martes, 6 de agosto de 2013

Recordando a Jorge Amado....

6 de agosto de 2001: fallece Jorge Amado, escritor brasileño (n. 1912).




El escritor como obá. Notas sobre Jorge Amado.


Mi creación novelesca deriva de la intimidad, de la complicidad con el pueblo. Aprendí del pueblo y de la vida, soy un escritor y no un literato. Realmente soy un obà, en lengua yoruba de Bahia, obà significa ministro, anciano, sabio: sabio con la sabiduría del pueblo”(Jorge Amado)   Las primeras décadas del siglo XXI son tiempos de balance en la literatura latinoamericana. Hemos despedido a muchas de las grandes figuras del siglo pasado y han callado otras, marcando un cambio de época. Todo un mundo de batallas y esplendores se convierte en pretérito que debemos revisar y preservar en un horizonte agitado por el mercado y la tecnología. Nadie puede dudar de la importancia de la narrativa en la construcción de un imaginario latinoamericano poderoso y la consolidación de una unidad cultural frente al mundo.

Cuando me pidieron estas palabras me pregunté; ¿Quién es Jorge Amado para nosotros lectores hispanoamericanos? Indudablemente, por mucho tiempo, la más poderosa imagen de Brasil. Una figura excesiva quizá imperialista pero cuyo gesto afectuoso y seductora letra nos acercó, de modo definitivo, a la literatura brasileña, ese gran continente apartado por la miopía política y cultural de estados que no supieron tender el puente de las lenguas.

Amado, como el colombiano Gabriel García Márquez, consideró que la novela es una adivinanza del mundo, que representa la realidad, del modo que lo hacen los sueños. Y también como el desaparecido peruano Manuel Scorza quiso que no sólo la literatura fuera territorio libre de un continente que le dolía, América. Un hombre de su tiempo que, más allá de sus contradicciones, entendió como inexorable la relación entre ética y estética.

En nuestras latitudes Jorge Amado se hizo popular junto con la cadencia de la música de Vinicius de Moraes y el movimiento musical tropicalista, acercándonos una amena geografía de mares y sertones. La geografía imaginaria del Brasil, sobre todo de Bahía, sale de sus libros y compite con el Brasil real. Cuando uno recorre sus novelas no deja de sentir el peso del espacio, un espacio cualificado en regiones los campos del cacao al sur, la ciudad de Bahía, los lejanos sertones, los mares azules. En ese horizonte refulge el nordeste brasileño es fundamental para la existencia de la escritura del novelista. La pregunta por la identidad está en nuestros orígenes como América y, si como afirma Edmundo O’Gorman, somos un continente “inventado “América, los escritores y artistas latinoamericanos a lo largo de más de cinco siglos en un gesto de contra-conquista, buscan re-inventarla. Entre ellos se encuentra el creador de una Bahía inolvidable.




Jorge Amado experimenta con las formas, trabaja con la palabra en un largo recorrido donde se pueden marcar diversas etapas, desde el realismo empírico al realismo maravilloso. Intenta formular un lenguaje y una imaginería, mejor dicho traducir lenguajes y culturas del nordeste brasileño. La seducción de su literatura abreva en la cultura masiva y popular brasileña, se mueve con una amplia paleta de colores, que recoge las creencias y costumbres afrobrasileñas y, sobre todo, aprovecha los ritmos musicales y los relatos orales. Amado supo utilizar el mito como modo de cartografiar un mundo y sus personajes. Como los murales de su camarada mexicano Diego Rivera, las páginas de Amado arman un mural de Brasil que comenzó con los tonos oscuros y solemnes de Los trabajadores del mar y Tierra sin fin, ceñidos al canon de los comienzos de siglo y determinados por su militancia comunista. A mediados de siglo la internacionalización de la novela latinoamericano cambió la paleta de Amado y su gran logro fue conjugar mito e historia para traducir la región, trocando los instrumentos del registro civil por los de la antropología.

Entre 1930 y 1950 hay un claro vínculo del autor con el Partido Comunista do Brasil (PCB), que se evidencia en la subordinación de su escritura a los mandatos realistas. En este período produce obras épicas de denuncia, al igual que autores como Pablo Neruda y Nicolás Guillén, en las que intenta plasmar la épica del pueblo. El estrecho lazo entre política y poética se evidencia en obras como: Cacao, Sudor, Jubiabá, y, sobre todo, la trilogía Los subterráneos da libertad. En dichas novelas se encarna su compromiso político y social y su intención pedagógica con sus lectores. Un número importante de críticos literarios vea en sus libros sólo la manifestación de panfletos orientados. En una segunda etapa las obras adquieren un sesgo distinto, sobre todo en las formas de trabajar las culturas subalternas. Hay un cambio de la mirada, que lo aparta del reduccionismo y construye una lectura antropológica y cultural más amplia. En Gabriela, clavo y canela la introducción de la picaresca en la novela desplaza el eje hacia el humor popular. El narrador se auto-cuestiona por medio de la risa, deja de tomarse en serio, abandona los tonos grises y su escritura se torna mucho más sutil y efectiva, aprovechando los componentes carnavalescos de la cultura bahiana. Jorge Amado es consciente de su transformación “A los 46 años, tengo la tendencia a sustituir el panfleto por la sonrisa divertida de que aprendí a duras penas a comprender mejor al ser humano”.

La obra se sostiene en la tensión entre la poderosa tradición regionalista latinoamericana y sobre todo brasileña y el ansia de renovación del vanguardismo. El mito opera como el mediador en el inolvidable ciclo bahiano de las mujeres y los marineros. El espacio literario conjuga voces, imágenes, colores y olores. Si en sus primeras novelas Amado intenta construir una épica, sus textos inolvidables son aquellos en los que narra la realidad, en clave de una picaresca, que no deja de tener rasgos épicos. Recordemos que Alejo Carpentier afirmaba que la picaresca era el género por excelencia de nuestra literatura.



El mundo de Amado está lleno de marineros y prostitutas mitológicas, de mulatas sensuales y cantores errantes, un universo juguetón que elige la vida de la calle al encierro. Y sobre todo introduce la ambivalencia de la risa para burlarse de las instituciones. Pensemos en Vadihno o en Quincas Berro Dagua.

Habiendo empezado a escribir en su adolescencia como un escritor maduro -casi un viejo-, Jorge Amado procedió luego a rejuvenecer, con esas historias deliciosas que son Doña Flor e Seus Dois maridos, Gabriela, Cravo e Canela, Teresa Batista Cansada de Guerra, Tieta do Agreste, Farda Fardao

Camisola de Dormir (regocijante sátira de intrigas entre académicos, menos difundida que las otras pese a su humor sutil y a su devastadora crítica de la cultura burocratizada) y las que han seguido, en un curioso desacato a la cronología mental, algo que, como escritor, ha hecho de él una suerte de Dorian Grey, un novelista que, libro tras libro, juega, se divierte y se exhibe como un niño genial, con sus travesuras verbales, sensuales y anecdóticas, en verdaderas fiestas narrativas (Vargas Llosa, Mario, “Jorge Amado en el paraíso”).

Su narrativa de Amado hace de prostitutas y marineros los héroes solidarios de una tela cuya paleta deja atrás los grises para entregarse a la variedad de los colores. No desdeña la tradición literaria, indudables deudas con Castro Alves y Machado de Assis. Elige al primero como su modelo, el poeta que recoge los cantos populares, que circula en la literatura de cordel. El nordeste de Amado dialoga con el de Graciliano Ramos pero se diferencia por la risa que resuena en sus territorios. Personajes, espacios, prácticas, cuyo abordaje siempre aparece vinculado al tratamiento estético de la cultura popular, pero, y no es un dato menor, a través de una mirada que exuda optimismo, donde Doña Flor puede quedarse con los dos maridos y Quincas dejar atrás al triste Joaquín y darse el gusto de elegir su muerte en el mar.

Del brazo del marido, sonreía mansamente doña Flor: ¡ah!, esa manía de Vadinho, de ir por la calle tocándole los pechos y los cuadriles, revoloteando en torno a ella como si fuese la brisa de la mañana. De esta limpia mañana de domingo, en la que doña Flor va de paseo, feliz de la vida, satisfecha con sus dos amores (290).



No hubo manera de conseguir que la funeraria recibiese de vuelta el ataúd, ni por la mitad del precio. Tuvieron que pagar, pero Vanda aprovechó las velas que sobraron. El cajón está hasta el día de hoy en el almacén de Eduardo, que aún espera venderlo para algún entierro de segunda mano. En cuanto a la frase póstuma, las versiones que co­rren son diversas. Pero ¿quién podría oír bien en medio de semejante temporal? Según un trovador del Mercado, las cosas ocurrieron así:




“Pero en plena confusión
se oyó a Quincas decir:
– ‘Me entierro como yo quiero
y en la hora que resuelvo.
Pueden guardar su cajón
para mejor ocasión,
que no me dejo enterrar
en sepultura de tierra’.

Y fue imposible escuchar
el resto de su oración.”

En la cultura latinoamericana podemos distinguir un sistema cultural hegemónico y otros sistemas literarios y culturales marginados que, en general, no se formalizan en la escritura, permanecen en la comarca oral, salvo pocas excepciones. Jorge Amado convierte a su obra en una “caja de música” donde resuenan las heterogéneas voces de la cultura popular nordestina, aquella que circula en las hojas de la literatura de cordel, aquella que, de boca en boca, narra la historia de los muchos. En ese sentido opera como un “transculturador” en el sentido de Ángel Rama:

Brasil, como Latinoamérica, continente marcado por la colonización se construye sobre la multiplicidad‚técnica, la multiplicidad social, la multiplicidad lingüística y la multiplicidad cultural. Si bien desde el sistema central cultural se ha intentado negar esta heterogeneidad, no podemos sino trabajar sobre ella. Es fundamental tener en cuenta conceptos como el de transculturación de Fernando Ortiz(1).El programa modernizador, señala Rama, que parece oponerse al programa identitario. Un conjunto de narradores realiza la operación de unir las formas y lenguajes tradicionales con la experimentación vanguardista. Entre la originalidad y la representación esta narrativa intenta dar cuenta de un espacio y de un tiempo al tiempo que busca una inserción definitiva dentro de la literatura occidental. El crítico uruguayo señala que los “transculturados” no se “limitan a una composición sincrética, por mera suma de aportes de una y otra cultura, sino que, al percibir que cada una es una estructura autónoma, entienden que la incorporación de elementos de procedencia externa debe llevar conjuntamente a una rearticulación global de la estructura cultural apelando a nuevas focalizaciones dentro de ella” (31)

El narrador, señala Ana Maria Chehín, se construye así mismo como un “relator de historias de negros y marineros”, se fabula ”una genealogía de juglares”. En esa dirección traza su vínculo con el poeta Castro Alves a través de la cultura popular al entroncar al poeta en una genealogía de personajes populares históricamente conocidos en Brasil.

Limpiao tuvo su ABC y en un ABC fue cantada Maria Bonita. (…) Besouro también tuvo su ABC, era marinero, jamás usó armas. Este de quien te hablaré tampoco usaba armas. Iba a pecho descubierto y sin embargo, a todos vencía. Te hablaré de sus luchas (…) odiado de los tiranos y amado por el pueblo. Te hablaré de él como ya te hablé de Besouro, de Lucas da Feira (…)” ( Chehin, 1977, 7)

Jorge Amado se aleja del maniqueísmo que caracteriza la primera etapa, los héroes y las heroínas son contradictorios. Leemos en Los pastores de la noche:” No los dividiremos en villanos y héroes, quienes somos nosotros, sospechosos vagabundos en la rampa del Mercado, para decidir sobre asuntos tan trascendentes? La discusión está en las gacetas, gobiernistas y oposicionistas se acusan, se insultan, se elogian, cada uno quiere sacar mayor provecho de las tierras del Mata Gato, además de Amaralina, por detrás de la Pituba! (147)

 culto, lo popular y lo masivo sufren un proceso de reformulación al instaurarse la modernidad latinoamericana, acusando, de modo especial, el impacto producido por el mercado internacional. La obra de Amado es un ejemplo de construcción de un espacio en el que hay que preocuparse menos por lo que se extingue que por lo que se transforma. Reubica el folklore y aprovecha las cultura de masas, no considerándola incompatible con el quehacer literario. De ahí sus constantes relaciones con el cine y la literatura. No funciona la oposición abrupta entre lo tradicional y lo moderno, tampoco lo culto, lo popular y lo masivo están donde nos habituamos a encontrarlos. Uno de los intentos del escritor que buscó conjugar pueblo y público, desconstruir esa división, esa concepción del mundo de la cultura nos conduce a averiguar si su hibridación puede leerse en las disciplinas que los estudian por separado.

La narración se produce como sociología y/o antropología de imaginarios. Las tramas recogen rupturas y discontinuidades temporales y espaciales en el diseño histórico. La pluralidad cultural rompe con la hegemonía de la letra, revalorizando otros sistemas de notación. El reconocimiento de la heterogeneidad cultural cuestiona la linealidad tradicional y abre espacios a la voz y la imagen. A la historia disciplinaria centrada en el pasado como materia de la narración se agregan otras fuentes. Entre ellas la historia oral y la crónica periodística, formas ligados a la inmediatez del acontecimiento. Las novelas se alimentan de géneros no convencionales como el testimonio, cuyo contrato de lectura, sustentado en la veracidad subvierte y desliza fisuras que posibilitan lecturas activas. Las jerarquías se fracturan y permiten la emergencia de enunciados discontinuos, a veces conflictivos, que entregan discursos entrecortados en el intento de dar cuenta de lo real como múltiple, de lo histórico como huella


  El escritor es parte de una contradictoria masa de enunciados producidos por los medios masivos de comunicación y la cultura popular con los que establece nuevas relaciones. Trabaja con y contra los materiales del “escribidor”. A veces se refugia en “las fulguraciones” de una letra transformada en cuerpo, otras ficcionaliza los registros de una voz siempre en fuga. El proyecto estético de nuestra narrativa se tiende entre la tradición y la ruptura.

Todo el proyecto de Jorge Amado una apuesta a la memoria literaria, histórica y cultural del nordeste. Con ardiente paciencia su estética concilia arte y conocimiento en tarea titánica de composición de un archivo. Sus cartografías, mundos de la memoria y el deseo, abarcan islas y mares, selvas y sabanas, y juegan con todo tipo de diseños temporales.

El autor brasileño es el confabulador nocturno, el guardián del mar de las historias, el cronista y adopta una actitud contradictoria frente a la tradición, la reformular desde un lugar diferente, la dota de un nuevo sentido. La literatura monta un Retablo de Maravillas cuyo resplandor está en las fulguraciones de la palabra. Para finalizar siento la necesidad de dejar planteada la pregunta acerca del legado y la preocupación por su lectura que incluso lo llevó a escribir literatura infantil. Vinicius de Morais afirma

A la manera de dos frases musicales, simples y bellas, Jorge Amado acaba de escribir las que, para mí, son la me­jor novela y la mejor “nouvelle” de la literatura brasileña: Gabriela, clavo y canela y La muerte y la muerte de Quincas Berro Dágua, publicada esta última en el número de junio de la revista Senhor. Para asegurarme, todavía anduve releyendo, estos últimos cuentos del viejo Machado; estilista más fino, sin duda, el escritor carioca, con la gracia de su ceni­cienta silogística y la paciente ordenación de los personajes en el tiempo y, en el espacio. El bahiano, a pesar del refina­miento que, poco a poco también está logrando, todavía se regodea en el zumo de su lenguaje, todavía se toma las co­sas a la ligera, como se dice. ¡Y menos mal que lo hace! Por­que si es verdad que el estilo es el hombre, Machado es más estilo que hombre, y Jorge Amado más hombre que estilo (Prólogo a La muerte y la muerte de Quincas Berro Daguas).




El arte del narrador, como el del artesano, conjuga alma, ojo y mano. Sus huellas quedan adheridas a las palabras, como las del alfarero a la superficie de su vasija de barro. Walter Benjamín dice que al narrador “Ninguna imagen lo satisface, porque ha comprendido que, al desplegarse, lo esencial se presenta en cada uno de los pliegues: cada imagen, cada sabor, cada sensación táctil por la que hemos abierto todo esto se ha desdoblado a su vez, y ahora el recuerdo va de lo pequeño a lo más pequeño, de lo más pequeño a lo microscópico: lo más grandioso se haya siempre en lo que aún está por descubrirse en este microcosmos”


Para Jorge Amado la belleza está en el misterio, un misterio que se refugia en las calles del Pelourinho: “No hay otra ciudad como ésta por más que se busque por los caminos del mundo entero. Ninguna posee su lirismo, su atractivo, su honda poesía. Incluso entre la más espantosa miseria de las clases pobres, nace la flor de la poesía, porque la resistencia de la gente está mas allá de toda imaginación. De esa gente bahiana viene el lírico misterio de la ciudad, el misterio que completa su belleza. ( Amado, Jorge Bahìa de todos los santos. Guía de calles y misterios)

Escribir la realidad ha permitido que los textos de Amado sigan también escribiéndose en la realidad. Si bien la historia nace de la realidad, hay ciertas rea­lidades que sólo pueden nacer de la ficción. Gabriela, Flor, Vadihno, Nacib, Quincas siguen dando vueltas en nuestro siglo. Por eso mismo podemos decir que Jorge Amado sigue entre nosotros. Quisiera, para finalizar, citar un poema de Ferreira Gular: “Mi poema/ es un tumulto/el habla/ que en él habla/ otras voces/ arrastra en alarido…. / (estamos todo llenos de voces que la mayoría de las veces no caben en nuestra voz” .La palabra de Amado nos permite escuchar el tumulto de esas muchas voces” basta afinar el oído”.

Escribir la realidad ha permitido a Jorge Amado que sus textos sigan también escribiéndose en la realidad. Si bien la historia nace de la realidad, hay ciertas rea­lidades que sólo pueden nacer de la ficción. Gabriela, Flor, Vadihno, Nacib, Quincas siguen dando vueltas en nuestro siglo. Por eso mismo podemos decir que Jorge Amado sigue entre nosotros. Quisiera, para finalizar, citar el poema “Muchas voces” de Ferreira Gular: “Mi poema/ es un tumulto/el habla/ que en él habla/ otras voces/ arrastra en alarido…. / (estamos todo llenos de voces que la mayoría de las veces no caben en nuestra voz” .La palabra de Amado nos permite escuchar el tumulto de esas muchas voces” basta afinar el oído”.


por Carmen Perilli


Artículo publicado el 03/07/2013




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