Hollande conduce a Francia a una nueva alianza con Estados Unidos
El presidente afirma que hay que golpear a El Asad sin “tratar de derrocar a la dictadura”
El presidente francés, François Hollande, ha dejado claro en una entrevista a Le Monde que Francia quiere participar en una hipotética coalición internacional para castigar al régimen de Bachar El Asad. Hollande sostiene que “es un hecho establecido” que la dictadura usó armas químicas en el ataque del pasado 21 de agosto, y reitera que se trata de “un crimen contra la humanidad” que debe ser replicado con una intervención “de alcance limitado”. El jefe del Estado galo es contundente: “La matanza química de Damasco no puede ni debe quedar impune. (…) Yo no soy favorable a una acción internacional que intente ‘liberar’ a Siria o derrocar a la dictadura. Pero sí creo que hay que frenar a un régimen que comete actos irreparables contra su pueblo”.
En realidad, la “solución política” que Hollande vaticina para la guerra civil siria parece mucho más un deseo inalcanzable que una probabilidad real. Pero París se mantiene en todo caso fiel a la estrategia que ha mantenido en Siria desde que el líder socialista llegó al poder en mayo de 2012. Como recuerda el propio presidente en Le Monde, Francia apoyó a los rebeldes desde el primer momento, fue el primer país que reconoció a la Coalición Nacional Siria como legítima oposición a la dictadura, y también uno de los pioneros en armar, diciéndolo públicamente al menos, al Ejército Libre Sirio.
Pero, tras algunas fases en las que París ha exigido con fuerza la marcha de El Asad, y después de que, gracias en parte a la inacción internacional, los rebeldes hayan sumado a sus filas a terroristas de todo pelaje, la apuesta de castigar de forma puntual al régimen se parece mucho a enviar un mensaje sin destinatario. Distintos analistas y políticos franceses han señalado estos días la evidencia de que esos ataques selectivos solo servirán para causar algunas víctimas más y para que, después, los dos bandos puedan seguir matándose como hasta ahora, pero con armas convencionales
Cabe colegir que las motivaciones del ardor intervencionista de Hollande son, por tanto, más complejas que la mera idea de replicar a un acto abyecto –pues tampoco es la primera vez que sucede en Siria- con una fragata y algunos bombarderos, que es todo lo que Francia tiene previsto utilizar por el momento. París tiene/busca además una doble necesidad/oportunidad: recuperar el perdido liderazgo político en Europa y seguir siendo un aliado fiel y prioritario de Estados Unidos, y más concretamente, de la Administración Obama.
Con el Reino Unido en patente fuera de juego tras el revés de los Comunes a David Cameron, y con Alemania ensimismada en sus elecciones y paralizada por su prevención a enviar tropas a otros países, Francia se convertiría de nuevo, tras la aventura de Libia, en el líder de la presencia europea en la zona y en el principal aliado trasatlántico. Hollande rompería así la línea iniciada en 2003, cuando Jacques Chirac y Dominique de Villepin negaron su apoyo a la invasión de Irak decidida por Georges W. Bush, y Francia y Estados Unidos abrieron su primera guerra fría, jocosamente conocida como la guerra de las patatas fritas.
Villepin ha desaconsejado vivamente a Hollande que se meta en el avispero sirio, pero las cosas han cambiado mucho desde su memorable discurso en la ONU. El año pasado, Obama prestó apoyo logístico y de información, incluido el uso de Drones, a la primera campaña del comandante Hollande contra el terrorismo islamista en Malí y en el Sahel. Ahora, si Hollande acaba siendo el compañero de fatigas de Obama en Siria, podría competir de igual a igual con Nicolas Sarkozy, que siempre presumió de su privilegiada relación con el presidente estadounidense tras comandar junto a Cameron la invasión de Libia, y que obtuvo de aquella empresa africana grandes réditos políticos –y algunos problemas judiciales posteriores, porque Gadafi contó que Trípoli financió la campaña electoral de Sarkozy-. Hollande, mucho más prudente que su antecesor, correrá seguramente menos riesgos
El presidente ha explicado a Le Monde que “todas las opciones de intervención están sobre la mesa”, y ha añadido que cuenta con formar una coalición internacional “lo más amplia posible”, que se apoye en la Liga Árabe. Al ser preguntado sobre los objetivos de una posible guerra en Siria, ha afirmado: “Yo no hablaría de una guerra, sino de sancionar una violación monstruosa de los derechos humanos. Tendría un valor disuasorio. No actuar sería igual a dejar hacer”.
El presidente francés, François Hollande, dejó claro ayer en una entrevista a Le Monde que Francia quiere participar en una hipotética coalición internacional para castigar al régimen de Bachar El Asad. Hollande sostiene que “es un hecho establecido” que la dictadura usó armas químicas en el ataque del pasado 21 de agosto, y reitera que se trata de “un crimen contra la humanidad” que debe ser replicado con una intervención “de alcance limitado”. El jefe del Estado galo fue contundente: “La matanza química de Damasco no puede ni debe quedar impune. (…) Yo no soy favorable a una acción internacional que intente ‘liberar’ a Siria o derrocar a la dictadura. Pero sí creo que hay que frenar a un régimen que comete actos irreparables contra su pueblo”.
En realidad, la “solución política” que Hollande vaticina para la guerra civil siria parece mucho más un deseo inalcanzable que una probabilidad real. Pero París se mantiene en todo caso fiel a la estrategia que ha mantenido en Siria desde que el líder socialista llegó al poder en mayo de 2012. Como recuerda el propio presidente en Le Monde, Francia apoyó a los rebeldes desde el primer momento, fue el primer país que reconoció a la Coalición Nacional Siria como legítima oposición a la dictadura, y también uno de los pioneros en armar, diciéndolo públicamente al menos, al Ejército Libre Sirio.
Pero, tras algunas fases en las que París ha exigido con fuerza la marcha de El Asad, y después de que, gracias en parte a la inacción internacional, los rebeldes hayan sumado a sus filas a terroristas de todo pelaje, la apuesta de castigar de forma puntual al régimen se parece mucho a enviar un mensaje sin destinatario. Distintos analistas y políticos franceses han señalado estos días la evidencia de que esos ataques selectivos solo servirán para causar algunas víctimas más y para que, después, los dos bandos puedan seguir matándose como hasta ahora, pero con armas convencionales.
Cabe colegir que las motivaciones del ardor intervencionista de Hollande son, por tanto, más complejas que la mera idea de replicar a un acto abyecto –pues tampoco es la primera vez que sucede en Siria- con una fragata y algunos bombarderos, que es todo lo que Francia tiene previsto utilizar por el momento. París tiene/busca además una doble necesidad/oportunidad: recuperar el perdido liderazgo político en Europa y seguir siendo un aliado fiel y prioritario de Estados Unidos, y más concretamente, de la Administración Obama.
Con el Reino Unido en patente fuera de juego tras el revés de los Comunes a David Cameron, y con Alemania ensimismada en sus elecciones y paralizada por su prevención a enviar tropas a otros países, Francia se convertiría de nuevo, tras la aventura de Libia, en el líder de la presencia europea en la zona y en el principal aliado trasatlántico. Hollande rompería así la línea iniciada en 2003, cuando Jacques Chirac y Dominique de Villepin negaron su apoyo a la invasión de Irak decidida por Georges W. Bush, y Francia y Estados Unidos abrieron su primera guerra fría, jocosamente conocida como la guerra de las patatas fritas.
Villepin ha desaconsejado vivamente a Hollande que se meta en el avispero sirio, pero las cosas han cambiado mucho desde su memorable discurso en la ONU. El año pasado, Obama prestó apoyo logístico y de información, incluido el uso de Drones, a la primera campaña del comandante Hollande contra el terrorismo islamista en Malí y en el Sahel. Ahora, si Hollande acaba siendo el compañero de fatigas de Obama en Siria, podría competir de igual a igual con Nicolas Sarkozy, que siempre presumió de su privilegiada relación con el presidente estadounidense tras comandar junto a Cameron la invasión de Libia, y que obtuvo de aquella empresa africana grandes réditos políticos –y algunos problemas judiciales posteriores, porque Gadafi contó que Trípoli financió la campaña electoral de Sarkozy-. Hollande, mucho más prudente que su antecesor, correrá seguramente menos riesgos.
Miguel Mora París
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