Cansada de vigilar la máscara, la mujer
se sienta al final del día frente al espejo.
Una a una va quitando las arrugas,
las líneas amargas que cercan la boca,
eleva los párpados, limpia con un paño,
húmedo las canas, levanta los pechos,
sacude del cuerpo los kilos de más.
Luego se acuesta en la cama, a llorar.
Se pregunta por qué no viene a acunarla
su madre. Es tan joven, está tan desnuda
y tiene tanto, tanto frío.
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