El país asiático ha reducido la pobreza del 57% al 31% de la población en dos décadas
Las redes vecinales dirigidas por mujeres son claves en el cambio
(Niños bangladesíes rellenan cigarrillos en una fábrica de Haragach. / A. B. (REUTERS))
Las señoras Ashiknur, Hasina, Syhet y Zahanara saben prácticamente todo sobre las vidas de sus vecinas y sus familias. No obedece (o no solo) al típico cotilleo de barrio. Ellas van preguntando por aquí y por allá. Saben si alguien en ese hogar ha encontrado trabajo, cuánto ingresan en aquel otro, si ha nacido un bebé o fallecido el abuelo, qué tal le va en la escuela a la prole. La recopilación y el manejo eficaz de esa información es de tremenda utilidad para luchar contra la pobreza. Es un combate en el que su país, Bangladesh, ha protagonizado lo que la ONU califica de “progreso encomiable”: los pobres se han reducido de un 57% hace dos décadas (1991-1992) al 31% actual.
Eso les coloca claramente en la senda de cumplir ese capítulo de los Objetivos del Milenio de la ONU. Al éxito han contribuido, explica la organización multilateral, un crecimiento económico que ronda el 6% en los últimos años —impulsado en buena medida por el sector textil— junto a una mayor esperanza de vida y una decreciente tasa de fertilidad. Los anticonceptivos están a la orden del día en este país musulmán.
Bangladesh, que estaba entre los últimos de la clase ha resultado un alumno aventajado. Es de los países que mejores resultados está obteniendo en los denominados Objetivos del Milenio (OdM) que en 2000 los países se propusieron cumplir para 2015.
Creado en 1971 tras una cruenta guerra, el estadounidense Henry Kissinger proclamó en aquella época: “El lugar es y será siempre un caso perdido”. Papeletas tenía muchas para depender eternamente de la ayuda exterior. Es tan superpoblado que exporta mano de obra ycascos azules a todo el mundo. Y, ubicado en el inmenso delta del Ganges y Brahmaputra, los ciclones hacen estragos periódicamente.
Pese a esos antecedentes, la ONU le ha puesto un progresa adecuadamente en su último informe sobre los Objetivos del Milenio: “Bangladesh ha cumplido algunos de los OdM como paridad en la escolarización de primaria y secundaria, reducción de la mortalidad de los menores de cinco años (…) y ha hecho avances encomiables en reducción de la pobreza(...), escolarización en primaria, reducción de la mortalidad infantil y materna”. Pese al pronóstico de Kissinger, la ayuda al desarrollo que recibe ha caído del 5,6% del PIB a principios de los noventa al 1,6% en 2010, según el estudio.
Tras logros como esos diseccionados en gruesos informes –el de los OdM es ocupa 160 páginas-- existen personas como Ashknur y sus tres compañeras. O ese mapa que han elaborado que disecciona 300 hogares: cuántos son de familia, quién es pobre, quién ultrapobre, dónde hay letrinas... Ellas son uno de los miles de comités de desarrollo comunitario que existen en Korail, la mayor barriada de chabolas en Dacca. Es una especie de ciudad que comparten con otros 70.000 vecinos (casi tantos como tiene Ciudad Real) que viven en habitaciones de hojalata que alquilan en callejuelas estrechas donde una se topa un perolo de comida al fuego, una barbería, un café o una mercería. Ellas son la avanzadilla de una compleja estructura de gestión que diseña y aplica un proyecto del UNDP y otras organizaciones denominadoColaboración para la Reducción de la Pobreza Urbana.
(Un grupo de mujeres de las redes de ayuda. / NAIARA GALARRAGA)
Durante una reciente visita a Korail estas mujeres explicaban que han sido las encargadas de hacer la primera criba entre las hijas de sus vecinas para elegir --de entre las niñas de 10 a 14 años que iban a dejar la escuela por falta de dinero-- cuáles deben recibir una beca para seguir en el colegio. Para decidirlo fueron a preguntar por sus notas. También son ellas quienes proponen quién debe recibir un microcrédito para emprender un negocio, qué chavales mandar de aprendices a comercios o si conviene incluir entre los oficios a enseñar a los adolescentes el de reparador de teléfonos móviles (un gran negocio en vista de que el 64% de los bangladesíes tiene celular), chófer (aún es un proyecto) o esteticista.
Dos años después de entregada la ayuda, se revisa la situación del beneficiario. Por ejemplo, si la mujer ha logrado ingresos regulares, los hijos están escolarizados y el marido tiene ingresos esporádicos, ascienden en la escala de ultrapobres a pobres a secas.
Las mejoras que impresionan a la ONU han sido posibles porque, pese a las feroces disputas políticas, los Gobiernos han invertido en ayudas sociales para los pobres y porque existen unas potentísimas ONG (el multipremiado Banco Grameen es el más conocido fuera de sus fronteras pero hay otras muchas) que “funcionan como empresas”, en términos de eficacia, explicaba un observador extranjero.
Pese a los logros, Bangladesh va retrasado en algunos capítulos de los OdM como reducción del hambre, creación de empleo o salarios decentes para las mujeres. Y la vida en la barriada de Korail aún es muy precaria. El año pasado a punto estuvieron las autoridades de desalojarlos. Pero se plantaron a miles en el barrio diplomático de Dacca y lograron paralizar el desahucio masivo. Las conexiones a la luz y el agua todavía son ilegales. Varias familias deben compartir cada letrina, no hay escuela. El logro del que más orgullosos están estos vecinos de Korail es el logrado solos, al margen de la treintena de ONG que trabajan en el barrio. Es el anodino pavimento de cemento que les permite caminar sin mojarse mientras las aguas fecales transcurren a los lados.
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