domingo, 25 de agosto de 2013

Joel Meyerowitz

La poesía del instante



Robert Frank fue el motivo principal por el que Joel Meyerowitz se decidió a dejar su puesto como director artístico de una revista de moda para pasar a ser un fotógrafo de la calle. Eso fue el día que Meyerowitz, por razón de su trabajo, acudió a ver una sesión fotográfica de Frank, y verlo moviéndose alrededor de las dos modelos y disparando fotografías sin parar le produjo tal impacto que cuando regresó a su oficina no dudó en ir a su jefe a decirle que lo dejaba todo para dedicarse en cuerpo y alma a la fotografía.



Meyerowitz reconoce que el impacto que recibió no fue tanto del propio trabajo de Robert Frank, como de su forma de trabajar, de ese movimiento constante, de esa lucha por atrapar el instante preciso. Eso fue en el año 1962, y Meyerowitz, al revés que Frank, se centró en el color en un momento en el que lo que se consideraba artístico era hacer fotos en blanco y negro, con lo que se convertiría en uno de los pioneros de la fotografía en color.


Como dice el propio fotógrafo, “el mundo es en color, eso es algo que para mí es muy evidente, y no tengo ni idea de por qué la gente tiene esa actitud snob hacia el color. Para mí, la fotografía en blanco y negro es algo para la historia”.


Las calles de Nueva York, con todo su ajetreo, su colorido, su ritmo enloquecido, fueron el primer escenario de la obra de Meyerowitz, siempre a la búsqueda de la poesía retenida en el instante inesperado, en ese momento fugaz convertido en inmortal gracias a la cámara del fotógrafo.


Los paisajes fuertemente urbanos se unieron después a los retratos y a los paisajes naturales, bien de la propia ciudad o de lugares alejados de ella en los que los horizontes de rascacielos son sustituidos por cielos iluminados por estrellas, y siempre con el color como gran protagonista.


Meyerowitz fue el único fotógrafo autorizado para documentar el proceso de desescombro y rehabilitación de la llamada Zona Cero, la que ocupaban las Torres Gemelas antes de los atentados del 11 de septiembre. Son miles de fotografías que reproducen todo el proceso y que se han convertido en un testimonio histórico de primer orden que ya ha recorrido todo el mundo, y todo un símbolo del renacer de una ciudad que se había sumido en el shock más profundo.



“Lo fotografié todo durante 14 horas al día: los equipos de demolición, las cuadrillas de construcción, los equipos de primeros auxilios, los grupos de retirada de escombros, los miembros de los servicios de inteligencia, incluso los tipos de seguridad que al principio intentaban mantenerme alejado del sitio”.

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