lunes, 11 de noviembre de 2013

Mucho Facebook, ¿poca concentración?

La obsesión por consultar las redes sociales y WhatsApp hace aflorar un nuevo fenómeno: la atención parcial continua. Los jóvenes siguen leyendo, en pantalla y papel, pero les cuesta más ver cine




En un anuncio televisivo actualmente en emisión, dos niños dibujan a sus familias. Uno de ellos dibuja a papá, mamá y a sus hermanos, todos con un móvil pegado a la oreja. Lo que el spot quiere transmitir es una oferta con acceso ilimitado al móvil. ¡Usad el móvil todo lo que queráis! ¡Correo electrónico, vídeos, Facebook, Instagram, WhatsApp!
Pasamos muchas horas pegados a una pantalla. Por trabajo, pero cada vez más por placer, porque es útil para comunicarnos, nuestra prioridad. Comprobar si hemos recibido un nuevo mensaje electrónico (cosa que solemos hacer varias veces al día, obsesión recientemente bautizada como infobesidad), mantener varias conversaciones en grupo por WhatsApp, consultar confesiones y noticias a través de Facebook, Twitter y otras redes sociales… Y lo hacemos en todo momento: mientras vemos la televisión, comemos o incluso en plena obra de teatro (algunos teatros optan, en ocasiones, por permitir el uso del móvil durante la función para que compartan lo que ven en redes sociales).
Todos (o la mayoría) hemos caído víctimas del influjo digital. Los menores también. En Estados Unidos y Alemania, los adolescentes pasan siete horas y media diarias usando medios digitales.
En un anuncio televisivo actualmente en emisión, dos niños dibujan a sus familias. Uno de ellos dibuja a papá, mamá y a sus hermanos, todos con un móvil pegado a la oreja. Lo que el spot quiere transmitir es una oferta con acceso ilimitado al móvil. ¡Usad el móvil todo lo que queráis! ¡Correo electrónico, vídeos, Facebook, Instagram, WhatsApp!
Pasamos muchas horas pegados a una pantalla. Por trabajo, pero cada vez más por placer, porque es útil para comunicarnos, nuestra prioridad. Comprobar si hemos recibido un nuevo mensaje electrónico (cosa que solemos hacer varias veces al día, obsesión recientemente bautizada como infobesidad), mantener varias conversaciones en grupo por WhatsApp, consultar confesiones y noticias a través de Facebook, Twitter y otras redes sociales… Y lo hacemos en todo momento: mientras vemos la televisión, comemos o incluso en plena obra de teatro (algunos teatros optan, en ocasiones, por permitir el uso del móvil durante la función para que compartan lo que ven en redes sociales).
Todos (o la mayoría) hemos caído víctimas del influjo digital. Los menores también. En Estados Unidos y Alemania, los adolescentes pasan siete horas y media diarias usando medios digitales.

Desde la Federación de Editores de España, sin embargo, no creen que los menores lean menos. “Frente al tópico generalizado, es el sector más lector”, dice Antonio María Ávila, secretario de la federación, cuyo Anuario 2012 concluye que el 84,6% de los menores lee en su tiempo libre. “Y es lógico, están escolarizados al 100%. Pero hay dos tipos de lectura, una práctica y otra más reposada. Lo que sucede al leer digitalmente, a través de una tableta o del ordenador, es que uno siente más la necesidad de comentar lo que lee con todo el que pueda”.
Eva Martín, madrileña de 13 años, está de acuerdo con Ávila. Ella juega a Minecraft en el ordenador, usa “mucho” Facebook y Twitter, pero también lee casi todas las noches un libro en la cama. “Tengo tiempo para leer y para comunicarme por WhatsApp. Son cosas distintas. Me gusta hundirme en la lectura. Ahora estoy leyendo Las lágrimas de Shiva, que es misteriosa e interesante. Me lo han pedido en el colegio. Y he escrito un cuento de 28 páginas de un niño que encuentra un anillo mágico, que es la puerta a una casa muy extraña”.
¿Se nota el cambio en los institutos? Según Amparo Torralbo, profesora de Lengua y Literatura en el IES Joaquín Araujo, de Fuenlabrada, se nota el cambio en su manera de escribir. “Me acuerdo de la primera vez que vi ‘catalán’ escrito con k. ¡Hay que ser burro!, pensé. Vemos errores gordísimos que pueden deberse a las nuevas tecnologías y veo que afecta a los chicos, a su expresión, porque te plantan una abreviatura enseguida”. En cambio, mantienen el nivel de lectura, afirma esta profesora. “Leen lo mismo que antes, pero de otra manera, se lo descargan en vez de comprar el libro físicamente. Cambian el soporte. Pero que lean o no depende más de sus gustos e intereses. Aunque muchos tienen una dependencia total del móvil”. Torralbo tiene un hijo adolescente al que le encanta jugar con la videoconsola y, como muchos padres, le ha puesto límites: solo puede usarla el fin de semana.
Adriana Díaz, cacereña de 24 años, lee directamente desde su móvil. “Se ve peor que en papel, pero… Es una novela ligera tipo Cincuenta sombras de Grey que me recomendaron”. Díaz aporta otra pista: confiesa que le cuesta ver una película entera. “Es que son dos horas, se me hace difícil mantener la atención… Una serie se me pasa más rápido. Creo que hemos perdido la capacidad de concentrarnos. Todo se ha vuelto más rápido, más en pequeñas píldoras”.
José Antonio Luengo, psicólogo educativo, imparte clases de Técnicas de Comunicación en Educación en la Camilo José Cela y dice que, aunque la creencia generalizada es que vamos a peor, él no lo cree. “Es cierto que nuestros chicos pasan mucho tiempo enganchados a las pantallas y a las tabletas. Básicamente están desarrollando procedimientos de comunicación diferentes a los ordinarios, pero que también son importantes. Lo importante, lo que debemos estudiar, es si en la escuela se introduce y se trabaja de forma eficaz la interpretación de textos y la escritura en formato digital. Es importante que sigan manejando el libro en papel y de esto depende que en educación primaria lean textos y hagan resúmenes. Eso se hace y se va a seguir haciendo en la escuela”.
No hay que mirar hacia otro lado porque los adolescentes viven en la era digital y se comunican con todo el mundo, opina Luengo. El experto cree que las escuelas tienen un reto, que es enseñarles habilidades para la lectura digital. “El profesor tiene que saber que hay una serie de habilidades que él puede aprender. Esa es una asignatura que tiene el docente también para la que no estamos suficientemente formados”. A pesar de todo, Luengo cree que el cambio no está afectando a la capacidad de lectura de los más jóvenes. “Sí están leyendo, aunque sea en el Facebook, están adquiriendo las claves de la lectura. Yo creo que nuestros chicos cuando elaboran un texto o hacen un comentario están poniendo negro sobre blanco sus ideas. Lo que sucede es que en la lectura en pantalla, la lectura profunda es incompleta. El problema es que pasamos demasiado tiempo en ese tipo de lectura y dedicamos menos a la más sosegada. La captura no es la misma cuando lees una página en papel sin interrupciones. En la lectura digital hay una cierta dispersión. Vas de una pantalla a otra, el texto te lleva a un vídeo y luego a un mapa, y la concentración es menor, aunque la cantidad de lectura es mayor”.
Según los expertos, hay un nuevo fenómeno que afecta cada vez a más personas: la atención parcial continua. Es lo que sucede cuando pasamos mucho tiempo ante una pantalla, “que estamos pendientes de muchas cosas, pero sin llegar a solidificar nada”, describe Luengo. “Algo así como ‘el que mucho abarca poco aprieta”. Para luchar contra el fenómeno, cree que debemos buscar un equilibrio. “El libro en papel nos permite una vida interior que es indispensable vivir y que no es tan fácil de experimentar cuando se está ante una pantalla que permite ir de un sitio a otro. Hay que equilibrar el abordaje de los textos. Porque la incapacidad que estamos observando en los alumnos les impide tener ese mundo interior. Es importante que interpreten bien lo que leen. Les digo, pinchad y leed, pero volved a la página original y haced anotaciones de lo que habéis leído”.
Isidro Moreno, profesor de Tecnologías de la Información y la Comunicación en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, incluye una nueva referencia: el conocimiento puzle. “Internet y todos los dispositivos móviles hacen que los jóvenes interpreten el mundo mediados por las tecnologías, se crea un conocimiento puzle o una sociedad mosaico. Mis alumnos manejan los medios con bastante soltura, pero se quedan solo en la parte externa de los medios, no profundizan. No les da tiempo, nadie les ha preparado y los profesores no estamos preparados en ver qué hay detrás”. “Todo esto va en detrimento de la lectura clásica, tradicional”, continúa Moreno. “Pero nos falta tiempo y sosiego para sentarnos y leer. Y cuando a los más jóvenes se lo facilitas, lo hacen, pero hay que facilitar que se dé esa situación y crearles la necesidad. Por suerte la gente joven es muy lista”.
En la Fundación Sánchez Ruipérez han hecho varios estudios (en los que han participado 300 personas) sobre el impacto de la lectura digital en menores y adultos. “Desde 2008 defiendo que lo digital va a cambiar la forma de leer”, dice Luis González, director de la fundación, que explica sus conclusiones: “Esta fundación cree que lo importante no es obsesionarse con cuánto leen las personas. Todos los estudios que manejamos nos dicen que los niños leen más ahora que los de hace 10, 20 y 30 años, tanto en número de libros como en frecuencia. La gente que maneja libros electrónicos dedica más tiempo a leer que antes. Luego, en el caso de las tabletas hay otro componente positivo y es que conecta unos con otros, al contrario de los libros confinados. La desventaja es que, al tener Internet en la tableta, me salen comunicaciones continuamente y me despisto. A partir de ahora vamos a tener varios tipos de lecturas: una lectura de navegación muy superficial y esa forma de ojear se va a trasladar a la lectura de libros digitales. Y luego va a haber una lectura más pausada”.
González recuerda la primera vez que leyó en un Kindle: “Subrayé una frase y el aparato me informó de que 17 personas en el mundo habían subrayado la misma frase. Me pareció muy potente e inquietante”. Él también alude a la necesidad de buscar un equilibrio. “La lectura profunda es fundamental porque te genera una capacidad de abstracción mucho mayor, te obliga a mantener un concepto a lo largo de muchas páginas. Si nos dedicamos solo al pimpam pimpam, nos devaluamos como lectores. Yo ahora me defino como un lector posdigital. Personas que hemos asumido esto y nos reencontramos con la lectura en verano y nos entregamos a una lectura más lujosa y placentera que cuando solo teníamos el papel”.

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