Juan Carlos Pérez Salazar
BBC Mundo, Ciudad de México
Salvador Sánchez Cerén fue declarado oficialmente presidente de su país. De esta manera, además de resolver el limbo político en el que se encontraba El Salvador desde hace una semana, se producen dos hechos inéditos en esa nación centroamericana: un exguerrillero llega a la presidencia y la izquierda es reelegida en el poder.
Algo que, cuando empuñaba las armas en las filas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en la década de los 80, seguramente estaba muy lejos de las esperanzas de este maestro de escuela de 69 años de edad.
Pero, además, se une a un nuevo fenómeno en América Latina: el de personas que se alzaron en armas contra el Estado y que ahora, gracias a los procesos de paz realizados en la región durante las últimas décadas, llegan al poder por vías democráticas.
Tal es el caso del presidente José Mujica, de Uruguay y del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro.
Y aunque no realizaron acciones armadas, las presidentas de Brasil, Dilma Rousseff, y de Chile, Michelle Bachelet, también estuvieron en la clandestinidad y fueron torturadas.
De la enseñanza a las armas
Sánchez Cerén nació en 1944 en el municipio de Quezaltepeque, en el oeste del país, en el seno de una numerosa familia (eran 12 hijos), su padre era carpintero y artesano y su madre vendía comida en un mercado.
Estudió educación en San Salvador y -diría años después- conoció la pobreza real en su primera asignación como maestro rural, en el cantón (pueblo) Tilapa en Huizúcar.
Era una época en la que los campesinos no enviaban a sus hijos a la escuela porque, recuerda, "decían que los estudios no dan para comer".
En 1965, a los 21 años de edad, se integró a la Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños 21 de Junio (ANDES). En 1972 se unió a las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí, la primera organización alzada en armas de su país, creada en 1970.
Este seria uno de los cinco grupos que, en 1980, se unirían bajo el nombre de Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional organización que condujo una fiera guerra civil contra el gobierno salvadoreño.
La guerra civil -que dejó al menos 75.000 muertos- finalizó en 1992, con los Acuerdos de Paz de Chapultepec, firmados en Ciudad de México.
Precisamente, Salvador Sánchez Cerén -quien entró de lleno en la clandestinidad en 1978- fue uno de los delegados oficiales del FMLN a esos acuerdos. En ese proceso empezó su vida política legal, a la cual se dedicó totalmente en la etapa de post-conflicto.
Después de eso fue dos veces coordinador general de su partido y diputado en tres períodos consecutivos.
Finalmente, en 2009 llegó al poder como fórmula a la vicepresidencia de Mauricio Funes. También se desempeñó como ministro de Educación. En 2012 anunció su intención de aspirar a la presidencia.
El presidente electo de El Salvador es casado con Rosa Margarita Villalta. Tiene un hijo, tres hijas, 10 nietos y una bisnieta.
El primero
Antes de Sánchez Cerén, dos excomandantes del FMLN habían aspirado a la presidencia en El Salvador: Facundo Guardado en 1999 y Schafick Handal en 2004.
Ambos perdieron, lo que consolidó la percepción de que las heridas de la guerra civl estaban muy frescas como para elegir a alguien tan directamente involucrado en ella. A eso se sumaba las férreas campañas del partido Arena (derecha), que no dejaban que el pasado de sus enemigos políticos se olvidara.
Esto hizo que, para 2009, el FMLN eligiera como candidato a la presidencia a Mauricio Funes, un popular periodista ajeno al partido y quien nunca había pertenecido a una organización guerrillera.
Sin embargo, ahora, exactamente 22 años después del fin de la guerra civil, buena parte de los salvadoreños parecen dispuestos a dejar que las heridas del pasado se cierren.
El pasado guerrillero de Sánchez Cerén, así como la campaña para compararlo con el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez o vincularlo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), no parecieron molestar al 50,11% del electorado que votó por él.
Esos ataques y comparaciones es algo a lo que Sánchez Cerén está acostumbrado, pues también ocurrieron cuando cuando llegó a la vicepresidencia en 2009.
Sin embargo, sí parecen haber contribuído a reducir notablemente la diferencia que había sacado Sánchez Cerén en la primera vuelta, en marzo, al candidato de Arena, Norman Quijano, de diez puntos a 0,22% en la segunda.
Lo que se viene
Con sólo 6.364 sufragios separándolo del ahora presidente electo, Quijano ha rechazado los resultados y ha denunciado fraude.
Los fantasmas del sangriento pasado nunca parecen muy lejos de la superficie en El Salvador.
El domingo de las elecciones, Quijano los invocó al decir: "Nuestra Fuerza Armada está pendiente de este fraude que están fraguando".
La referencia era tan evidente que el propio ministro de Defensa, David Munguía, le salió al pasó y convocó a una rueda de prensa para rechazarla.
Luego, Quijano tuvo que dar explicaciones: "En ningún momento pedí al ejército un intervencionismo o golpe de estado o nada por el estilo", aseguró posteriormente.
Para algunos, es una muestra de los temores subyacentes entre los salvadoreños al militarismo y la violencia política, aunque la experiencia en el resto de América Latina ha sido diversa.
José Mujica, en Uruguay (quien militó en el movimiento guerrillero Los Tupamaros), se ha convertido en una estrella de la izquierda internacional, no sólo por dejar el camino de las armas y escoger la vía política, sino por su austero modo de vida y por impulsar en su país medidas liberales como la legalización de la marihuana.
Lo opuesto
El caso del colombiano Gustavo Petro ha sido distinto. Al ex comandante del M-19 (se desmovilizó en 1990) y actual alcalde de la ciudad de Bogotá, sus opositores no le han permitido olvidar su pasado en las armas.
Y -dicen sus simpatizantes- han tratado de sacarlo del poder por todas las maneras posibles.
Además de a una prensa que considera en su mayor parte adversa, Petro ha tenido que enfrentarse a un referendo para revocar su mandato -impulsado por un concejal opositor- y a la destitución e inhabilitación para ejercer cargos públicos por 15 años ordenada por la Procuraduría General. Algo que, dicen quienes lo apoyan, tiene claras intenciones políticas
Sin embargo, sus opositores hablan de una persona incapaz de administrar una ciudad como Bogotá y de lograr consensos y alianzas políticas. Como sea, en los últimos meses la gobernabilidad de la capital colombiana se ha visto afectada por estos hechos.
¿Sucederá en El Salvador algo parecido a lo de Uruguay o Colombia?
Hasta ahora, la única referencia (y propuesta política concreta) que Salvador Sánchez Cerén ha hecho sobre la guerra civil fue su promesa de derogar la Ley de Amnistía, una enmienda que se incluyó en los acuerdos de paz y que impide los juicios por crímenes de guerra.
Sin embargo, con una diferencia tan exigua en la votación y con un partido opositor que no le perdona su militancia armada (aunque Arena también tiene esqueletos en el armario, como los vínculos que le atribuyen con grupos paramilitares y escuadrones de la muerte), no será lo último que escucharemos desde El Salvador del presidente que fue guerrillero.
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