La propia enfermedad que combatía acabó con la vida del médico de Sierra Leona
El jeque Umar Khan representa, como pocos, la dureza del brote de ébola que afecta a su país, Sierra Leona, y a los vecinos Guinea y Liberia. Responsable de la lucha contra el virus en el departamento de Kenema (Sierra Leona), ingresó en el Kailahun Ebola Centre, atendido por Médicos sin Fronteras, hace poco más de una semana. Falleció el 29 de julio. El próximo 11 de septiembre habría cumplido 40 años.
Khan ha sido considerado un héroe por las autoridades de su país. Dirigía en su hospital el departamento de Lassa, otro virus hemorrágico primo hermano del ébola. Con razón y orgullo presumía de que su centro era el único del África Occidental que estaba preparado para diagnosticar el ébola y otros virus parecidos, y todo gracias al trabajo de su equipo. Antes de ello había que mandar las muestras a Alemania.
La importancia de este tipo de avances se ha hecho más evidente que nunca en el actual brote, que según el último recuento va por los 1.323 afectados, de los que han fallecido 729. Tener un diagnóstico rápido del ébola, sobre todo al principio de su manifestación, cuando los síntomas no son concluyentes, es muy importante para proceder al aislamiento de los enfermos e intentar, así, romper la cadena de transmisión. Organizaciones como el Instituto Pasteur francés o el CDC estadounidense, aparte de la Organización Mundial para la Salud, han desplazado laboratorios a la zona para agilizar este paso fundamental.
El médico también había ayudado a combatir el estigma de la enfermedad, y, por su afición a la genómica —una de las ramas que él consideraba con mayor futuro— había concluido que el ébola no era tan extraño a Guinea como se creía, y que el virus no había llegado a la región desde otros países, sino que ya estaba en ella, aunque no se hubiera manifestado.
Khan había estudiado en el College of Medicine and Allied Health Sciences (COMAHS) de Sierra Leona, donde se graduó en 2001 en Cirugía y Medicina Tropical. Tras ocupar varios puestos oficiales, en 2005 llegó al hospital de Kenema. Se da la trágica coincidencia de que su predecesor como responsable de la lucha contra las hemorragias víricas, Aniru Conteh, había muerto de otro de estos patógenos, el virus de Lassa.
Khan ha sido quizá el más destacado de los médicos y profesionales sanitarios que, en su intento por ayudar a los afectados por esta enfermedad, que puede tener tasas de mortalidad cercanas al 90% (aunque, de momento, este brote ronda el 60%) han resultado infectados. En algunos momentos se ha calculado que hasta un 30% de las víctimas pertenecen a los servicios sanitarios. Esto es una muestra de la extrema peligrosidad de su trabajo. Khan estaba considerado como uno de los mayores expertos mundiales en el tratamiento de estos enfermos, por lo que, para él, las medidas de prevención no eran en absoluto desconocidas. Esa experiencia no fue suficiente, lo que demuestra la gravedad del reto al que se enfrentan los sanitarios de los países afectados.
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