La práctica milenaria de hacer cortes en la piel de los enfermos para renovar la sangre impura sigue arrigada entre las capas más humildes del país
A los pies de la imponente mezquita Jama Masjid, en la zona antigua de Nueva Delhi, el taxista Amjad Khan hace gestos de dolor mientras un curandero le hace cortes en la mano con una cuchilla de afeitar. La sangre «impura» corre por su extremidad y así espera Khan acabar con los temblores de pecho y los problemas para dormir que sufre.
Al igual que el conductor «rickshaw», una veintena de personas esperan entre cabras y el sonido de los rezos de la mezquita que esta práctica de sangría milenaria alivie sus problemas de salud. «Me han operado de cáncer y tengo temblores en el pecho. No puedo dormir aunque tomo pastillas. La medicina no me ayuda. Pero llevo viniendo un mes y me siento mucho mejor gracias a Dios», explicó Amjad Khan, de 56 años y padre de seis hijos.
La clínica «Rahat Open Surgery», un cobertizo con una explanada donde se realiza el tratamiento, es propiedad del curandero musulmán Mohammed Gayas Sahab, de 82 años y que lleva 40 años haciendo sangrías. El curandero explica que la causa de todos los males de salud es la sangre «contaminada», que es necesario extraer. Sostiene, además, que este es el tratamiento médico más antiguo de la historia.
«Este es el primer tratamiento del mundo. ¿Has escuchado el nombre de Charak? Es un curandero muy famoso en todo el planeta que escribió el libro 'Susut' hace 4.000 años donde se explica este tratamiento. Leedlo por favor», afirma Gayas.
Telas en las extremidades
«Curamos artritis, parálisis, cervicales, ciática, dolor de articulaciones y del cuerpo en general. Desde la cabeza hasta los pies, excepto el estómago», remarca Gayas, quien aprendió la práctica de su abuelo y que ha enseñado a su hijo.
El tratamiento comienza con los ayudantes colocando telas en las extremidades para ejercer presión sobre las venas. Tras ello, el curandero busca la vena donde se encuentra la sangre «impura» y realiza unos rápidos cortes.
Los pacientes dejan correr el líquido rojo y fuerzan los brazos y las piernas para que salga más sangre. Los ayudantes del curandero rocían con agua las heridas y limpian los charcos rojos que se acumulan en el suelo. Para finalizar, otro ayudante esparce unos polvos sobre las heridas para cerrarlas. Los pacientes abandonan el lugar, seguros de que su salud mejorará.
En la India existen hospitales modernos al alcance de unos pocos. El sistema público de salud del país -donde hay servicios médicos- es insuficiente para cubrir las necesidades de los 1.210 millones de indios, según un reciente informe de Oxfam.
Así, muchos pobres recurren a esta práctica desaconsejada por los médicos que sostienen que las sangrías no solucionan nada y en algunos casos empeoran la situación. Algunos pacientes de diabetes se someten a las sangrías con la esperanza de que al eliminar la sangre «contaminada» desaparezca la enfermedad. Cuando finalmente acuden a un hospital moderno su estado ha empeorado considerablemente.
Gayas explica que sus servicios son gratuitos y que solo cobra por los productos médicos y la mano de obra de sus ayudantes. En la primera sesión el paciente debe abonar 100 rupias (1,2 euros) por una libreta, crema para las heridas, una inyección para el tétano, seis pastillas de antibióticos y polvo para los dientes. Después cada sesión costará 40 rupias (0,4 euros).
Pero no solo es bajo coste atrae a los pacientes cada mañana a este rincón del ruidoso y caótico casco antiguo de Nueva Delhi. La superstición juega también un papel. Para Gayas es fundamental la intervención divina. «El dolor de cuerpo nadie lo puede curar. Nosotros lo tratamos y Dios lo cura», afirma el curandero.
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