Nadia, dos veces víctima de feminicidio
La investigación sobre la muerte de esta joven estuvo plagado de errores
Las organizaciones denuncian el aumento de la violencia contra las mujeres en el Estado de México
Antonia, junto al altar dedicado a su hija Nadia. / SAÚL RUIZ
Se llamaba Nadia y vivía en el municipio de Cuautitlán Izcalli. Su cadáver se encontró el 12 de febrero de 2004 en su casa, con un cordón al cuello. Su imagen preside el modesto altar -cruces de cartulina, ángeles de escayola y fotografías- que ha creado Antonia, su madre, en un rincón de su hogar. Se llamaba Nadia Alejandra Muciño Márquez, tenía 23 años y vivía en el municipio de Cuautitlán Izcalli, en el Estado de México. Aunque su historia podría ser la de Verónica, de Chimalhualcán, o la de Isabel, de Ecatepec.
Las autoridades mexiquenses aseguraron que fue un suicidio, pero su cuerpo se encontró arrodillado - ¿quién se ahorca de rodillas? - y con marcas de violencia. “La víctima (...) lo único que necesitaba hacer para evitar su muerte es ponerse de pie y de esta manera no se daría el ahorcamiento”, aseguró el perito. Es decir, murió porque quiso. No importó que los tres hijos de Nadia - de 5, 4 y 2 años en aquellos momentos - estuvieran presentes durante el asesinato y testificaran que su madre había muerto a manos del padre y del tío de los pequeños.
Después de una lucha de años, Antonia consiguió que la muerte de Nadia se considerase un homicidio. Otro más. Uno de los cientos que documentan las asociaciones civiles en el Estado de México y que las autoridades no contabilizan como tales. Hay una guerra abierta de cifras. El Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio - integrado por más de 40 asociaciones de derechos humanos -, cuenta hasta 563 muertes por violencia feminicida en 2011 y 2012. Mientras, el Consejo Estatal de la Mujer y Bienestar Social - organismo oficial -, asegura que el número de muertes es de 138. María Mercedes Colín Guadarrama, titular del Consejo de Mujer y Bienestar social del Edomex, explica que las cifras que ellos manejan “son las de la Procuraduría y no muestran que haya una violencia generalizada” en la entidad.
Enma Obrador, de la Asociación de Mujeres Abrazando México, cree que las autoridades se niegan a admitir esa cifra para no manchar su imagen: “Vemos continuamente casos en los que se ponen trabas para reconocer que son feminicidios, como en el caso de Nadia”. El feminicidio se catalogó como tal en 2011 en este Estado: antes no existía, por lo tanto no hay números oficiales ni muertas por estas causas.
La discusión no solo es un debate terminológico: de ella depende la activación de la alerta por violencia de género en el Estado, lo que implicaría un estudio más profundo de las causas y un aumento en la partida presupuestaria para afrontar el problema. De momento, la alerta nunca se ha puesto en práctica en México desde que se creó hace cinco años, pese a que las asociaciones ya lo han solicitado en seis ocasiones, dos de ellas en el Edomex.
Tras nueve años buscando justicia, Antonia ya habla como una experta en derecho. Muestra autos, denuncias y copias de sentencias. Lo hace desde el sofá de su casa en el municipio de Villa Nicolás Romero, a tan solo tres calles de Cuautitlán Izcalli, el lugar donde murió Nadia. Los dos municipios se unen en la maraña de calles con casas de hormigón gris que forman la zona metropolitana del gigante que es la capital mexicana. El Estado de México alberga a más de 16 millones de personas que llegan de todo el país. “Las nociones de vecindad y solidaridad son más difusas por la falta de arraigo”, explica Enma.
“No se me acaban las fuerzas. Era mi hija”, dice Antonia. Y las fuerzas de esta mujer dan para mucho. Cansada de la injusticia y las negligencias del caso, decidió escribir una carta a Marta Sahagún, esposa del entonces presidente mexicano Vicente Fox, explicando su caso. La primera dama intercedió ante la Secretaría de Gobernación y un día Antonia recibió una llamada para acudir a la procuraduría (fiscalía) del Estado de México. “Disculpe usted, se han cometido errores humanos”, le dijo un funcionario. Fue gracias a esa carta que la investigación sobre la muerte de Nadia se volvió a abrir, esta vez como un homicidio. De no haber escrito esa carta, lo de su hija seguiría siendo un suicidio.
En marzo de 2005 se emitieron órdenes de aprehensión para el esposo Nadia y su hermano. Pero cuando todo parecía resuelto, el peor de los errores estaba por llegar. Mientras que Bernardo, el marido de Nadia, se encontraba en paradero desconocido, su hermano Isidro fue detenido y juzgado por asesinato. Lo declararon culpable. Condenado a 42 años y 6 meses de prisión, apeló la decisión y salió libre en 2010. Pese a que en el juicio el asesinato había quedado demostrado, se consideró que el testimonio de los niños no era válido. “Nadie entiende cómo aquello pudo pasar, pero Isidro está libre y ya no podrá ser juzgado por la muerte de Nadia”, cuenta Mariana Gil, la abogada de Antonia.
“Aquello fue como si mi hija se hubiera muerto de nuevo: después de haber sido condenado, lo sueltan”. Antonia no entiende por qué algo que le resulta tan obvio encuentra tantos problemas legales: primero, demostrar que no fue un suicidio. Después, ver cómo la sentencia se esfumaba. Ahora toda la familia espera que la historia no se repita: Bernardo, quien fue detenido en junio de 2012, está encarcelado a la espera de juicio. “Las familias se tienen que enfrentar a una pérdida y a la falta de comprensión y los obstáculos. Eso también es violencia contra las mujeres: violencia institucional”, sentencia Enma Obrador.
Antonia habla de la falta de sensibilidad de las autoridades: "En nuestro caso han sido promotores de la injusticia”. También recuerda la lucha de Irinea Buendía, que, siguiendo los pasos de Antonia, intenta que la muerte de su hija Mariana se catalogue como feminicidio y no como suicidio. Y ambos casos también recuerdan el de Isabel, cuyo cadáver se encontró en un hotel. Son otras historias de vidas jóvenes truncadas: los datos del Observatorio indican que la mitad de las víctimas mortales tenían menos de 30 años. Independientemente de que la cifra de víctimas sea 563 o 138, la sombra de las muertas de Juárez, donde cientos de mujeres han perdido la vida en las dos últimas décadas,sobrevuela el Estado de México.
MARI LUZ PEINADO México
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