viernes, 23 de agosto de 2013

Captor vs. cautivo, 40 años del Síndrome de Estocolmo

Hace 40 años, se acuñó el término de Síndrome de Estocolmo tras siete días de asedio a un banco en la capital de Suecia. Desde entonces son muchas las veces que se ha citado, pero, ¿se usa con propiedad?

(Francotiradores en la azotea opuesta al banco que quiso robar Olsson el 23 de agosto )

La mayoría de las personas conoce la frase Síndrome de Estocolmo por los numerosos secuestros y casos de rehenes -normalmente con mujeres- que se han hecho famosos.

El término está más asociado con Patty Hearst, heredera de un periódico californiano que en 1974 fue secuestrada por militantes revolucionarios. Ella pareció haber desarrollado simpatía hacia sus captores y se unió a sus actos de robo. Eventualmente fue detenida y cumplió sentencia en la cárcel.
Pero tal y como recuerda Kathryn Westcott de la BBC, el abogado de Hearst argumentó que a la chica de 19 años le habían lavado el cerebro y estaba sufriendo el Síndrome de Estocolmo, un término que hacía poco que se había acuñado para explicar los aparentemente irracionales sentimientos de los rehenes hacia sus captores.
Más recientemente, los medios usaron el término para el caso de Natscha Kampush, secuestrada a sus 10 años por Wolfgang Priklopil y retenida en un sótano durante ocho años. Se dice que Kampush lloró cuando escuchó que su secuestrador había muerto y encendió una vela por él.
En Colombia, donde en los últimos 40 años ha habido más de 27.000 secuestros, cuando se conoce de un caso de una mujer liberada tras meses de aislamientos, el término de Síndrome de Estocolmo tiende a surgir.
Si bien esta condición es ampliamente conocida, el incidente que llevó a su creación permanece relativamente oscuro. "Fuera de Suecia, pocos saben los nombres de los trabajadores del banco: Birgitta Lundblad, Elisabeth Oldgren, Kristin Ehnmark y Sven Safstrom", señala Westcott.
Era 23 de agosto de 1973 cuando los cuatros fueron tomados como rehenes en el Kreditbanken por el criminal de carrera de 32 años Jan-Erik Olsson, quien después recibió apoyo de su excompañero de prisión. Seis días después, cuando terminó el asedio, fue evidente que las víctimas habían formado una especie de relación positiva con sus captores.
El Síndrome de Estocolmo nació como una forma de explicación. La frase fue acuñada por el criminólogo y psiquiatra Nils Bejerot.
Al psiquiatra Frank Ochberg le intrigó el fenómeno y definió el síndrome para el FBI y Scotland Yard, la policía Metropolitana de Londres, en los años 70, cuando ayudaba a las fuerzas nacionales de terrorismo de Estados Unidos a desarrollar estrategias para incidentes con rehenes.

¿Qué pasó en la plaza Norrmalmstorg?


Pero, ¿que pasó en el banco de la plaza Norrmalmstorg de Estocolmo que permitió a los cautivos experimentar sentimientos positivos hacia sus captores, a pesar de temer por sus vidas?
En una entrevista que Kristin Ehnmark concedió a Radio Suecia en 2009, explicó que "entras en una especie de contexto en el que todos tus valores, la moral que tienes, ha cambiado de alguna forma".
Fue Ehnmark quien, según los informes, desarrolló la relación más fuerte con Olsson. Incluso se publicaron informaciones erradas de que la pareja se había comprometido.
En una de las llamadas desde la bóveda del banco al entonces primer ministro sueco Olof Palme, Ehnmark suplicó que le dejaran salir del banco con los secuestradores. Una de las exigencias de Olsson había sido un auto con el que planeaba escapar con sus rehenes. Las autoridades lo rechazaron.
Ehnmark le dijo entonces a Palme que estaba "muy decepcionada" de él y que pensaba que estaba "jugando a las damas" con sus vidas. "Confío plenamente en Clark y el ladrón. No estoy desesperada. No nos han hecho nada, al contrario, han sido muy buenos. Pero sabes algo, Olof, a lo que le temo es a un ataque policial que nos cause la muerte".
El periodista estadounidense Daniel Lang entrevistó un año después del incidente a todas las personas involucradas en el drama para un reportaje del la revista New Yorker.
Los rehenes hablaron de haber sido tratados bien por Olsson, y en esa época el periodista escribió que parecía que los secuestrados creían que le debían la vida al par de criminales.
En una ocasión, a una claustrofóbica Elisabeth Oldren se le permitió salir de la bóveda, que se había convertido en prisión, con la condición de que llevara una cuerda atada al cuello. Ella confesó que entonces le pareció que Olsson era "muy bueno" por haberla dejado moverse por el banco.
Por su parte, Safstrom dijo que él incluso sintió gratitud cuando Olsson le dijo que planeaba dispararle para demostrarle a la policía que iba en serio, pero que se aseguraría de que no lo mataría y lo dejaría emborracharse primero. "Cuando nos trató bien, podíamos pensar en él como en un dios de emergencia".
Si bien el Síndrome de Estocolmo normalmente se aplica para explicar los sentimientos ambivalentes de los cautivos, los sentimientos de los captores también cambian.
Olsson comentó que al principio del asedio pudo haber matado "fácilmente" a los rehenes, pero ello cambió con los días. El periodista Lang describe que "Olsson habló severamente. 'La culpa fue de los rehenes', dijo. 'Ellos hicieron todo lo que les pedí. Si no lo hubieran hecho, quizás no estuviera aquí ahora. ¿Por qué ninguno me atacó? Ellos hicieron que fuera difícil matarlos. Nos hicieron convivir juntos día tras otro, como corderos en esa inmundicia. No había otra cosa que hacer que conocernos'".
La bondad del secuestrador y cuán involucrado está con los secuestrados representa un papel esencial para que se cree este síndrome, que especialistas coinciden que se da en muy raras ocasiones.

Fenómeno raro y el caso Colombia


El Síndrome de Estocolmo es un fenómeno tan raro que según el psicólogo colombiano Emilio Meluk, en Colombia no ocurre. El profesor de la Universidad Nacional de Colombia llegó a esta conclusión tras analizar 280 casos de secuestros ocurridos entre finales de los 90 y principios de los 2000, el período de más secuestros en ese país.
"Lo que sí observa uno en Colombia, refiriéndose al Síndrome de Estocolmo, es que las personas durante el cautiverio sí manifiestan y fingen estar de acuerdo con los principios de los secuestradores como una estrategia de supervivencia", le explica a BBC Mundo.
"Si lo que hay allí es un fingimiento para sobrevivir, entonces no es Síndrome de Estocolmo, porque este exige una identificación manifiesta después del secuestro".
Hace poco más de un años Judy Correal recuperó su libertad tras haber pasado tres meses en poder de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, ELN. Ella reconoce que su estrategia fue hacer caso a todo lo que le decían sus captores.
"Uno tiende a no ser grosero con ellos y a agachar la cabeza porque uno sabe que si uno deja salir la rabia que tiene y si es grosero, a uno no le va a ir bien", le cuenta a BBC Mundo. "Es una situación tan crítica, donde tu vida está en riesgo, donde no sabes si te van a matar, si te van a dejar mucho tiempo... entonces la forma de llevar ese calvario es manteniendo una buena relación con ellos".
Correal tuvo una relación cordial en la medida de lo posible, pues tal y como estaban organizados en el ELN, la persona más dura y violenta era responsable de ella. Con lo cual había muy poco espacio para el acercamiento.

Factores y tratamiento


El trato durante el secuestro es un factor importante para que ocurra el Síndrome de Estocolmo. "En la medida que haya sido más negativo, violento, agresivo, la posibilidad de que se presente disminuye sensiblemente", señala Meluk. "En cambio, si ha sido muy bueno, sin haber mucha violencia, entonces la posibilidad aumenta".
Otros factores para que ocurra este fenómeno son la edad de la persona que ha sido secuestrada -"encontré que mientras más joven es la persona más tendencia hay para que se presenten síntomas parecidos a los de este síndrome", explica el especialista- y el tiempo, "si el secuestro ha sido muy prolongado, la posibilidad de que haya una identificación aumenta".
Correal no desarrolló el Síndrome de Estocolmo, pero sí confiesa en algún momento haber sentido lástima por sus secuestradores. "Yo los veía igual de atados que yo".
En cualquier caso, el Síndrome de Estocolmo caería dentro de la categoría de efecto postraumático cuyo tratamiento -según Emilio Meluk- requiere de una intervención escalonada "en el contexto de su propia comunidad y su familia".
"Si la situación es extrema, con síntomas de mucha angustia, insomnio, pérdida de control, ideas recurrentes de que el sujeto sigue secuestrado, estados de agresividad, pérdida de contacto con la realidad, etc., entonces ya pasaría a una intervención de carácter psiquiátrico, pero ya es una decisión que se hace en cada caso particular", agrega Meluk.
Quizás una de las mayores dificultades para diagnosticar este síndrome, que también es conocido como vinculación afectiva de terror o traumática, se deba a que no está reconocido por los dos manuales más importantes de psiquiatría: el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales y la Clasificación internacional de enfermedades.
"Yo diría que una buena discusión sería ver cuál es el alcance que este síndrome puede tener hoy en día. Sobre la base de la experiencia colombiana yo no le vi ningún sentido".
Emilio Meluk considera que el término es obsoleto debido a que la forma de supervivencia de un secuestrado, en un momento dado, es inclinarse a favor de los secuestradores.

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