jueves, 20 de marzo de 2014

“EE UU tiene que aprender a celebrar las historias de la comunidad hispana”

El mexicano presenta su segunda película como director, 'César Chávez', en la Casa Blanca con la esperanza de que sirva para impulsar la reforma migratoria



En el rostro de Diego Luna, los rastros de la sonrisa que lo acompañó durante la presentación de su segunda película como director, César Chávez, junto al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, siguen indelebles horas después de abandonar la Casa Blanca. La historia del líder sindical de origen hispano que ha narrado el mexicano se estrena el próximo 28 de marzo en este país, justo cuando se encuentra inmerso en una reforma migratoria que no acaba de desatascarse. Luna no oculta, en un encuentro con este diario, su orgullo por que su cinta pueda “ser utilizada para presionar en ese debate”.

Las aristas de Chávez –interpretado por el actor de origen mexicano Michael Peña-, que dedicó su vida al reconocimiento de los derechos de los campesinos en Estados Unidos y a luchar contra la contratación de inmigrantes indocumentados para sustituir a los trabajadores en huelga para mejorar sus condiciones laborales, sirven a Luna de catalizador para defender la importancia de la unidad para reivindicar la dignidad de la comunidad hispana y para denunciar “la hipocresía” que todavía impera en EE UU. “Esta nación se llama a sí misma the land of freedom[la tierra de la libertad], pero permite que 11 millones de trabajadores estén alimentando a un país, construyéndolo, haciendo que funcione y no les deja gozar de los derechos de los que sí disfrutan aquellos que consumen el fruto de su trabajo”, explica.



La pasión de su discurso se apodera de la sonrisa de Luna cuando pasa a defender la importancia de rescatar y poner en práctica, de nuevo, la fuerza de la unidad que Chávez promovió en su lucha sindical. “Él le dio confianza a una comunidad, le mostró que su voz tenía un valor y un poder si se sumaba a otras, si encontraba las coincidencias con otros”. Una organización, ahora mismo inexistente, y que el mexicano reivindica para el continente. “El día que Latinoamérica esté interesada por la experiencia latina en EE UU y los latinos en EE UU estén interesados por la experiencia en Latinoamérica, el día que nos entendamos como una familia que puede compartir sus historias, vamos a tener un poder enorme, una libertad gigante”, sostiene.
Las razones que explican ese desafecto son, para Luna, menores que las que deberían impulsar a todos los hispanos a “construir esa libertad, ese espacio, ese reconocimiento y esa dignidad que esta comunidad siempre ha tenido”. “EE UU tiene que aprender a celebrar las historias de la comunidad latina”, insiste el actor y director mexicano que recuerda que la película sobre la vida del activista, considerado un héroe en este país, haya sido financiada casi en su totalidad en México.

El símbolo de Chávez a ambos lados de la frontera

Luna lamenta que una figura como Chávez, reconocida en la esfera política –Obama decretó hace dos años el 31 de marzo, la fecha de nacimiento del activista, como día nacional de César Chávez, que es festivo en varios Estados- haya pasado desapercibida de manera generalizada tanto en EE UU, como en México, una rémora que está dispuesto a hacer desaparecer con su película. “Esta historia nos pertenece, tiene que ver con nosotros, porque un día un buen porcentaje de la población de nuestro país decidió ir a buscar mejores opciones. Se han creado una cantidad de heridas, de cicatrices, de familias que se han fracturado en la búsqueda de poder ofrecerle algo mejor a sus hijos, hay que reconectar esas historias en la esperanza de que el daño no sea irreparable”, afirma.
“Espero que esta película sensibilice a todo el mundo sobre lo que significa vivir el miedo de la deportación”, señala Luna, mientras oscurece el rictus. “La reforma migratoria va a tomar tiempo, pero, mientras tanto, las deportaciones no pueden seguir sucediendo y no así, esto es algo que hay que parar de tajo porque nuestra frontera, tan larga y tan complicada entre un país tan pobre y otro tan rico, se puede convertir en un problema imparable”, sostiene Luna en un eco de la misma advertencia que el propio Chávez hizo durante una comparecencia en el Capitolio.
El director no oculta su satisfacción por su segunda aventura como cineasta, tras Abel. “Me ha enseñado la certeza de que, cuando haces algo por las razones correctas, cuando tienes claro qué te conecta con la historia, la experiencia vuela sola”. Luna tenía claro que con su película quería atraer la atención sobre la necesidad de impulsar la reforma migratoria, “un tema que, hoy en día, le cuesta trabajo discutir a este país [por EE UU]”. Sin embargo, el mexicano reconoce que, mientras la rodaba, “no tenía la conciencia de la repercusión” que iba a llegar a alcanzar. “De repente, el presidente de EE UU dice que es momento de celebrar historias como estas para traerle el cambio a la gente. Esta película tiene unos alcances que trascienden a la experiencia del cine”, explica.

 Washington 
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