Sue Lloyd-Roberts
BBC
Víctimas de la mutilación genital femenina en Burkina Faso luchan por someterse a una cirugía para dejar de sentir dolor al mantener relaciones sexuales y experimentar placer.
Fondos aportados por el movimiento raeliano en Estados Unidos permitieron la construcción de un hospital con este único objetivo.
Sin embargo, éste nunca llegó a abrirse, y aquí le narramos el porqué.
Ser como las demás
Una esbelta mujer se dirige a un grupo de mujeres sentadas bajo un árbol de mango en un pueblo en el oeste de Burkina Faso. La temperatura es de 35ºC a la sombra, el aire es polvoriento y sofocante.
La mujer escucha atentamente a Adjara, de 38 años, que acaba de regresar de la ciudad. "Te digo la verdad", dice, "¡Lo he visto con mis propios ojos!".
Adjara habla del primer hospital en el mundo construido con el único objetivo de restaurar el clítoris y que está a punto de inaugurarse en la ciudad de Bobo, a 50 km de donde están.
"Podemos ser como las demás mujeres", dice.
El hospital del placer
"Yo tenía cinco años cuando me llevaron a que me cortaran. La vieja usaba el mismo cuchillo con todas nosotras. Fue tan doloroso. Lloré y lloré"
Adjara
Se trata de un hospital financiado por el movimiento raeliano de Estados Unidos con el objetivo de atender a víctimas de la mutilación genital femenina e intentar poner fin al sufrimiento que experimentan cada vez que mantienen relaciones sexuales y permitirles recuperar su derecho a sentir placer durante el coito.
El pueblo donde se encuentran las mujeres, Moussodougou, es de lo más pobre que se puede encontrar dentro de uno de los países más pobres de África.
No tiene electricidad, ni agua corriente, y sólo una quinta parte de los niños van a la escuela.
Los hombres dan la impresión de pasarse el día sentados al sol, mientras las mujeres buscan y cargan contenedores de agua y muelen el mijo y el sorgo para preparar la comida del día.
"Puede que seamos pobres", dice Adjara, "pero sexualmente las cosas están cambiando".
Usaba el mismo cuchillo para todas
Mientras me pasea por el pueblo me cuenta que casi todas las mujeres solían ser mutiladas.
"Yo tenía cinco años me llevaron a que me cortaran. La vieja usaba el mismo cuchillo con todas nosotras. Fue tan doloroso. Lloré y lloré".
Adjara me lleva a su casa, una oscura cabaña de unos ocho metros de ancho, con pesados cuencos de barro apilados en estanterías.
"Fueron parte de mi ajuar de boda", explica. "Cuando te casas, tu madre te da cuencos para que te los lleves. Pero si no te cortan, no te dan cuencos y no te puedes casar".
Hace diez años, trabajadores sanitarios llegaron al pueblo y explicaron los problemas que normalmente se asociaban a la brujería: la muerte de niñas tras la mutilación y problemas de parto que resultaban en más muertes. "Eran por los cortes, nos dijeron, así que paramos", apunta Adjara.
Ahora les dicen que sus clítoris pueden ser restaurados y que el dolor que sienten cada vez que mantienen relaciones sexuales parará y podrán incluso experimentar placer.
"Soy feliz", dice el marido de Bebe, de 24 años, quien acudió a despedir a su esposa en su viaje a Bobo para someterse a la operación.
"No me gustaba que llore cada vez que entro en ella", señala.
Expedición al hospital
Un total de 26 mujeres se agolpan en los 18 asientos del autobús.
Se amontonan una sobre la otra, algunas cargando bebés o niños pequeños. Apenas hay espacio para respirar pero hablan e incluso cantan a lo largo del viaje de cuatro horas a lo largo de caminos de barro rojizo y calles polvorientas de los pueblos, esquivando vacas y cabras que aparecen en el camino.
El sol se está poniendo cuando el autobús se detiene cerca del hospital. La vista del llamado "Hospital del Placer", como a sus promotores les gusta llamarlo, es impresionante: grande, muy nuevo, pero muy cerrado.
Afortunadamente, el marido de Adjara trabaja como guardia de seguridad en el lugar, así que les consigue una habitación en la planta baja y todas ellas se recuestan sobre el suelo y esperan.
A la mañana siguiente, un miembro del comité que organiza el hospital, Banemanie Traore, llega con la devastadora noticia de que, aunque el gobierno permitió que se construyera el hospital, no les dejan abrirlo.
"Soy muy feliz"
Banemanie es una mujer de 59 años, con cabello arreglado en tirabuzones, que me cuenta que su clítoris fue "restaurado hace seis años". "Ahora soy muy feliz", dicde.
Lleva un distintivo símbolo dorado alrededor de su cuello, una esvástica rodeada de una estrella de David. Ella es raeliana y ahí puede que esté el problema.
Los raelianos creen que el planeta Tierra fue creado por extraterrestres que todavía lo gobiernan y que algún día volverán para juzgar a la Humanidad.
Creen en los ovnis y que nuestro objetivo en este planeta es perseguir el placer.
Hace diez años, raelianos pudientes de California y Canadá crearon una ONG llamada Clitoraid. Invitaron a donantes, juntaron US$400.000 e iniciaron hace ocho años la construcción del edificio del Hospital del Placer.
Se supone que tiene que abrirse esta semana y ya hay mujeres de toda África llegando a Bobo para someterse a la operación.
Banemanie Traore está convencida de que el ministerio ha detenido el proyecto por razones religiosas. Dice que católicos poderosos en el país han presionado al gobierno. "No quieren que las mujeres sientan placer", dice.
Pero no tiene sentido, añade. "Hay 130 millones de mujeres en África que han sido mutiladas y a las que se les ha negado el placer. Si alguien tiene la idea de construirles un hospital, tienes que dejarles".
Voluntarios de EE.UU.
"Vine porque creo que la mutilación genital femenina es un crimen contra la Humanidad "
Marci Bower, cirujana
Mientras tanto, ya llegó un equipo médico de Estados Unidos, liderado por Marci Bowers, quien nació con el nombre de Mark, y es un reconocido experto en cirugía de trasgénero.
La conocí en su primer día en África, mirando divertida los polvorientos edificios y a los vendedores callejeros que la perseguían por todas partes.
"Te hace apreciar tu hogar en Chicago", dice mientras compra un brazalete plateado de uno de los vendedores y un trozo de tela de otro.
"Vine porque creo que la mutilación genital femenina es un crimen contra la humanidad y estoy en una misión humanitaria. No soy raeliana, pero pienso que es una gran cosa lo que están haciendo".
Los cinco médicos estadounidenses están aportando su tiempo voluntariamente y ahora no tienen dónde operar.
Pero un médico local trata de ayudar. El doctor Da ofrece su clínica en Bobo, la Clinica Lorentia, para llevar a cabo las operaciones.
Las mujeres del pueblo que hacen cola en el hospital son llevadas a la clínica.
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