Mario Benedettien Sobre Artes y Oficios. Editorial Alfa
Montevideo, Uruguay. 1968
(texto abreviado)
Montevideo, Uruguay. 1968
(texto abreviado)
..... "Discutir la naturaleza y el significado de la obscenidad es casi tan difícil como hablar con Dios", escribió alguna vez Henry Miller, quien tenía por qué saberlo. Aún en los países anglosajones, que siempre han tenido la obsesiva preocupación de fijar estatutos para lo obsceno, se da frecuentemente el caso de que tales estatutos prohíban la obscenidad pero no la definan. Según testimonio de Huntington Cairs (La libertad de expresión en literatura) "ninguno de los estatutos define la palabra obscenidad y hay por lo tanto un ancho margen de discreción respecto del significado que se le debe atribuir al término."
..... Esta discrecionalidad es justamente el peligro, ya que todo lo confía a la inteligencia, sensibilidad y amplitud de los censores, profesión esta en la que no suelen abundar los dos dedos de frente. El origen etimológico de la palabra pornografía (del griego "porne", o sea, prostituta, y "graphe", o sea, descripción) justifica ampliamente la primera acepción del Diccionario de la Real Academia Española: "Tratado acerca de la prostitución". Pero ¿cuántas obras acusadas de pornográficas, caben dentro de esa acepción? Probablemente, ninguna. La segunda acepción dice: "Carácter obsceno de obras literarias o artísticas". Lo peligroso es fijar la frontera, ese movedizo límite donde termina presumiblemente lo artístico y empieza (no menos presumiblemente) lo obsceno.
..... Las acusaciones de obscenidad (y, por ende, de pornografía) han alcanzado a autores de todos los tiempos, climas y lugares, y casi nunca apuntan a los auténticos pornógrafos, especie que, por supuesto, existe, aunque raras veces sea molestada por los censores. Estos han preferido ocuparse, a través de los siglos, de pornógrafos tan apócrifos como Platón, Aristófanes, Aretino, Cátulo, Ovidio, Rabelais, Shakespeare, Pepys, Mark Twain, Swinburne, Baudelaire, Shaw, Frank Harris, Lawrence, Joyce, Henry Miller. Claro que, con el tiempo, el arte triunfa sobre la censura. Los sonetos de Aretino estuvieron prohibidos durante cuatrocientos años; hoy representan un mero capítulo de la literatura clásica. En 1857 se siguió un proceso aLas flores del mal, pero hoy la obra de Baudelaire figura hasta en los programas para alumnos liceanos. (...)
..... Quizás valdría la pena preguntarse por qué ciertas obras de arte, acusadas inicialmente de pornografía, son finalmente aceptadas en su verdadero valor. ¿Qué significado tiene semejante transición? ¿Pasajes que son obscenos para una determinada época y moralmente admisibles para otras? ¿O será simplemente que la franqueza erótica viene en algunos libros unida a otras franquezas (sociales, políticas), y son estas, aunque resulte más elegante no mencionarlas, las que provocan el verdadero escozor? Traten o no temas eróticos, los escritores suelen oponerse a la censura moral , ya que siempre es previsible que ese tipo de vigilancia se extienda fácilmente a otros rubros. (...) Con todo, resulta muy útil recordar una indicación que hiciera llegar Baudelaire a su abogada (...), quien lo defendió ante la 6ª Cámara Correccional con motivo del proceso de Las flores del mal: "El libro debe ser juzgado en su conjunto, y entonces surgirá de él una terrible moralidad". Estas tres palabras "en su conjunto", están indicando una posible norma. Por eso la mayoría de los autores que más arriba menciono están incorporados a la literatura universal, pese a todas las citas aparentemente obscenas que puedan extraerse de sus obras. Sucedió tan solo que el conjunto no era obsceno. Cuando Theodor Schroeder sostiene que "la obscenidad no está en ningún libro ni representación, sino que es una cualidad de la mente que lee o mira"(...) está sentando un precepto que ya comparecería en San Pablo, quien en su Epístola a los Romanos (cap. 14, vers. 14) dice: "Yo sé, y estoy seguro en el Señor Jesús, ninguna cosa es inmunda de por sí, solamente lo es para quien la considera inmunda."
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