Te invitamos a un espectáculo natural digno de admirar, es el que cada otoño tiene lugar en México, cuando millones de estos ejemplares llegan hasta los bosques y montañas de Michoacán tras concluir una milagrosa peregrinación
Las mariposas monarca apenas viven cuatro o cinco semanas; sin embargo, cada otoño nace una generación que vivirá más de siete meses y que, por si eso no fuera suficiente prodigio, será capaz de recorrer, en aproximadamente un mes y medio, los cerca de 4.500 kilómetros que separan su hogar en las Montañas Rocosas de los bosques donde hibernan, en los Estados mexicanos de México y Michoacán, hacia los que emprenden cada año una increíble aventura migratoria que todavía guarda infinidad de incógnitas para la ciencia.
Se calcula que son unos 60 millones de monarca las que ponen rumbo al sur para huir del frío. Unas increíbles viajeras capaces de recorrer más de un centenar de kilómetros cada día y, si las corrientes de aire les son favorables, incluso mucho más del doble. Cómo logran orientarse para llegar invariablemente a los mismos bosques es uno de los grandes misterios, porque si hasta 1975 no se conocían ni siquiera los lugares en los que pasaban el invierno estas excepcionales mariposas de alas anaranjadas, hoy se sabe que su destino son los bosques de pino y oyamel de la Sierra Madre Occidental mexicana, en cuyos valles y montañas por encima de los 3.100 metros encuentran las condiciones idóneas para desarrollarse, hasta estar listas para el apareamiento en primavera.
Uno de estos santuarios, declarados Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco, es la sierra de Chincua, en la localidad michoacana de Angangueo, que desde mediados de noviembre y hasta finales de marzo se llena de visitantes para admirar este increíble espectáculo de la naturaleza. El lugar se ha convertido en todo un centro turístico con restaurantes, tiendas de artesanía y empresas que organizan paseos a pie, en bicicleta y a caballo en busca de las mariposas. Pero no es el único, también están el de El Rosario y el de Senguio, en Michoacán; mientras en el Estado de México se pueden encontrar el santuario de El Chapulín en el municipio de Donato Guerra; La Mesa, en San José del Rincón y el dePiedra Herrada, en San Mateo Almomoloa.
La hibernación convierte los árboles en un ingente conglomerado de mariposas de color anaranjado que dobla las ramas y hace de los caminos -a veces de kilómetros- alfombras por las que cabe extremar la precaución para no pisar ningún ejemplar mientras se camina. Las hembras que sobrevivan al invierno emprenderán a finales de marzo el viaje de regreso, depositando por el camino antes de morir los huevos que aseguren una nueva generación que vuelva a repoblar las zonas de las que partieron meses atrás sus progenitores.
Antes de su despedida, los pueblos próximos a los santuarios —Angangueo, Ocampo, Zitacuaro, El Rosario, San Felipe de los Alzati...—, que viven en gran parte del turismo que acude a ver este granespectáculo biológico, celebran en febrero el Festival de la Mariposa Monarca con una semana de actividades que giran alrededor de este emocionante fenómeno natural, pero también con parrandas en las que sus gentes engalanan las calles y se lanzan a ellas para despedirlas hasta el año siguiente, como solo los mexicanos saben hacerlo.
Antes de su despedida, los pueblos próximos a los santuarios —Angangueo, Ocampo, Zitacuaro, El Rosario, San Felipe de los Alzati...—, que viven en gran parte del turismo que acude a ver este granespectáculo biológico, celebran en febrero el Festival de la Mariposa Monarca con una semana de actividades que giran alrededor de este emocionante fenómeno natural, pero también con parrandas en las que sus gentes engalanan las calles y se lanzan a ellas para despedirlas hasta el año siguiente, como solo los mexicanos saben hacerlo.
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