jueves, 1 de agosto de 2013

Mujeres mal vistas por hombres

(Google homenajea Ada Lovelace)

Aunque queda lejos ya, por lo ridículas que resultan en nuestro tiempo, las interpretaciones y valoraciones que sobre la mujer realizaran en el siglo XIX y buena parte del XX,  filósofos, políticos, sindicalistas, escritores, y un largo etcétera, es cierto que, aún hay que luchar en materia de igualdad de género y contra la violencia, la intolerancia, la invisibilidad y la misoginia reinante en el entorno social, laboral, político o familiar en el que se desarrolla la vida cotidiana de la mujer. Aún llueven sobre nosotros las cenizas del fuego de la hegemonía integral ejercida por el hombre.
Es curioso como un alto porcentaje de pensadores, escritores, científicos, políticos, etc. se han ocupado en pensar y escribir sobre la mujer. Se empeñan en emplear su tiempo en redactar frases sobre ella, aún considerando que sea un ser de inferior entendimiento con respecto al hombre. ¿Qué les ha llevado a ocuparse de un sexo que para ellos carece de importancia y de valor?. Es algo que nos preguntamos al ver escritas esas “reflexiones”, y que no podemos saber, solo tal vez, intuir.
 "... Solo el aspecto de la mujer revela que no está destinada ni a los grandes trabajos de la inteligencia ni a los grandes trabajos materiales
… Lo que hace a las mujeres particularmente aptas para cuidarnos y educarnos en la primera infancia, es que ellas mismas continúan siendo pueriles, fútiles y limitadas de inteligencia…
...El principio de la Ley Sálica es tan evidente, tan indiscutible, que parece inútil formularlo.
… es evidente que por naturaleza la mujer está destinada a obedecer…si es joven toma un amante; si es vieja, un confesor".
Son palabras que aparecen en El amor, las mujeres y la muerte de Arthur Schopenhauer. Sin duda es de preocupar que filósofos, con notable influencia en la construcción del  pensamiento contemporáneo, analicen y contemplen falsamente al ser humano, estableciendo distinción en base al sexo y construyendo una separación de género que a la mujer le ha costado muy cara en la historia de la humanidad. Lo que induce en buena lógica a pensar y sobre todo a preguntarnos que, si el resto de su pensamiento se apoya en las mismas estructuras, y se elabora y construye con ese tejido racional, ¿sobre qué legado filosófico se desarrolla el pensamiento contemporáneo?. ¿Qué sustrato está alimentando la sociedad actual, si los posicionamientos filosóficos, no olvidemos que la filosofía se dirige a la búsqueda de la verdad, parten de premisas falsas?.
Dorado Montero, aquel jurista y filósofo de quien Azorín dijera “Es un hombre que se abraza a la realizad y piensa”, con ocasión de revisar las pruebas de imprenta que llegan a sus manos años después de haber escrito un artículo para la revista La España Modernaen 1912, dijo al releer el mismo: “solo en alguna parte coincide con lo que ahora se diría si hubiera de nuevo que redactar este escrito, pero traduce, al cabo, un estado mental”. Quizá debamos ser condescendientes con Schopenhauer y pensar en su estado mental cuando escribió El amor, las mujeres y la muerte, máxime cuando sabemos que bebe en las fuentes de Aristóteles.
Pero es cierto que la cadena misógina se hace a fuerza de eslabones y los grandes pensadores se construyen apoyados en otros anteriores. Irremediablemente nuestra historia se basa en estratos. Nos hacemos y dependemos de ellos.
Valentí Camp (1875-1934), editor, periodista y escritor barcelonés, publicó en 1922, un libro en el que trata de recopilar y ensalzar a las figuras más notables en el pensamiento filosófico, literario, económico y de la ciencia en general del siglo XIX, una visón del “movimiento intelectual” de ese siglo. Bajo el título Ideólogos, teorizantes y videntes, recoge apuntes de cincuenta y tres intelectuales, estudiosos y científicos. El resultado es que nos encontramos que todos ellos son hombres. A pesar de realizar en el libro que comentamos, un esfuerzo considerable por sacar a la luz la obra de aquellos cuyos textos han pasado desapercibidos, o no se le haya dado el valor que mereciera, echamos en falta que en ese aventajado grupo de personas que pusieron su granito para contribuir en la elaboración de los sistemas y teorías del XIX, no incluyera a alguna mujer. Algo por otra parte razonable para el pensamiento de la época, aunque estemos hablando de 1920, año en que sin duda a Camp no le hubiera costado mucho encontrar para su libro a mujeres que destacaron en las artes, las ciencias, la literatura, la pedagogía, la filosofía, o la lucha por los derechos: abolicionismo, divorcio, derecho al voto, etc. en fin, que contribuyeron al desarrollo de la sociedad.
El hecho de que hasta la segunda mitad del S. XIX no podamos decir que surja un movimiento reivindicativo de los derechos de la mujer, no quiere decir que a nivel individual el pensamiento de un intelectual debiera transitar ya por esa senda, pues no en vano el XIX sucede al siglo de la Ilustración donde la razón toma fuerza y realiza aportaciones que nunca más se abandonarán. La Revolución Francesa, la Declaración de los Derechos del Hombre, la libertad, el fomento de la razón, el siglo de las luces… ¿Qué ocurre para que en esta sociedad floreciente en libertad e ilustrada, surjan voces y escritos en contra de la igualdad de género?. Por qué escritores y filósofos se empeñan en propagar, justificar, razonar, difundir y propiciar esa diferencia?. ¿Cómo es posible que su legado intelectual se considere, no en el momento de su redacción, algo que sería comprensible, sino en la actualidad, un ejemplo por la defensa que realizaron en la “autonomía del individuo”?.

De Rousseau, ciertamente no podemos afirmar que tuviera un pensamiento equiparable a lo que hoy entendemos por igualdad en derechos para el hombre y la mujer. Suyas son las siguientes palabras que figuran en El Emilio: “La mujer está hecha para ceder al hombre y para soportar incluso su injusticia”. El propio D’Alembert criticó la postura ideológica que sobre la mujer y la educación sostuvo en esa obra, sin embargo y esto es lo preocupante, en la actualidad algunos especialistas le siguen considerando defensor del individuo y de su autonomía.  
Es precisamente la permanencia de su impronta lo que nos preocupa. Pues debemos entender que no hay defensa del individuo si no se refiere al ser humano, no hay defensa de la autonomía del individuo que no entienda a este como al conjunto de la humanidad. ¿Qué fuerza racional defiende un hombre que con su razón realiza la diferencia de capacidades, entendimiento, derecho entre el hombre y la mujer?.
El periódico ABC editado en el Madrid republicano, publicó en 1937 una serie con las figuras más relevantes de la democracia en el mundo, su título era Galería de ABC. Figuras de la democracia mundial. El mismo periódico comenta la “excelente acogida” de la serie gráfica que, en hoja aparte y a modo de suplemento solía aparecer los domingos y jueves hasta completar un total de sesenta y dos personajes. El hecho es que de ellos, tan solo consideran a tres mujeres relevantes para la democracia universal. Ellas son: Dolores Ibarruri “La Pasionaria”, (lámina nº 8), Concepción Arenal (lámina nº 41) y Clara Zetkin (lámina nº 49). 
En 1966, Barbara Welter publicó un ensayo donde analizaba la vida de las mujeres norteamericanas en los años 1820 a 1860, que tuvo una gran repercusión. Afirmaba que existía un culto a la feminidad, entendida esta como una manera de ser de la mujer donde imperaban como “virtudes” la pureza, la piedad, la sumisión y la domesticidad. En España, esos mismos valores, cien años más tarde, son los que defendería Pilar Primo de Rivera, ideóloga del movimiento femenino durante el franquismo. La unión entre la iglesia y el Estado supuso en nuestro país que, a la férrea dictadura intelectual, social y física ejercida durante los años de represión franquista sobre hombres y mujeres, se impusiera sobre la mujer otra, basada exclusivamente en su sexo, formando parte de una política pública del Estado como individuo disociado del hombre. Durante la Guerra Civil Española, también tenemos numerosos testimonios de la represión ejercida sobre la mujer, dirigidos a su propia esencia: paseos de rapadas por las calles de los pueblos después de obligarlas a tomar aceite de ricino, violaciones, etc.

Flora tristán (1803-1844), dejando aparte el discurrir de su propia vida, una auténtica aventura, construye una obra de trascendental importancia para el feminismo y el movimiento proletario. Suya, a pesar de no ser un hecho conocido, es la frase “proletarios del mundo uníos”, siendo precursora de la unión obrera y de la mujer para la construcción de un mundo más justo e igualitario. Luchadora incansable de los derechos de la mujer, conoce y padece la violencia en el matrimonio, al que considera un sistema de opresión hacia la mujer, es por ello que defenderá siempre la existencia del divorcio. Colabora en publicaciones como la Revue de París, L’Artiste y Le Voleur. Publica Peregrinaciones de una paria, autobiografía que refleja la dura existencia de ser hija natural, separada y pobre. 
Esta obra tuvo un gran éxito y sin embargo, después de publicar en 1942 Promendades dans Londres, libro en el que expone a la luz pública los vicios de la sociedad burguesa londinense, cae un silencio sobre su obra y figura. Así tiene que publicar en 1943 ella misma L’Union Ouvrière, al no encontrar editor que lo quiera hacer.
La abolicionista Harriet Beecher  Store (1811-1896), es una mujer que lucha contra la pena de muerte y a favor del divorcio. Tuvo un enorme éxito con La cabaña del tío Tom, obra traducida a más de veinte idiomas constituyendo un éxito extraordinario en ventas. El prestigio adquirido con esta publicación no la salvó de caer en desgracia como consecuencia de haber escrito que Lord Byron mantenía relaciones íntimas con su hermana.
Ya que hemos mencionado el daño causado a Beecher por su enfrentamiento con Lord Byron, veamos qué opina este personaje sobre la mujer:
“He meditado en la situación de las mujeres bajo los antiguos griegos, y es bastante conveniente. El estado actual, resto de la barbarie feudal de la Edad Media, es artificial y contrario a la naturaleza. Las mujeres debieran ocuparse en los quehaceres de su casa; se las debería alimentar y vestir bien, pero no mezclarlas en la sociedad. También deberían estar instruidas en la religión, pero ignorar la poesía y la política; no leer más que libros devotos y de cocina. Música, dibujo, baile y también un poco de jardineo y laboreo del campo de tiempo en tiempo. Las he visto en Epiro trabajar con fruto en el arreglo de los caminos. ¿Y por qué no? ¿No barren las hojas secas y extienden el heno para que se seque? ¿ No son lecheras?”
No sabemos si a su hija, (a quién se refiere la ilustración que encabeza este escrito) Ada Byron King, condesa de Lovelace, (1815-1852), le transmitirá su opinión sobre las mujeres. El hecho es que Ada, analista como a ella misma le gustaba que se la reconociera y matemática, fue una mujer brillante que pasará a la historia como la primera programadora, al redactar en los primeros años de la década de los cuarenta del siglo XIX, un lenguaje deprogramación que interpretaba la máquina analítica de Charles Babbage. La importancia de su trabajo fue reconocida con posterioridad a su muerte. En honor suyo un lenguaje de programación lleva su nombre, así como una imagen fotográfica suya sirve como certificado de autenticidad para licencias de Microsoft Windows. Fue una adelantada de su tiempo pues sus teorías son precursoras de los ordenadores modernos y cómo no, en una época en que dedicarse a las matemáticas no entraba en el orden social impuesto a las mujeres, tuvo que firmar sus trabajos con sus iniciales.
Por:  01 de agosto de 2013 (Blog Cultura)

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