El hombre murciélago nació en el número 27 de la revista «Detective Comics» de la mano de Bob Kane y Bill Finger
Estuvo a un paso de la ignominia. Podrían haberle mandado a combatir el crimen en mallas rojas y alas de murciélago. Así lo imaginó inicialmente Bob Kane, su co-creador. Era comienzos de 1939, y el enorme éxito de un nuevo personaje llamado Superman pedía a gritos más héroes de ese tipo. Kane, dibujante y escritor, se dejaba los ojos frente al tablero de dibujo intentando cumplir el encargo de DC Comicspara crear un nuevo personaje, pero todo lo que salía era derivativo y poco original. Hasta que un tal Bill Finger, un tipo que había conocido en una fiesta, se sentó a su lado y le sugirió que le pusiese una capa, le dotase de un traje gris oscuro y un intenso sabor a oscuridad.
Así nació Batman en el número 27 de la revista «Detective Comics», hace ahora tres cuartos de siglo. Un nombre más en el marasmo de los que brotaron por todas partes tras el advenimiento del Hombre de Acero. Había nuevos superhéroes por doquier, y casi todos caían en el olvido al cabo de unas pocas historietas. Aquel playboy multimillonario llamado Bruce Wayne, un trasunto poco disimulado del Lamong Cranston que por las noches se disfrazaba de La Sombra, tenía todas las papeletas para desaparecer, como tantos otros. Y, sin embargo, no ocurrió.
Había algo distinto en Batman. No tenía poderes, como El Zorro, otra de las fuentes de inspiración de Kane y Finger. Ni siquiera poseía el inevitable origen secreto, que aún tardaría seis meses en llegar, cuando Kane desvelase que la muerte de sus padres era el detonante de la obsesión vengadora de Batman. Pero la primera aventura del enmascarado, «El caso del sindicato químico», vendió decenas de miles de copias, y en muy pocos números se convirtió en el pilar fundamental de la editorial junto a Superman. Luz y oscuridad, un semidiós y un mortal justiciero, dos caras de una misma moneda que marcarían para siempre la edad dorada del cómic norteamericano.
Precios desorbitados
De esas decenas de miles de copias de «Detective Comics 27» apenas quedan unas pocas, las cuales alcanzan un valor desorbitado hoy en día en las casas de subastas. En 2010, un ejemplar perfectamente conservado de la primera edición se vendió por más de un millón de dólares, el segundo cómic más caro de la historia, medio millón por debajo de la primera aparición de Superman.
Entonces los cómics valían diez centavos, pero aún así había una dura pugna por la paternidad del personaje. Kane siempre negó que Finger tuviese una gran importancia en su creación, arrogándose el título deautor único del Cruzado Enmascarado. Tendrían que pasar muchas décadas –y morir Finger– para que Kane finalmente reconociese la enorme importancia que había tenido este en su gestación. Décadas en las que el personaje pasaría por un sinfín de iteraciones, evolucionando al ritmo que lo hacía la sociedad norteamericana, y no siempre con acierto.
Entre principios de los cuarenta y mediados de los sesenta, Batman fue perdiendo progresivamente la negrura de la que le habían dotado inicialmente sus creadores. Releer los primeros números del personaje es descubrir a un justiciero que mata y que no duda en usar armas de fuego. Sin embargo, el paso de los números y la progresiva adición de personajes a la serie (Robin, Alfred, el Bat Perro...) fuesuavizando su agresividad inicial y convirtiéndolo en epítome de locamp, que llegaría a su culminación con el lanzamiento, a mediados de los sesenta, de la serie de televisión protagonizada por Adam West. Curiosamente, antes de convertirse en un icono televisivo, el personaje estaba en sus horas más bajas, con las ventas bajo mínimos. La serie conseguiría relanzarlas hasta el millón de copias, pero a costa de fijar durante años una imagen ridícula del personaje, muy alejada de su esencia.
La llegada de Frank Miller
Hubo un tímido –y larguísimo– intento de recuperar a Batman para el gran público y alejarlo del oprobio del ZAS, POW, BANG en el que le había sumido la serie de televisión. Neal Adams y Carmine Infantino intentaron reconducir al personaje hacia el lado detectivesco de los orígenes, pero sin conseguir que despegase del todo. No sería hasta 1985, con la aparición de la novela gráfica «El regreso del Caballero Oscuro», escrita y dibujada por Frank Miller, cuando se fijarían para siempre, inamovibles, las bases del mito. La historia, adulta y siniestra como pocas, presentaba a un Wayne maduro, alejado de las calles, y a un Superman fascista, marioneta del gobierno de Ronald Reagan. Las gloriosas escenas finales, en las queBatman le zurraba la badana al insoportable kryptoniano, hicieron saltar la banca del mundo de los tebeos. En unas pocas viñetas, Miller había refundado el cómic norteamericano.
Después de contar el final, DC le encargó a Miller escribir su principio, el cual narró en el antológico «Año Uno», comenzando en «Batman #404». A partir de ahí, Wayne sólo podía ser el de Miller, y sería el reinicio de un personaje que marcaría la pauta psicológica y tonalde todo el cómic mainstream en América y buena parte de lo que se haría en Europa desde entonces.
Las multimillonarias películas de Nolan han convertido al personaje enun hito relevante para todos los ajenos a la obra gráfica, y terminado de sellar para siempre el mito del personaje como el icono individual más reconocible de todos los tiempos, codo a codo con su amigo extraterrestre. El año que viene, ambos protagonizarán, por primera vez juntos en la gran pantalla, un largometraje en el que salvarán al mundo de la destrucción por enésima vez. Nada mal para un par de septuagenarios.
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