Julio Cortázar cumpliría 100 años el 26 de agosto, y su obra nos transmite hoy la misma turbadora percepción de lo cotidiano que ayer.Rayuela, la antinovela total, muestra a los lectores cómplices que el sentido de la existencia humana está en la búsqueda de “una vida digna de ese nombre”, aquí y ahora. Sus libros de cuentos, Historias de cronopios y de famas, Final del juego, Bestiario…,nos atrapan desde el humor o el misterio más inquietante, entre lo natural y lo fantástico.
Leo de nuevo ahora por este motivo uno de sus primeros y más celebrados relatos, Casa tomada, que publica en 1946, el año del triunfo de Perón. En él asistimos atónitos al proceso inexplicable por el que alguien, o algo, no se sabe qué, irrumpe en nuestras vidas y se adueña poco a poco de todo. Primero nos sentimos algo incómodos en casa, más estrechos, aunque nos acostumbramos a la nueva situación sin apenas protestar. “Se puede vivir sin pensar”, conceden entonces los inquilinos. Hasta que, casi sin darnos cuenta, ese ente desconocido y sin nombre nos acaba expulsando sin remedio de nuestra propia casa, que tenemos que abandonar con lo puesto. Y tiramos la llave a una alcantarilla para no volver más.
Cortázar, pocos años después, tuvo que dejar su país, al que nunca volvió. Muchas personas, especialmente las más jóvenes, han debido marcharse del nuestro en estos últimos años. Nuestra obligación y responsabilidad colectiva es buscar, y encontrar, la llave que les permita regresar algún día.
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