelido a ello por una razón: “Porque estoy orgulloso de que todo esté pasando como tenía que pasar”. Lula se refiere al desarrollo pacífico y festivo del Campeonato del Mundo, sin graves problemas de infraestructuras, con los estadios (aunque inacabados algunos) llenos y acogedores. “Las cosas no están saliendo tan mal como pronosticaban muchos”, dice, repentinamente serio.
Furibundo hincha de la selección brasileña, amante del fútbol desde siempre, Lula aseguró que nunca lo pasó tan mal viendo un partido como el disputado entre Brasil y Chile en octavos de final, y que se terminó llevando la anfitriona en la tanda de penaltis: “Llega a durar un poco más y me tienen que llevar a urgencias con un ataque al corazón”. El dirigente brasileño, antiguo líder sindical y carismático líder de la izquierda en Brasil, recordó que en los tiempos duros de la dictadura algunos compañeros de la clandestinidad, en ciertas reuniones que se celebraban a la hora de partidos de la selección, se colocaban de espaldas a la televisión. “Era su manera de protestar contra algo que consideraban perjudicial para el pueblo. Yo no estaba de acuerdo, y me enfadaba, yo apoyaba a Brasil, y eso no quería decir apoyar a la dictadura”.
Lula considera que el resultado final del campeonato (“con permiso de los otros, yo espero que gane Brasil”) no influirá en las elecciones de octubre. “Eso es fútbol. Otras veces no ha influido. No tiene por qué ser ahora. El pueblo es sabio. Los únicos que sacarán provecho si gana Brasil será Felipão (seleccionador) y los jugadores”.
El expresidente aseguró que las protestas se han diluido por una razón evidente: “El pueblo brasileño quiere el Campeonato del Mundo. Yo no soy nada refractario a las protestas. Tengo bursistis en los dos hombros de los golpes que me han dado en las protestas en las que he participado. Pero hay un tiempo para las protestas y otro para el fútbol. Y no era justo que el país se quedara sin Mundial por las protestas. Después, yo estaré encantado de tener un país que siga organizándose y siga protestando”. Y añadió: “Lo que me preocupa más es la desafección de los jóvenes, porque no sé quién dijo eso de que la desgracia del que no le gusta la política es ser gobernado por el que sí le gusta”. Con todo, Lula adelantó que Dilma Rousseff quiere impulsar una reforma política de cara “a ganar participación y transparencia”. Después añadió que no sólo hay que reformar Brasil, sino otras muchas partes del mundo: “Hay muchas cosas podridas en la política actual. Vea cómo ha terminado la Primavera Árabe, o lo que significa que en la ONU ni India ni los países latinoamericanos estén representados al más alto nivel”.
Lula insistió en que mirar a Brasil o a Latinoamérica con ojos europeos exclusivamente acarrea errores de perspectiva: “Mis compañeros sindicalistas europeos me tachaban de radical hace décadas. Y yo les replicaba: ‘Mira, yo lucho por lo que vosotros luchabais a principios del siglo XX’. Aquí estamos solucionando un atraso histórico, de muchos siglos. Un ejemplo: en los últimos diez años hemos creado tantas plazas universitarias como en los 100 años anteriores”. Y agregó: “Entiendo que se quejen de los atascos, que haya turistas que clamen contra los atascos. Pero esto significa que muchas personas que antes no podían se han comprado un coche. Y hay otros brasileños que hasta ahora no podían que ya viajan en avión, o que van a restaurantes, o a los cines. Y eso no gusta a los brasileños de clase más alta que antes lo encontraban todo para ellos solos”.
Por último, futbolero al fin, no pudo evitar decir cuál sería su final favorita en el Maracaná: “Costa Rica es estupenda, una suerte de David luchando contra muchos Goliat. Pero, ¡ay! una final Brasil contra Argentina…”
ANTONIO JIMÉNEZ BARCA São Paulo
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