lunes, 3 de febrero de 2014

Las presiones para boicotear productos e inversiones en Israel ganan terreno

Empresas e instituciones extranjeras ceden al llamamiento de organizaciones palestinas y desinvierten en Israel en respuesta a la política de ocupación



El muro de separación rodea un barrio de Jerusalén Este. / AHMAD GHARABLI (AFP)

La campaña de boicoteo, desinversión y sanciones (BDS) empieza a afectar a los intereses de Israel, lenta pero firmemente. Desde 2005, unas 200 asociaciones palestinas tratan de castigar “su política de ocupación, las colonias, el muro y la discriminación racial de los árabes”, resume uno de sus promotores, Omar Barghouti. En su diana están su economía nacional, su educación y su cultura. La decisión de Scarlett Johansson de abandonar la ONG Oxfam —contraria a las colonias y de la que ha ejercido como embajadora durante ocho años— para mantener su contrato con la empresa Sodastream, ubicada en el asentamiento de Maale Adumim, ha sido el último ejemplo de la presión creciente de esta estrategia.
Sus impulsores se han anotado recientemente varios logros. La caja de ahorros y pensiones holandesa PGGM ha decidido dejar de invertir “por motivos éticos” en los cinco bancos israelíes con los que colaboraba, pues sus socios tienen sucursales en asentamientos de Cisjordania. El Ministerio de Finanzas noruego ha excluido de su fondo de pensiones a dos firmas israelíes, Danya Cebus e Israel Investments, por idéntico motivo. En diciembre, la Asociación de Estudios Americanos, una organización con 5.000 socios, avaló un boicoteo académico contra Israel. Nunca antes un ente de semejante tamaño se había sumado a la iniciativa desde Estados Unidos.
Desde 2007, el BDS calcula que ha logrado bloquear contratos o proyectos por valor de “varias decenas de miles” de millones de euros. Israel nunca ha dado una cifra de daños y minimiza, en cambio, la euforia de sus oponentes. No obstante, hasta el Consejo de Ministros lo ha incluido en su agenda en las últimas semanas. Está dividido entre quienes quieren una contraofensiva —el ministro de Inteligencia— y los que sostienen que eso es hacerle el juego a un movimiento menor —Exteriores—. En 2011 se aprobó una ley que fija sanciones para quien promueva el boicoteo.
“Para [el primer ministro] Benjamín Netanyahu, esta es ya una amenaza estratégica”, indica Barghouti. El analista Ben Caspit entiende que estamos ante una “llamada de atención” que demuestra que el BDS ha saltado de una minoría de izquierda más movilizada y está extendiéndose por sectores más templados.
Añade más preocupación la Unión Europea, que ha aprobado una directiva que impide cualquier colaboración con personas o instituciones relacionadas con las colonias, y que de momento tiene en jaque 700 millones de euros de inversión en investigación. Las peticiones de un etiquetado separado para los productos elaborados en suelo ocupado se intensifican en Bruselas cada vez que se anuncian nuevas ampliaciones de estas villas.
Solo en el último año, y según las asociaciones palestinas, se ha bloqueado en Europa la apertura de tiendas de cosmética Ahava y se han cancelado pedidos de la firma de seguridad privada G4S, por ejemplo. La presión llega a empresas internacionales que prestan servicio en las colonias, donde residen cerca de 600.000 personas. Solo la francesa Veolia ha perdido contratos por 5.400 millones de euros en un año.
En el caso del boicoteo académico, Curtis Mares, presidente de la Asociación de Estudios Americanos, explica que tomaron la medida “por el impacto que la ocupación tiene para los académicos y estudiantes palestinos”. Este paso, criticado por la Asociación de Universidades o la de Profesores de América (62 campus, más de 48.000 miembros), es polémico porque, explica Manuel Trajtenberg, profesor de la Universidad de Tel Aviv, es una “afrenta” al “flujo libre de ideas, la tolerancia de opiniones y la convicción de que el marco académico y la discusión abierta y sin prejuicios es el vehículo apropiado para enfrentarse a problemas de todo tipo”. Va contra la esencia de la práctica académica, “negando los fundamentos universales” de ese mundo, cuando es en las aulas donde “florece la crítica”. “¿A nosotros nos van a boicotear? ¿A los críticos?”. La reacción que se genera, advierte, es la contraria: un cierre de filas.
  Jerusalén
Para El País de Madrid

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