Autor: Pablo Neruda
LA mariposa volotea y arde —con el sol— a veces. Mancha volante y llamarada, ahora se queda parada sobre una hoja que la mece. Me decían: —No tienes nada. No estás enfermo. Te parece. Yo tampoco decía nada. Y pasó el tiempo de las mieses. Hoy una mano de congoja llena de otoño el horizonte. Y hasta de mi alma caen hojas. Me decían: —No tienes nada. No estás enfermo. Te parece. Era la hora de las espigas. El sol, ahora, convalece. Todo se va en la vida, amigos. Se va o perece. Se va la mano que te induce. Se va o perece. Se va la rosa que desates. También la boca que te bese. El agua, la sombra y el vaso. Se va o perece. Pasó la hora de las espigas. El sol, ahora, convalece. Su lengua tibia me rodea. También me dice: —Te parece. La mariposa volotea, revolotea, y desaparece. |
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