miércoles, 28 de agosto de 2013

Los otros crímenes de guerra

El patrimonio cultural se convierte en víctima colateral de las revueltas árabes


Tiempos convulsos viven las primaveras árabes, bien lo sabemos. Las revueltas ciudadanas derrocaron dictadores sin tener un guión escrito, y ahora las aspiraciones de millones de personas —básicamente, tener una vida libre y digna— se ven lastradas por las luchas de poder. Es difícil predecir el curso de una revolución, pero lo que no estaba previsto es que algunas de las joyas más valiosas del patrimonio cultural se convirtieran en víctimas colaterales de las turbulencias.


Ahí están las fotos, abracadabrantes. Excavadoras Hyundai sobre sarcófagos volteados, o un viaducto hecho añicos. Hablamos de la gran necrópolis de Cirene, la bella ciudad fundada por los griegos en el siglo VII antes de Cristo en el este de Libia (que daría luego el nombre de Cirenaica a la región). Los vecinos del yacimiento, cercano a Bengasi y patrimonio de la Unesco, han destruido una parte del cementerio con idea de vender parcelas a promotores inmobiliarios y particulares. Las tierras son suyas, dicen, aunque no tienen papeles que lo acrediten. Por eso piden precios de saldo. Y muy probablemente los compradores serán los mismos que ponen las excavadoras. Menudos bloques con vistas pueden hacerse...
Los lugareños, que con Gadafi no movían un dedo, ahora se muestran dispuestos a negociar con el Gobierno... Un Gobierno que no tiene presupuesto, bloqueado en un Parlamento dividido, ni ejército ni policía dignos de ese nombre. Un arqueólogo, Ahmed Hussein, lucha solo contra la barbarie, armado con una cámara.
Ahora es Cirene, pero hace unos días fue el museo de Al Minya, en el norte de Egipto, saqueado hasta los cimientos. Más de mil piezas arqueológicas de valor incalculable fueron robadas. Y lo que no pudieron llevarse, ya fueran estatuas o momias, lo destrozaron. El preámbulo se había dado hace dos años en el Museo Egipcio de El Cairo. Las autoridades culpan, en este caso, a grupos islamistas.
Salafistas y talibanes han destruido recientemente mezquitas en Malí y el mausoleo de Abraham en Siria, como antes dinamitaron los Budas de Bamiyán. Claro que la ciudadela de Alepo ha servido de diana para las tropas de Bachar el Asad. Y antes fue el Museo Nacional de Irak, saqueado hace diez años. Y no hace tanto tiempo veíamos arder en suelo europeo la biblioteca de Sarajevo. Son los otros crímenes contra la humanidad. Siempre impunes.

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