jueves, 8 de agosto de 2013

Las Manìas...problemas en la pareja

Seguimos tratando el tema, en nuestro programa, en estos momentos al aire....

Soportar las manías de nuestra pareja

Sin duda hay grandes problemas que afligen las relaciones; la infidelidad, el abuso y el vicio no se han extinguido. Una sociedad altamente sensualizada libra un seductor son de tambor de distracciones. Pero, podrían ser los pequeños problemas los que alteran el amor de la manera más imperceptible. Los calcetines sucios en la puerta. La manera en la que nuestra pareja mastica haciendo tanto ruido. Como el incesante goteo de un grifo que pierde agua, aquellos erosionan la buena voluntad que subyace en toda relación. Antes de que uno lo sepa, uno siente que no es querido, que no es escuchado y que no es valorado, si no criticado y controlado. La intimidad se convierte en un vago recuerdo.

Sin embargo, situaciones de mal humor son inevitables en las relaciones. Es imposible encontrar otro ser humano cuyas manías, hábitos y preferencias se alineen perfectamente con las de uno. El desafío fundamental en una relación, sostiene el psiquiatra de Nueva York John Jacobs, es “saber negociar y vivir con los incordios de tu pareja de tal forma que no te moleste y os mantenga a ambos unidos. ”Cuando los matrimonios no funcionan, añade, a menudo no es porque se enfrentan a grandes problemas, sino por las pequeñas diferencias“.

Las personas tenemos valores y formas de ver el mundo que difieren y queremos cosas diferentes. Tales diferencias derivan de nuestro temperamento influido genéticamente, nuestro sistema de creencias y de las experiencias desarrolladas en nuestra familia de origen, explica Diane Sollee, terapeuta de familia. “Pensamos: ‘Mi padre solía bajar la tapa de wáter, ¿por qué no lo puedes hacer tú?’ - ‘El mío nunca bajaba la tapa del wáter, y yo no voy a hacerlo tampoco”. Cualquiera que sea el origen, tales modelos están profundamente enraizados y son difíciles de eliminar.

A veces, un calcetín en el suelo es sólo un calcetín en el suelo. Pero, especialmente entre parejas estables, las pequeñas molestias podrían cifrar problemas más profundos. Es como si cubitos de hielo se convirtieran en un iceberg, dice el terapeuta familiar John Van Epp. Piensa en cubitos de hielos como si fueran agravios que flotan libremente – molestos pero sin importancia. Odias la forma en la que tu pareja pone los pies en los muebles.

Tales comportamientos podrían hacerte subir por las paredes, pero son inofensivos. Pero los pequeños problemas se convierten en una enorme fuerza sumergida cuando toman un sentido diferente en tu mente - cuando las sumas como una evidencia de un defecto en el carácter o un defecto moral. Estás enfadado por el hecho de que tu pareja odie compartir comida de su plato o planear con antelación. Y que cuando intentas compartir noticias importantes, ella se ponga nerviosa y te corte para contarte algo suyo. Cuando juntas todo, una imagen surge de tu pareja como egoísta y ensimismada en sí misma, siempre colocando sus necesidades en primer lugar.

“No vives con tu pareja en tu casa. Vives con tu pareja en tu cabeza,” explica Van Epp. Gradualmente, empiezas por buscar evidencias de que tu pareja sólo piensa en sí misma – y, desde luego, las encuentras. Tus percepciones cambian con el tiempo: La pareja idealizada con la que habías empezado, llega a ser menos ideal.

Pero, si quieres convivir en pareja, algo tiene que cambiar, y con toda probabilidad eres tú. Toda irritación en una relación es una calle de doble sentido. Las parejas centran su atención en lo que consiguen y no en lo que dan. Pero, no importa lo frustrante del comportamiento de la pareja, la mayor parte está en tu interpretación. Lo que importa es el significado que le atribuyes.

La habilidad para eliminar las crispaciones en una relación descansa en cada uno de nosotros. Podríamos sabotear o no buenas relaciones. Todo depende de cómo interpretemos el problema.

1. “Es deliberado”

Diane Sollee recuerda que su padre roncaba muy fuerte. “Cuando le preguntaba a mi madre cómo podía soportarlo, ella respondía: ‘Cuando le oigo roncar, se que está en casa a salvo, vivo y bien.’”“Es la reacción del huésped, no la fuerza del patógeno,” dice el rabino y educador matrimonial Edwin Friedman. Roncar no es el problema; es el significado que se le da. Nos tomamos cada molestia como algo personal. Tratamos cada acción, consciente o inconscientemente, como un desaire personal, como un signo de que el otro no se preocupa por nosotros o de que no nos está priorizando. Cuando no conseguimos lo que queremos, lo interpretamos como: “No me quieres lo suficiente” y pensamos: “Si realmente te preocuparas por mí, dejarías los hábitos que me molestan”.

Desgraciadamente, gran parte del comportamiento es algo inconsciente, hacemos muchas cosas sin pensar. “Sería ideal tener en cuenta siempre la reacción del otro,” dice el psicólogo Michael Cunningham de la Universidad de Lousville, “pero la realidad es que la gente habitualemtne tiene comportamientos automáticos que están centrados en sí mismos, sin tener en consideración a la otra persona.”

Cunningham estudió las crispaciones en las reslaciones de 160 parejas y encontró que las personas suprimen el mostrar desagrado por los hábitos de la pareja al principio de la relación, pero dejan que florezca una vez que se encuentran en una relación más estable,” observa. “En las primeras citas, estás muy vigilante. Una vez que hay un compromiso estable, sientes que puedes relajarte.”

Cunningham ve las crispaciones que surgen como “alérgenos sociales.” Como con los alérgenos físicos, la primera exposición produce una pequeña reacción negativa, pero cada contacto sucesivo incrementa la sensibilidad. Esa es, dice, la razón por la que aquellos que se encuentran en relaciones de larga duración explotan por aquello que parecen pequeñas transgresiones. La primera toalla mojada en el suelo del baño irrita algo, la centésima puede desencadenar una reacción hipersensible.

Si tu pareja tiene un hábito del que él o ella no es consciente pero que te saca de quicio – dejando la puerta del baño abierta, dejando migas de pan en el plato de la mantequilla, yendo de aquí para allá en ropa interior – sácalo a relucir de forma cariñosa. Quizá, simplemente no se le había pasado por la cabeza a tu pareja que eso te molestara.

Después, están los comportamientos respecto a los que tú has manifestado tu desagrado, pero que persisten. En este caso, si percibes que tu pareja tiene dificultades para cambiar estos aspectos o comportamientos de sí misma, es hora de evaluar la situación. Intenta recordarte a ti mismo lo que tienes, y lo que estás dispuesto a perder. John Buri, un psicólogo de la Universidad de San Thomas en Minneapolis, cita a una colega suya que tenía una risa estridente y áspera. “Siempre temía que empezara con su ridícula risa, que era para él como unas uñas arañando una pizarra,” recuerda Buri. Aunque la pareja tenía muchas cosas en común, su unión se fue erosionando poco a poco a causa de esa manía. Después de 15 años de matrimonio, sin embargo, la mujer contrajo cáncer y murió. “Ahora, el añora oír esa risa una vez más,” dice Buri.

2. El desorden

Normalmente, en todas las relaciones, un miembro de la pareja suele ser más desordenado que el otro. El ochenta por ciento de las parejas que viven juntas dicen que las diferencias sobre orden y desorganización ocasionan tensión en la relación, informa Eric Abrahamson, profesor de administración de empresas de la Universidad de Columbia, y el periodista de Massachussets, David H. Freedman, autores de A perfect Mess (Un desorden perfecto).“Mi novio tira sus calcetines sucios al suelo cuando se mete en la cama,” dice Victoria, una contratadota legal en Nueva York.” Una vez que un hombre vive con una mujer, realmente no ve la necesidad de limpiar lo que deja detrás. Él asume que yo los recogeré por la mañana. Es desconsiderado.”“Él nunca limpiará de la manera que tu quieres que lo haga,” dice el terapeuta de familia Cloe Madanes. “No puedo decirte cuántas parejas se divorcian por esto.”

Si tu pareja no parece que pueda cambiar formas descuidadas, reconstruye el asunto en tu propia mente. En vez de enfocarte en lo inadecuado de su forma de limpiar, acuérdate de lo mucho que aprecias su contribución a las tareas del hogar. Cambiando tu perspectiva puedes no sólo solucionar el problema del desagrado, sino que además se puede reconstruir la dinámica de la relación.

3. No sentirse querido/a

El gurú motivacional Tony Robbins, creador del programa “La Relación Esencial” con la terapeuta Madanes, creció en una familia en donde se motivaba a cada uno a decir lo que quisiera y cuando quisiera. “Nuestro planteamiento era: puedes decirlo con toda la intensidad que quieras y vamos a resolverlo aquí mismo,” dice Robbins. “Si te levantabas y dejabas la habitación o decías, ‘Joder, no puedo más, no aguanto más,’ la norma de mi madre para eso era: ‘Esta relación se ha acabado.’” Mientras crecía, Robbins absorbió estas normas inconscientemente.Después, se enamoró de una mujer cuyo padre nunca alzaba la voz, un hombre que dejaba la habitación siempre que se sentía ofendido. “Mi norma era:´tú te quedas y lo resuelves´, y la suya era, ´tú no alzas la voz´”. El choque de puntos de vista llevó a la desesperación. Cuando Robbins se acaloraba y alzaba la voz, su novia se sentía herida. Ella abandonaba la habitación para evitar el conflicto, lo que significaba para Robbins que él no le importaba. Ambos no se sentían queridos. Así que hicieron un pacto: El no levantaría su voz y ella no dejaría la habitación. Funcionó perfectamente, hasta el día en que ambos estaban bajo estrés. Robbins alzó su voz y ella salió de la habitación: “¡Prometiste que no saldrías de la habitación!” dijo Robbins.“¡Tú dijiste que no irías a gritar!” dijo su novia, que salió echando pestes. Furioso, Robbins fue tras ella. De repente, ella saltó de detrás de una puerta y dijo, “¡Bú!”. Ambos se rieron tanto que olvidaron la pelea. Sus ganas de jugar disipó su enojo y les recordó lo importante que eran el uno para el otro. Ella había llevado a cabo lo que Madanes llama una “interrupción de pauta,” cambiando el contexto de interacción tan drásticamente que el comportamiento hiriente se detiene instantáneamente.

Cuando la pareja te está atacando o haciéndote sentir que no eres querido, la interrupción de pauta es necesaria para cambiar el sentido de la interacción por completo, de tal forma que la malicia se desvanece. En vez de responderle de forma defensiva gritando, es mejor pararse y reconocer en ese momento que tu pareja es incapaz de apoyarte en ese momento y no piensa realmente lo que está diciendo. Tranquilízate y da a tu pareja la calma que necesita. “Dile: ‘Puedes chillar, puedes gritar, puedes hacer lo que quieras, pero te quiero y no puedes deshacerte de mí,’” advierte Robbins.

“Necesitamos esa unión, esa aprobación… la comprensión. Tener a alguien que va a estar ahí y no va a salir corriendo. Así es como desarmas la pauta de alguien.”

4. No sentirse valorado/a

Una actitud de buena voluntad es esencial en toda relación. Nos da ganas de hacer cosas a nuestras parejas, especialmente si nuestros esfuerzos son reconocidos y apreciados. Pero si sentimos que nuestros esfuerzos pasan desapercibidos, o, peor, que nuestra pareja sólo se percata de lo que no hacemos, perdemos interés en llevar a cabo esos actos generosos que fomentan la relación. Por el contrario, nos irritamos, y al final sentimos que no se nos hace caso.

“Depende de cada uno de nosotros comunicar lo que nos hace sentir valorados,” dice Sollee. “No puedes presuponer que tu pareja lo sepa.”
También, podrías intentar sacar a tu pareja de su aturdimiento al convertir la situación en un juego, como Cloe Madanes hace cuando su pareja no tiene muestras de aprecio por los esfuerzos que ella hace en la cocina: “Me niego a que alguien me hiera mis sentimientos fácilmente,” dice Madanes. Su estrategia es tener un diálogo con ella misma y decir cosas como: “Cloe, eso estaba fantástico!” “Gracias, no fue nada.” “No, de veras que sabe bien, gracias.” Hacer esto delante de tu pareja podría ser una gran indirecta para conseguir que él o ella entren en baza. Incluso si no es así, por lo menos, tomas control de tus propias emociones y te arrancas de un estado reactivo. Hay poco espacio para sentirse una víctima desamparada por la obtusidad de la pareja, has tomado control de la situación.

Pero, todavía no cantes victoria, tienes que enmendar tu propia pauta. Con frecuencia notamos cosas que confirman nuestras tendencias e ignoramos lo que no las confirman, lo que significa que nos enfocamos más en lo que nuestra pareja no está dando. Y encontramos una amplia evidencia de ingratitud. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el comportamiento de nuestra pareja no tiene un significado inherente y es el significado que nosotros atañamos a su comportamiento lo que nos irrita. Así que, cuando tu pareja te pida que retires la basura y sientes la necesidad de responder “¿Es que soy tu esclavo?”, recuerda la buena voluntad que tenías al comienzo de la relación y no te centres tanto en recibir, sino en dar.

5. Sentirse controlado/a

Una joven pareja decidió intentar vivir juntos y compraron una casa. Un día, al principio de la relación, él se acomodó en el sofá para leer el periódico después del trabajo, mientras ella iba a la cocina para preparar la cena. “Oye, ¿podrías traerme un vaso de agua?” dijo él. “Ven a buscarlo tú,” respondió ella - y ese fue el final de la relación. Ella percibió la petición como un intento de controlarla. Ella había crecido con un padre militar que siempre estaba diciendo a la gente lo que hacer, y no estaba por la labor de entrar en esa situación voluntariamente. Él se quedó asombrado por su negativa.

Sentirse controlado/a es una de las quejas de pareja más comunes – el 40 por ciento, según un estudio. “A los seres humanos no nos gusta que nos digan lo que hacer,” dice John Jacobs. El problema real podría no ser el comportamiento de tu pareja, sino la forma en la que lo etiquetas. “Lo que una persona podría sentir como control, la otra podría sentirlo como amor y cariño,” explica Madanes. “El arte de las relaciones es cambiar las cosas de alrededor, incluso si la otra parte no colabora.”

“Para hacer que una relación funcione, es mejor atribuir buenas intenciones a tu pareja”, dice Madanes. “En vez de ver a tu pareja como controladora, pregúntate qué le motiva. El compañero o la compañera que no quiere que salgas con tus amigos, podría sentir miedo de ser abandonado/a. Un compañero o una compañera que cuestiona tus decisiones podría estar preocupado por ti. Yo nunca me siento controlada”, dice Madanes. “Nunca pienso en esos términos. Por el contrario, llegaría a pensar que es sobreprotector o que está llevado por el miedo.”

Además de modificar la forma de ver el comportamiento de tu pareja como de bien intencionado, pregúntate qué necesita tu pareja que parece no llegar a conseguir. ¿Manifestaciones de amor? Comprometerse a satisfacer las necesidades de la pareja en la medida en que uno se sienta cómodo con ello, transformará toda la relación.

La mujer que rehusó llevar el vaso de agua a su novio podría mejor haber sondeado el asunto y haber hablado sobre su educación recibida. “Podría haber explicado que su petición desencadenaba en ella un malestar emocional y la hacía sentirse resentida,” sugiere el terapeuta Lori Gordon, “lo que ayudaría a que él lo supiera.”

6. No sentir confianza

Una pareja, ambos jóvenes abogados con éxito, querían un bebé. Pero, empezaron a pelearse de una manera que les hizo perder toda la esperanza. Una vez, a la vuelta a casa después del trabajo, ella quería hablar sobre los problemas económicos, pero todo lo que él quería era tranquilidad. Ella lo siguió de una habitación a otra, al tiempo que él intentaba evitar la conversación, hasta que ella se interpuso en su camino. Entonces, él la empujó. Para cuando solicitaron terapia, habían llegado a la conclusión de que no podían tener un niño en un ambiente tan violento.

Madanes les dijo que había algo que el marido podía hacer, pero era algo difícil y no estaba segura de que él pudiera hacerlo. “Puedo hacerlo,” insistió el marido.“En el futuro, siempre que ella empiece a ir detrás tuya y quiera hablar sobre dinero – ya sea en casa, en una fiesta, o en la calle – pon tu mano bajo su blusa o su falda y acaríciala.” “¡No vas a hacerlo!” dijo la mujer. “¡Oh, sí que lo voy a hacer!” dijo el hombre.

La táctica no sólo interrumpió la pauta de confrontación de enfado, sino que la transformó en una dinámica cálida y juguetona. En un mes, ella se quedó embarazada.

Como todos los conflictos en las relaciones, la pérdida de confianza es una vía de doble dirección. Si satisfaces todas las necesidades de tu pareja y le llenas de amor a diario, os sentiréis los dos cálidos y cercanos. “Oigo decir a muchos hombres: ‘Mi mujer me dejó de repente, y no puedo comprender por qué, le daba todo,’” dice Madanes. “Y yo respondo: ‘¡Le dabas todo, excepto lo que ella necesitaba!’”

7. Coquetear

El sentir una falta de cercanía se manifiesta a menudo en un coqueteo con otros. El coqueteo podría ser inocente si no lleva a ningún lugar, pero puede hacer daño y ser humillante para un miembro de la pareja. "¡Coquetear es una llamada!” dice Robbins. “Quiere decir, ‘¡Por favor, fíjate en mí!’ El miembro de la pareja que coquetea está buscando sin excepción alegría, atención y satisfacción.”

Si tu pareja está coqueteando con otros, dice Madanes, mira más allá de tus sentimientos heridos y pregúntate qué está buscando tu pareja. Y entonces, pregúntate, “¿Qué estoy haciendo para provocar esto? ¿Qué necesita mi pareja?” Para algunos podría ser, tener hechas las labores de casa de forma inesperada, como por ejemplo, sacando la basura; para otros podría ser tener tiempo de calidad; y aún para otros, ser la prioridad. Todos ellos podrían ser vías a la pasión.

8. Conflictos de personalidad

El enojo aparece con la diferencia. Toda persona que se queja por que su pareja es de cierta forma, su pareja podría quejarse por todo lo contrario. Podrías ver a tu cónyuge como demasiado social, pero él podría verte como una ermitaña. Se pueden evitar muchos enfados sólo con comprender las diferencias entre tú y tu pareja – y aceptando que es correcto, incluso inevitable, ser diferentes.

Casi sin excepción, dice Gordon, cometemos el error de suponer que nuestra pareja tiene las mismas necesidades que nosotros. O consideramos que las necesidades diferentes a las nuestras son menos válidas, tienen menos valor de ser satisfechas. Incluso aquellos de nosotros con las mejores intenciones tienen la tendencia de dar a sus parejas lo que ellos quieren, no lo que quieren sus parejas.

Tú eres introvertido, recargas tu energía en privado. Tu pareja es extrovertida. Después de una hora en una fiesta, tú quieres irte, sin embargo para ella acaba de empezar. “Este tipo de diferencias es la semilla de innumerables discusiones,” dice Gordon.

Para ayudar a las parejas a entender cómo los enfados surgen por diferencias de personalidad, Gordon les da cuestionarios de personalidad. A muchos, ver una evidencia clara de que la pareja tiene una personalidad completamente diferente les ayuda a frenar su resistencia a las diferencias y a estar más dispuesto a acomodarse a ellas.

Cuando te quieres ir temprano, no es porque a ti no te importe tu pareja, explica Gordon. Cuando tu pareja se quiere quedar, no es por falta de amor hacia ti. Podríais resolver vuestras diferencias al ponerse de acuerdo de antemano sobre volver a casa por separado – uno temprano y el otro más tarde. Es conveniente aceptar las diferencias y no guardar rencor por ello.

9. Falta de justicia

Uno de los aspectos más correosos de una relación es negociar los intereses encontrados que surgen inevitablemente. ¿Quién se encarga de las labores de la casa? ¿Cómo dividir las vacaciones entre dos familias de parientes? ¿Quién decide a dónde ir en las vacaciones?Tales asuntos se manifiestan a menudo en quejas por la falta de justicia. Un miembro de la pareja percibe que el otro no se está ciñendo al pacto establecido. Pero, como con todos los conflictos, se trata de según como se mire.Una ironía es que las parejas intentan dividir todas las responsabilidades a partir de una línea intermedia. El estudio indica que esto ocurre porque al intentar ser escrupulosamente justos, los miembros de las parejas gastan todo su tiempo midiendo, comparando y debatiendo sobre dónde cae la línea divisoria.

Es más importante para cada uno sentir que está dando y consiguiendo más o menos lo mismo, aunque en campos diferentes. Dividir las responsabilidades por preferencia y habilidad elimina la competición y las oportunidades para medir la actuación de tu pareja frente a la tuya. Madanes sugiere que ambos miembros se pongan de acuerdo sobre qué campos se encargará cada uno, asignando la responsabilidad sobre el coche, los impuestos, las relaciones sociales, etc.

Aún mejor, dice Jacobs, es adoptar un sistema de quid pro quo (algo a cambio de algo). Más que buscar una posición intermedia que no ofende a nadie pero que tampoco alegra a nadie, es mejor estar de acuerdo de hacerlo algunas veces a tu manera y otras veces a su manera. Esta vez, tu pareja elige la película, pero tú traes una la próxima vez. Ambos os tenéis que someter al plan: cuando estés viendo la película de tu pareja, intenta disfrutarla – y no te quejes o la aruines.

10. La crítica

Todos los agentes irritantes en la relación pueden llevar a las parejas a criticarse el uno al otro. Pero, la crítica es un agente irritante peligroso por sí mismo. “Si quieres acabar con una relación por completo, ten una aventura amorosa,” dice Buri. “Pero, si quieres que muera lentamente, usa la crítica.” La crítica hace que las personas se sientan atacadas y no queridas, y puede ser bastante dañina para la relación, rayando el abuso. Sin embargo, la mayoría de las personas responde a los conflictos sin importancia con la crítica.

Cuando se reacciona a las molestias, dice John Gottman, los hombres tienden a cerrarse y rehúsan contraatacar. Pero las mujeres dan voz a sus quejas con la crítica. Tienen la capacidad de decir a su pareja exactamente lo que está mal en él y por qué necesita cambiar. Pero este acercamiento rara vez consigue el objetivo deseado, ya que los hombres se sienten atacados, se ponen a la defensiva, incapaces de escuchar con una mente abierta. Las conversaciones que comienzan con críticas tienden a terminar en enfado.A veces, la crítica puede ser indirecta, manifestándose como sarcasmo. Madanes receta una interrupción de la pauta: donde quiera que la pareja se encuentre, tan pronto como ella haga un comentario sarcástico, él se tenderá boca arriba y dirá, “¡Pégame! ¡Pégame! Dolerá menos.” “Es muy efectivo,” informa Madanes.

El acoso despiadado e incesante – sobre el dinero, sobre hábitos irritantes, sobre cualquier cosa - es otra forma de crítica que molesta sobre todo a los hombres. De igual forma, Madanes receta una interrupción de esta pauta. El objetivo no es romper la comunicación sobre asuntos importantes, sino usar el juego para expulsar una comunicación destructiva y sustituirla por una más constructiva.

Las parejas asumen que ya que la buena comunicación es el eje de una relación, entonces, toda comunicación es buena y cuanta más mejor. Esto es una falacia, insiste Madanes. “Con la mayoría de las parejas, el problema no es la insuficiencia de comunicación, sino, al contrario, demasiada comunicación.” Muchas parejas se quedan atrapadas en ciclos viciosos de quejarse y criticarse mutuamente, martilleando con los mismos asuntos una y otra vez.”

No soló la crítica es algo muy destructivo en una relación, sino que a menudo tampoco hace desaparecer el asunto de discusión. La mayoría de los comportamientos nunca cambian – porque la mayoría de los problemas en la relación no tienen solución. Gottman calcula que el 69 por ciento de todos los problemas matrimoniales son inmutables, que surgen de diferencias personales básicas entre los miembros de la pareja.

En otras palabras, lo que puedes cambiar es tu perspectiva.

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