En el umbral de sus 82 años, Elena Poniatowska habla de política, literatura y periodismo
La escritora mexicana recibirá mañana el premio Cervantes
La escritora y periodista Elena Poniatowska (París, 19 de mayo de 1932) recibirá mañana en la Universidad de Alcalá de Henares el Premio de Literatura Miguel de Cervantes, el más prestigioso en habla hispana. Hija de un príncipe polaco, Poniatowska es más mexicana “que el mole”, según sus palabras. Y es la primera autora mexicana en obtenerlo: el quinto galardón para México y la cuarta mujer en sus 38 años de historia. Confiesa que está nerviosa. “Mira, sirve que lo escuchas, para ver que no voy a decir ninguna barbaridad”, comenta.
Ha llovido en la Ciudad de México. Cae la noche. Ella es menuda, pequeña y rubia. Güerita, en mexicano. Detrás de su mirada curiosa se esconde una de las mejores entrevistadoras de México y una resuelta cronista, que ha dibujado la biografía de mujeres notables (Tina Modotti, Angelina Beloff, Leonora Carrington, y así hasta completar una larga lista) y ha relatado uno de los acontecimientos más duros en la historia del país: la matanza de decenas de estudiantes —nunca se supo el número exacto— a manos del Gobierno priísta el 2 de octubre de 1968, en la plaza de Tlatelolco.
No para de hacer preguntas, de interesarse por todo. Es escritora, es periodista y es curiosa. Y de ahí su trayectoria, su obra y su premio.
Pregunta. Diego Rivera le llamó “polaquita preguntona”, ¿se sigue considerando así?
Respuesta. Pues sí. Siempre seguiré siéndolo, siempre fui una preguntona y seguiré siéndolo hasta que me muera.
P. No le gusta que le llamen Elenita.
R. Así es. Todo el mundo… bueno, no todo el mundo, pero muchas personas me llaman así. Y suena bastante infantil.
P. México es el país del ahorita, que utiliza muchos eufemismos en su día a día. ¿Usted cree que los mexicanos temen a las palabras?
R. Sí. Siempre terminamos nuestras frases con un “¿no?”, “¿verdad?”... Estamos buscando la aquiescencia, la aceptación del otro. “La casa está bonita, ¿no?”. “Llovió muy fuerte hoy, ¿verdad?”. Siempre el otro nos tiene que apoyar.
P. Y hablando de palabras, ¿diría que el PRI, que gobernó durante 70 años México ininterrumpidamente, era una dictadura, un régimen autoritario?
R. El PRI ha sido un poder prepotentey que ha actuado como un dictador, siendo un partido. Se ha impuesto y amedrenta. El PAN y el PRD no han inventado una nueva forma de hacer política, ni han actuado en forma muy distinta al PRI. No han aportado nada cuando han subido al poder. No hay aquí alguien que podamos señalar, un diputado o una senadora que yo quiera oír o que quiera seguir, no existe. En México no hay una forma alternativa de hacer política más que la del PRI.
P. Usted fue una de las figuras del mundo cultural mexicano que apoyó de manera más abierta al polémico y dos veces candidato opositor Andrés Manuel López Obrador.
R. Andrés sabe de Historia. Lee. Ahora, eso no quiere decir que tienes que estar de acuerdo con él en todo, eh. Y que no pienses que no tiene defectos. Obviamente los tiene. Es terco.
P. Su apoyo a López Obrador le ganó muchas críticas.
R. Ay, sí. Me hicieron pinole [harina de maíz tostado en México]. Mucho rechazo, displicencia. No sabes la cantidad de llamadas por teléfono con mentadas de madre. Un día sí me hicieron llorar y yo no soy nada llorona. Llamaron como a las dos de la mañana. Una voz de hombre, cordial, me dijo: “Elenita, hay un hombre en su jardín”. Yo me puse la bata y bajé, salí a la calle, vi que no había un alma y que estaba en penumbras. Y entonces regresé a la cama y ahí sí, me eché a llorar. Me sentí muy agredida.
P. Cuando usted publicó La noche de Tlatelolco, un referente sobre lo ocurrido el 2 de octubre de 1968, el momento más duro de la represión del régimen, ¿se sintió amenazada?
R. Sí. Amenazaron a Tomás Espresate Pons [catalán exiliado en México tras la Guerra Civil, librero y editor] que era el que estaba imprimiendo el libro. Le dijeron que iban a quemar su negocio. Él respondió: “Mire, yo estuve en la Guerra Civil de España. Yo sé lo que es la guerra y este libro se publica”. Luego esparcieron el rumor de que el Ejército lo iba a incautar, pero eso fue la mejor propaganda. Todo el mundo salió corriendo a comprarlo. Se hicieron cuatro ediciones en un mes. La locura.
P. ¿Se considera usted una feminista?
R. ¡Claro!
P. ¿Y qué es una feminista?
R. Es una mujer que pone ante todo el respeto a sí misma. En este país, 400 mujeres han sido asesinadas con total impunidad en Ciudad Juárez. Es aterrador. Y lo de las mujeres en general en México es aterrador.
P. ¿Las mujeres inteligentes dan miedo?
R. No, no creo que todavía sea así. Al contrario, pienso que hoy las mujeres inteligentes son muy buscadas. Esa cosa de las revistas de moda de que a la que es sabia o a la que estudia o a la que se basta a sí misma o a la que se mantiene nadie se le va a acercar, ha pasado a mejor vida. A los hombres actuales les interesa la competencia. ¿Usted siente que en el periodismo la tratan mal por eso? En mi época, cada vez que había un buen reportaje, era para un hombre, nunca para una mujer. Nadie quería invertir en la carrera de una periodista porque se iba a casar, iba a tener hijitos, guardaría su título en un baúl y no había por qué invertir en ella. Lo que sí es que todavía se dice es que cualquier logro de una mujer ha sido porque se ha acostado con el jefe o porque son guapas. Hay quien cree que todos los méritos de una mujer tienen que ver siempre con su cuerpo.
P. Y también con su condición de mujer…
R. Una vez escuché un comentario que me pareció muy denigrante. Yo era muy, muy joven y se me grabó. Una mujer muy guapa me dijo: “Yo, cuando una puerta se me cierra, la empujo con las nalgas”. Qué feo, ¿no? Muchas tristemente todavía así lo creen, pero a lo mejor cada vez son menos. Incluso ya las indígenas, las que están con el subcomandante Marcos, las mujeres más fregadas del país, exclamaron que querían tener los hijos que podían y deseaban tener y que querían elegir al hombre con el que se unirían, mirarlo a los ojos para que no las cambien por un garrafón de alcohol. Es una victoria.
P. Siempre hace la diferencia de que antes de escritora es periodista…
R. Lo digo mucho. Ahora que leí a dos amigas el discurso que daré, me dijeron: “Ya deja eso, porque a ti te dan el premio por escritora”. Como si me quisiera disculpar por ganar. Hasta mi hija me dijo que lo dejara: “Mamá, vas a hacer ver como si el jurado fuera tonto por premiarte”.
P. ¿Cuál es la diferencia entre la escritora y la periodista?
R. Un escritor francés decía que el periodista es inmediato y debe ser rápido, tienes un jefe que te exige que entregues tu texto ya. En cambio, el escritor hace un ejercicio muy solitario sentado en tu mesa de trabajo. No sabes cómo se va a publicar o si se va a publicar. Es un reto entre tú y tu mesa. Es una aventura. Lo del periodista es otra cosa, entregas y no sabes qué harán con lo que entregaste. Le cambiarán el titular, le quitarán palabras. En cambio, el escritor entrega sus textos como suyos. Necesitas disciplina y mucha tranquilidad.
P. ¿Qué consejo da a una escritora joven?
R. Que escriba, que escriba, que escriba. Un día de tanto escribir hallará una página en la que se sorprenderá y no creerá que lo ha hecho ella misma. Y leer. Observar. Estar alerta. Darte cuenta de cómo un pinche político maltrata a un camarero en un restaurante. Carlos Fuentes, de joven, le pedía a los camareros que le contaran la receta de lo que se había comido. Solo para escucharlos. Él conversaba mucho para poder escribir. En la calle de las prostitutas le gritaban: “Oye, güero, ¿le saco punta a tu pirulí?”. Y todo eso se le quedaba.
P. ¿Quiénes son sus maestros?
R. Todos los que me han precedido. Yo lamento mucho no haber ido a la universidad. Pero bueno, al menos toda la gente que leo son mis maestros.
P. ¿Qué quería estudiar?
R. Medicina. Yo quería salvar a la gente, a todos los que les pasara algo horrible. Estar ahí para ayudarlos. ¿Te imaginas qué ilusa era?
P. Pero usted no ha perdido la ilusión…
R. Para nada. Soy una persona muy afortunada. Voy a cumplir 82 años y te puedo decir que me ha ido muy bien.
P. ¿Qué libro le regalaría a una niña de 13 años?
R. A mí me gusta mucho El profesor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica, de Juan Villoro. Porque tiene mucho sentido del humor. Y me encanta el título.
P. ¿Y alguno de Elena Poniatowska?
R. Lilus Kikus. Cuentos. El que escribí de Monsiváis, Sansimonsi. El burro que metió la pata, ¡ese es muy padre! Es de mi hijo Mane, el mayor, el que es científico.
P. ¿Elena Poniatowska tiene nervios de dar el discurso de recepción del Premio Cervantes?
R. ¡Muchísimos! Pero estoy tan cansada que ya ni puedo estar nerviosa.
http://cultura.elpais.com/
VERÓNICA CALDERÓN México
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