PUNTUALIDAD
ALICIA LIBORE
© Derechos Reservados
Empezó muy de mañana a hacer los preparativos, ya eran las cinco de la tarde y continuaba con la ropa con la que durmió; pronto iba a obscurecer y no tenia listo nada, seguía sentada al filo de la cama con los codos apoyados en las rodillas sujetando su cabeza, largos cabellos revueltos caía sobre su cara, los ojos rojos, las mejillas húmedas había llorado según ella lo suficiente, pero todavía faltaban lágrimas.
Su garganta lo decía, su nariz pequeña escurría tanto como sus ojos, de vez en cuando en su boca se dibujaba una sonrisa que no era tal, pronto llegaría, y ella no tenía nada preparado, lo único cierto era aquella llegada.
De repente miró sus manos grandes, estaban manchadas de sangre, sus uñas tenían pedazos de piel, no cabía dudas era la suya.
Tomó fuerzas y caminó, se paró frente al espejo miro que de su nariz brotaba sangre, su garganta estaba totalmente destrozada.
Todo estaba casi a punto, sonrió pensó que no había hecho nada, pero sin darse cuenta todo estaba en su punto, ya sólo faltaba aquello.
Extendió las sábanas de su cama, puso flores en el jarrón junto a su cama, encendió cuatro velas, colocándolas una en cada esquina, se puso su vestido rosa de diminutas flores blancas cepilló su cabello, se pintó los labios caminó suavemente, se acercó al armario, abrió la gaveta superior y sacó el arma.
Miro el reloj, eran las 7 en punto. Llegó.
Se sentó al pie de la cama abrió la boca y disparó.
ALICIA LIBORE
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Empezó muy de mañana a hacer los preparativos, ya eran las cinco de la tarde y continuaba con la ropa con la que durmió; pronto iba a obscurecer y no tenia listo nada, seguía sentada al filo de la cama con los codos apoyados en las rodillas sujetando su cabeza, largos cabellos revueltos caía sobre su cara, los ojos rojos, las mejillas húmedas había llorado según ella lo suficiente, pero todavía faltaban lágrimas.
Su garganta lo decía, su nariz pequeña escurría tanto como sus ojos, de vez en cuando en su boca se dibujaba una sonrisa que no era tal, pronto llegaría, y ella no tenía nada preparado, lo único cierto era aquella llegada.
De repente miró sus manos grandes, estaban manchadas de sangre, sus uñas tenían pedazos de piel, no cabía dudas era la suya.
Tomó fuerzas y caminó, se paró frente al espejo miro que de su nariz brotaba sangre, su garganta estaba totalmente destrozada.
Todo estaba casi a punto, sonrió pensó que no había hecho nada, pero sin darse cuenta todo estaba en su punto, ya sólo faltaba aquello.
Extendió las sábanas de su cama, puso flores en el jarrón junto a su cama, encendió cuatro velas, colocándolas una en cada esquina, se puso su vestido rosa de diminutas flores blancas cepilló su cabello, se pintó los labios caminó suavemente, se acercó al armario, abrió la gaveta superior y sacó el arma.
Miro el reloj, eran las 7 en punto. Llegó.
Se sentó al pie de la cama abrió la boca y disparó.
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