viernes, 14 de marzo de 2014

Nepal encara una nueva identidad

Lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales avanzan en la consecución de derechos

La nueva democracia se enfrenta al reto de una constitución y de una sociedad incluyentes



“Me miro al espejo desnuda y no entiendo cómo una parte tan insignificante de mi cuerpo ha determinado tanto mi vida”. Sirju Margar deja sobre la mesa el documento de identidad de Kumar, el hombre que no quiere ser. “Estoy cansada de esconderme. Cuando vuelvo a visitar a mis padres tengo que travestirme de quien no soy”, explica mientras descubre su pelo largo bajo el pañuelo tradicional nepalí (kurta).
El año pasado, la comunidad de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales e intersexuales (LGBTI) de Nepal consiguió el reconocimiento oficial del tercer género en los documentos de ciudadanía; acontecimiento esperado desde la sentencia del Tribunal Supremo de 2007. La decisión hizo valer los Principios de Yogyakartasobre la aplicación del derecho internacional de derechos humanos a temas de orientación sexual e identidad de género. Y estableció la certificación del género de una persona bajo el único criterio de su autodeterminación y sin necesidad de justificante alguno. Sin embargo, las administraciones locales nepalíes piden pruebas que avalen el género de los solicitantes mientras que el estado solo expide identificaciones con la nueva categoría a ciudadanos que lo solicitan por primera vez. Complicaciones burocráticas que dejan a miles de transexuales como Sirju sin la posibilidad de tener documentos que reflejen su identidad, enfrentándolos al estigma social.
Swastika Lama, de 24 años, explica la situación denigrante que tuvo que vivir a su paso por el aeropuerto: “El encargado de inmigración no podía creer que fuese yo quien él veía en mi documento de identidad. Llamó a compañeros y me preguntaron por mis órganos genitales”. Swastika es transexual y encargada de un programa de sensibilización a cargo de laSociedad del Diamante Azul, y financiado por UNICEF. La organización ha estado detrás de la evolución social y política del colectivo LGBTI en la última década y empezó siendo pionera en el tratamiento y prevención del VIH/SIDA en Nepal, labor ensalzada por el Centro Nacional para el Control del SIDA y las enfermedades de transmisión sexual (NCASC). Ahora cuenta con 750 trabajadores y numerosas organizaciones de base repartidas en 31 distritos y 40 ciudades que ofrecen servicios relacionados con prevención y sensibilización sobre derechos de la comunidad LGBTI a más de 300.000 nepalíes.
Gracias al trabajo de la Sociedad del Diamante Azul y a sus éxitos legales, Nepal se ha convertido en un referente regional en la defensa de los derechos de las minorías sexuales y de género en el sudeste asiático. Sin embargo, el Gobierno interino de la democracia en ciernes aún tiene que enfrentarse a la difícil tarea de trazar una Constitución que ofrezca identidad política al Estado y que refleje las demandas de un país con más de cien minorías étnicas y sociales.
“Hemos vuelto a acudir al Tribunal Supremo para solucionar un problema que excluye de nuevo a nuestra comunidad, contraviniendo la anterior sentencia del mismo tribunal”, cuenta Sunil Babu Pant, primer político nepalí que se declaró abiertamente homosexual y fundador de la Sociedad del Diamante Azul. Recientemente nominado para el Premio Nobel de la Paz, Pant fue quien llevó el caso en defensa de los derechos del colectivo LGBTI ante el Tribunal Supremo en 2007. La sentencia no solo ordenaba el establecimiento de un tercer género, sino que también urgía al Gobierno a eliminar todas las leyes discriminatorias relacionadas con orientación sexual e identidad de género y a crear un comité para estudiar una ley para el matrimonio entre personas del mismo sexo.
El Código Civil y Penal nepalí –Muluku Ain– solo permite el enlace entre hombres y mujeres, criminalizando las relaciones entre personas del mismo sexo. Decenas de miembros del colectivo LGBTI mantienen vidas secretas a escondidas de sus parejas heterosexuales. Hari Phuyal, abogado que intervino en el primer caso favorable a la relación entre dos lesbianas, describe el contexto legal: “El actual código habla con vaguedad de ‘relaciones no naturales’. Hay que esperar a la aprobación del estudio del comité sobre el matrimonio homosexual para revisar el código. El estudio está listo y pendiente de aprobación. Lo que hace falta es voluntad política”. Por su parte, Semanta Dahal, prominente letrado en Katmandú, subraya el estado de transición del Gobierno y la premura que supondría la implementación del matrimonio entre personas del mismo sexo sin consenso previo: “La decisión del Tribunal Supremo no declaró ninguna ley constitucional o inconstitucional, solo estableció directivas provisionales”.
Pese a su carácter provisional y no vinculante, la sentencia de 2007 dio lugar a la que Comisión Electoral también incluyese la opción otro –anya– en el registro. Algunos bancos y agencias de trekking se sumaron a la iniciativa. En un paso histórico para el colectivo LGBTI, el Gobierno decidió incorporar el tercer género entre sus opciones en censo federal de 2011. De esta forma, el primer censo conducido en un Nepal democrático se convertía también en el primero en el mundo en incluir la tercera opción sin necesidad de documento probatorio. Pero las trabas burocráticas hicieron imposible el recuento completo de los ciudadanos que optaron por la tercera vía.
La decisión del Tribunal Supremo de 2007 también dio visibilidad política a las minorías sexuales y de género, marginalizadas durante años. Y su salida del ostracismo de la vida pública supuso la entrada de su máximo representante, Sunil Pant, en la asamblea constituyente encargada de presentar el borrador de la primera Constitución moderna en Nepal, como estipula la carta magna previa.
La representación política del movimiento LGBTI se mantuvo hasta la disolución de la asamblea constituyente por falta de consenso en la redacción de la constitución. “El PCN (Partido Comunista de Nepal) nos había prometido participación en el Parlamento, pero ya no nos hacen caso”, afirma Sipha Choudari, quien aspira a representar al colectivo en el nuevo Parlamento que está por formarse. Miembros LGBTI se manifiestan a diario con el objetivo de que se tenga en cuenta a esta minoría. Los 26 asientos de la cámara que están por decidir serán adjudicados por el Gobierno a expertos y miembros de la sociedad civil (especialmente grupos marginados) según lo establecido porPlan Interino de Tres Años, pactado con la llegada de la democracia a Nepal.
Contar con representación política en el nuevo sistema parlamentario ofrecería una posibilidad histórica al colectivo LGBTI para afrontar el principal desafío del futuro: la eliminación de la violencia y discriminación social e institucional. “Tres chicos me esperaron en un callejón, me desnudaron y me violaron. Aún conservo las marcas… Y recuerdos que no podré olvidar”, cuenta Bishwaraj Adhikari, trabajador social en el centro de consultas para gais del barrio de Chandol, en la capital nepalí. Bishwaraj explica que por aquel entonces se sentía avergonzado de lo ocurrido y no denunció. Se escondió. Como se esconde de su familia, que no sabe su verdadera identidad.
Sin embargo, la ley nepalí solo reconoce explícitamente la violación de un hombre a una mujer. “La normativa sobre violaciones está siendo revisada por el mismo comité encargado de analizar la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo y la ley de familia. Todo está pendiente de pasar por el parlamento”, comenta el abogado Hari Phuyal.
La violencia es social e institucional. Human Rights Watch (HRW) denunció arrestos arbitrarios y ataques gubernamentales hacia a la comunidad LGBTI en 2013. Pese a las evidencias, Shiva Achariya, coordinador de derechos humanos en el NCASC (dependiente del Ministerio de Salud) niega que haya existido violencia contra las minorías sexuales y de género: “El Gobierno tiene cosas más importantes por las que preocuparse. Simplemente es mentira”. Entre los ataques a los que hace referencia HRW, está la suspensión de las subvenciones estatales a la Sociedad del Diamante Azul por un caso de corrupción interna. Aunque la acusación se descubrió falsa, la congelación de fondos supuso un riesgo para los beneficiarios de los programas de prevención de VIH/SIDA y para los empleados de la organización.
La Sociedad del Diamante Azul no solo ofrece servicios de prevención y sensibilización, sino que todos sus empleados son gais, lesbianas o transexuales. Una ayuda imprescindible para un colectivo socialmente excluido, pero muy especialmente para los transexuales, que por su aspecto físico tienen imposible el acceso al mercado laboral. “Las entrevistas de trabajo son humillantes, te dicen: ‘¿Cómo puedes pensar que este es un trabajo para ti?’ Yo intentaba evitar la prostitución y entré a trabajar como bailarina en un club de alterne, pero me echaron cuando se enteraron de mi identidad”, relata Barsha K. C, quien combina su trabajo a media jornada en CruiseAids, una de las organizaciones de base, con noches en Ratna Park, en el centro de Katmandú. Como Barsha, gran parte de las mujeres transexuales nepalíes se ven obligadas a ejercer la prostitución por falta de recursos.
Las mujeres transexuales están especialmente expuestas a la Ley de Ofensa Pública, que otorga poder absoluto a las fuerzas del orden público para detener a ciudadanos sin proceso previo. “Me arrestaron durante 16 días cuando estaba en un club de Thamel –barrio turístico de la capital–, acusándome de prostitución. Acabé pagando la fianza aunque no soy prostituta”, se queja Sipha Choudari. El año pasado se registraron miles de detenciones arbitrarias, incluyendo minorías sexuales y de género, principalmente transexuales.
Mira Mishra, doctora en sociología y estudios de género de la universidad de Tribhuvan (Katmandú), cree que más allá de los necesarios avances legales y políticos, se necesitan campañas generales de sensibilización de la sociedad para evitar la exclusión social y los problemas derivados de la misma. “Hombres de negocios, abogados, jornaleros y demás vienen a tener sexo con nosotras y saben que somos transexuales. Pero cuando hay que hablar de los problemas que nos afectan, no existimos”, cuenta Swastika con una mueca de carmín rojo.
“He perdido muchas veces el equilibrio. Es muy duro que tu familia no te acepte, porque es lo único que tengo… Cada vez que me acuesto con un hombre por dinero, siento que muero por dentro. Antes no entendía por qué la naturaleza me había hecho esto”, Simran Sherchan agacha la cabeza. Después de un silencio, se recoge el pelo tras la oreja con un gesto decido, femenino: “Pero ahora me doy cuenta de que puedo hacer realidad mis sueños de infancia cuando me maquillo y me pongo un vestido bonito. Y acepto como soy”.
Travestidas de hombres para sus familias. De otro para el sistema legal. De grupo marginal invisible para la sociedad. De prostitutas para los hombres. De criminales para la policía. Solo se sienten identificadas cuando dejan de disfrazarse. Cuando son ellas.

http://elpais.com/elpais/2014/

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