A Ernesto Samper (Bogotá, 1950) se le había olvidado lo que era mudarse a otro país, o, como él dice, un “trasteo internacional: una especie de derrumbe”. La última vez que dejó Colombia fue cuando se instaló en Madrid, en 1998, tras acabar su mandato como presidente. Un periodo salpicado por las acusaciones de haber utilizado dinero procedente del narcotráfico para financiar su campaña. Su principal rival político entonces, el también expresidente Andrés Pastrana, ha criticado su nombramiento como secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Samper, que cuenta con el respaldo del actual mandatario, Juan Manuel Santos, prefiere no pronunciarse: “Creo que mi contribución a la estabilidad en la región no consiste en pisar incendios, sino en apagarlos”, asegura por teléfono desde Bogotá.
El expresidente ultima sus días en Colombia antes de viajar el sábado a Quito (Ecuador), donde se instalará. Una semana, esta, de despedidas, llena de “nostalgia” por “separarse, poco a poco, de los nietos, que son muy querendones”. “El lunes estaremos ya despachando”, asegura sobre su nueva ocupación al frente del organismo de integración creado en 2008 y sobre cuya funcionalidad hay todavía muchas dudas.
Pregunta. ¿Cuáles son los principales desafíos de Unasur?
Respuesta. La región ha hecho muchos esfuerzos por reducir los niveles de la pobreza, pero el fenómeno de la desigualdad sigue siendo crónico. Otra tarea debe ser aprovechar los recursos naturales que tenemos. Habrá que tratar también temas que tendrán que ver con la gobernabilidad. La región está atravesada por muchas lanzas relacionadas con la inseguridad: la ciudadana, la alimentaria, naturales, como el calentamiento global... Más las patologías tradicionales, como el narcotráfico o el tráfico de armas. Aunque la región ha mostrado un comportamiento adecuado en los últimos 10 años, no está exenta de dificultades. Mi intención es prevenir que esas dificultades se conviertan en problema.
P. ¿Por qué Unasur no termina de ser efectivo?
R. Porque de alguna manera ha abandonado su misión original, que era servir de escenario para establecer un diálogo político en la región. Ese papel hay que recuperarlo. Unasur tiene que redefinir los términos de relación con otros países, particularmente con Estados Unidos, pero no sobre la base de la confrontación.
P. ¿Va a participar Unasur en las negociaciones entre Colombia y las FARC?
R. No propiamente en las negociaciones, porque el esquema que se ha diseñado para el proceso que se está dando en La Habana es sin intermediación internacional. Un proceso en el cual ha servido muchísimo la tarea de facilitación que han tenido países como Cuba, como Venezuela, como la que podrían cumplir en el inminente proceso de negociación con el ELN otros países como Ecuador y Brasil. A partir de las negociaciones lo que vienen son una serie de procesos relacionados con la justicia para establecer la verdad, para hacer justicia, para ofrecer reparación a las víctimas. En toda esta etapa creo que el papel que puede cumplir Unasur es importante, porque tiene credibilidad en las dos partes.
P. Uno de los impulsores de la Unasur fue Lula. ¿Por qué cree que Dilma no se ha implicado tanto?
R. Ella ha estado encima de una serie de temas que le interesan. Le puedo asegurar que Brasil está metido en los temas de Unasur. En los temas que les interesan están muy entusiasmados.
P. ¿Qué impacto puede tener en la región un acuerdo de paz entre Colombia y las FARC?
R. Definitivo. Constituiría una zona de paz en el mundo. En Sudamérica no hay conflictos étnicos o religiosos al estilo europeo, no hay una presencia nuclear ofensiva. La cereza en el pastel era acabar con el conflicto armado más viejo en el mundo.
P. Recientemente se reunió con el presidente de Ecuador, Rafael Correa. ¿Concretaron la participación de Ecuador en una posible negociación con el ELN?
R. No. Estos no son temas que maneja Unasur. Son temas que se están manejando por el Gobierno colombiano y por las partes que se sentarían en la mesa. Pero debo reconocer que Ecuador ha sido un país muy solidario con los procesos de reconciliación de Colombia, incluso pagando un coste muy alto por ello.
P. Unasur logró que el Gobierno y la oposición venezolana iniciaran un diálogo tras los disturbios de febrero. Las conversaciones no llevaron a nada. ¿Le preocupa la situación de Venezuela?
R. Por supuesto, pero el diálogo en este momento está congelado, no roto. La acción que han venido desarrollando los cancilleres de Ecuador, Brasil y Colombia en nombre de Unasur ha sido una acción discreta, pero efectiva. Tengo elementos de juicio para pensar que en un plazo razonable habría posibilidades de volver a reiniciar esa tarea. Mi posición particular es que más importante que lo que se negocie en este tipo de mesas es lo que se prenegocie para que no fracasen y lleguen a buen término. Tenemos un buen ejemplo en lo que fue la preparación de los diálogos de La Habana, en los que se llegaron a más de 120 prenegociaciones antes de sentarse en la mesa.
P. ¿Venezuela es una de sus prioridades?
No podemos pasar del fundamentalismo de la prohibición al de la legalización en la lucha contra las drogas”
R. Sí, por supeusto. Temas como el de la paz de Colombia, la estabilidacion política de Venezuela, respetando las reglas de la democracia, la reivindicación de la soberanía económica que tienen los países del área a raíz del caso de Argentina con los fondos buitres... Todos son temas a los que habrá que prestar atención
P. El presidente Maduro ha celebrado su nombramiento. ¿Cómo es su relación con él?
R. Tenemos una buena relación. Era el puente de comunicación con el presidente Chávez cuando sucedieron algunos enfrentamientos entre Colombia y Venezuela hace algunos años. Yo intervine para tratar de calmar los ánimos y él era canciller. El presidente Maduro es un hombre de diálogo, un hombre de paz. Sobre eso se pueden trabajar muchas cosas para el bien de la región.
P. ¿Qué cree que habría que cambiar en la política de lucha contra las drogas?
R. Las opiniones que yo exprese no necesariamente comprometen de manera específica a los países de Unasur. El péndulo está cambiando. Estamos pasando de la prohibición hacia otra política. Personalmente no pienso que sea la de la legalización. No podemos saltar del fundamentalismo de la prohibición al de la legalización. Estamos siendo duros con los eslabones débiles de la cadena: con los consumidores, con los campesinos, con los pequeños correos que transportan la droga. Y estamos siendo blandos con los duros, que son los narcotraficantes y el crimen organizado, que es contra quienes tienen que ir destinados los esfuerzos de represión. Seguramente esos temas serán discutidos en la próxima cumbre [30 de octubre en Uruguay] de manera informal. No se trata de sacar resoluciones o producir decretos, pero sí ir ambientando unas posiciones concretas alrededor de esos temas.
JAVIER LAFUENTE Madrid
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