La pandemia surgió en Kinshasa alrededor de 1920
El crecimiento urbano, el boom de los ferrocarriles y el comercio sexual se confabularon para propagar por África y el mundo el VIH
Un enfermo de sida en Mbanza-Ngungu (República Democrática del Congo) / C. G.
La reciente epidemia de ébola ha vuelto a traer a primer plano a los virus emergentes, agentes secretos llegados de otras especies para hacer una escabechina en la nuestra, aprovechándose de la virginidad del sistema inmune humano contra ellas. El sida, que ya ha infectado a 75 millones de personas, también fue un virus emergente procedente de los chimpancés en los años 20, lo que revela la importancia capital de comprender esos saltos entre especies y los factores que subyacen a su contagio entre los seres humanos. Y eso es exactamente lo que acaba de hacer un equipo dirigido por virólogos de Oxford y Lovania que incluye a científicos españoles.
El detalle histórico que alcanzan las nuevas técnicas matemáticas para reconstruir el pasado a partir desecuencias de ADN es asombroso. Los investigadores han logrado determinar que la pandemia surgió en Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo, alrededor de 1920, y que su propagación fue el producto de una “tormenta perfecta”, en su propia expresión. El crecimiento de Kinshasa y las demás ciudades congoleñas en esa época, la gran extensión de la red de ferrocarriles bajo la dominación colonial belga, el tráfico de trabajadoras sexuales y –ya en los años 60— la independencia del país se confabularon para propagar primero por África y después por todo el mundo una de las peores pandemias de la historia.
Los primeros casos de sida que registró la medicina se dieron en Estados Unidos en 1981, y dos años después se descubrió su agente causal, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Pero pronto resultó obvio que la enfermedad llevaba mucho tiempo en África, y no exactamente en un estado latente, pues el virus estaba bien establecido en las poblaciones heterosexuales de África central y oriental. Esa historia profunda de la epidemia, simplemente, había permanecido oculta para la ciencia y sepultada bajo estratos de miseria en la zona más olvidada del planeta.
El estudio, que se publica hoy en Science, ha reconstruido la historia del HIV –en concreto de la cepa M, que es el subtipo que se propagó por toda África y el resto del mundo— con las sofisticadas técnicas matemáticas de la evolución molecular, basadas en la comparación de secuencias de ADN (o ARN, la molécula hermana que utiliza este virus para almacenar información genética). El principio es simple —los virus con secuencias parecidas tienen un origen común reciente, y cuanto menos parecidas más remoto es su parentesco—, pero han alcanzado en los últimos años una gran complejidad matemática. Los métodos estadísticos de este trabajo han sido desarrollados por los propios autores.
La dispersión original del VIH ocurrió sobre todo desde Kinshasa hacia otros centros de población. Hacia 1937 se produjeron los primeros contagios en la ciudad vecina de Brazzaville (o más exactamente, los primeros en los que el virus responsable sobrevivió hasta que alguien tomó una muestra en tiempos recientes: esta es la limitación de la evolución molecular). También a finales de los años 30 había llegado a las localidades sureñas de Lubumbashi y Mbuji-Mayi, lo que concuerda con los datos históricos de transporte y con los movimientos de emigrantes desde Kinshasa hacia las otras ciudades. La dispersión siguió a Bwamanda (1946) y Kisangani (1953).
La principal ruta de transmisión fue el ferrocarril, con solo el 5% de los movimientos a través de la red fluvial. Los trenes del antiguo Congo Belga (después Zaire y aún después República Democrática del Congo) movían 300.000 pasajeros al año en 1922, y cerca de un millón en 1948. Las ciudades conectadas con Kinshasa por ferrocarril actuaron después como focos secundarios, desde donde el virus se propagó a los países vecinos.
“Consideramos probable que los cambios sociales asociados a la independencia, en 1960, causaran que el virus se escapara de los pequeños grupos de gente que había infectado típicamente hasta entonces, y pasara a propagarse por la población general africana, y finalmente por todo el planeta”, dice el primer autor del trabajo, Nuno Faria, del departamento de Zoología de la Universidad de Oxford.
La contribución española ha venido del biólogo David Posada, un especialista en recombinación genética de la Universidad de Vigo. “Los datos se tomaron hace cinco años y han estado en un cajón hasta que los investigadores de Oxford han tenido tiempo de organizarlos en este artículo”, explica Posada. Su papel ha sido garantizar que la recombinación genética –un proceso que baraja los genes del virus, similar al que ocurre en nuestras gónadas cada generación— no ha sesgado los análisis estadísticos que trazan el virus a Kinshasa en 1920. “Las conclusiones son robustas”, asegura el biólogo, “aunque, desde luego, no extrapolables al ébola”.
http://elpais.com/elpais/2014/10/02/ciencia/
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