sábado, 1 de febrero de 2014

CUENTO MEXICANO: LAURA MARTÍNEZ LARA

Presentamos un cuento de Laura Martínez Lara. Es bailarina de danza clásica y narradora. Actualmente es becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas. Estudió la maestría en Letras Iberoamericanas en la Universidad Iberoamericana Puebla. Escribió la novela Tu rostro en otoño (2013). Es colaboradora en el Seminario de Estudios Literarios en la Universidad Iberoamericana Puebla.



Hoy nieva en Nueva York y las ampollas del pie de Paloma explotan al sumergirlas en agua caliente. El cuerpo habla por la noche, cuando la ciudad calla y termina la función. Su compañera se ha dormido; ella no tendrá que encerrarse en el baño para respirar su soledad mientras silencia el ardor de los dedos.
            En esos momentos Paloma se reencuentra con Él, en aquella distancia infinitesimal de circunstancias, de sus recuerdos: el olor de su cabello, sus manos grandes. Esos ojos grises. Dobló en Palermo y no lo vió más, de eso ya tiene dos meses. Dos meses de gira.
            Le escribe en servilletas del comedor, cuando desayuna una taza de cereal. Hambrienta, recuerda el London Café, allá donde la vida era para ser vivida, no bailada. Un cigarrillo antes del ensayo, dos más durante éste, uno casi al final y la tierra de Malboro atrás del American Theatre.
            Lleva días que cuestiona su regreso: point, flex, demi-plié, en dehors… Nunca es suficiente. Para Él, ella sí sería suficiente. Y caminaron por Viamonte y bajaron por Recoleta, donde la gente trota sin gracia.
            Mañana volará a San Petesburgo. Nueva York se despide en silencio, y otro invierno volverá, como siempre lo ha hecho.
            ¿Qué estación es en Buenos Aires? La tragedia ha pasado una vez más por el cuerpo de Paloma, por el de Él, por el de ambos. Ella mira su esqueleto desnudo en el espejo de la recámara y le resulta grotesco. No querrán hacerle el amor. A sus 22, se siente vieja y enferma.
            Casi ha olvidado su rostro, ausente de nuevo entre los oscuros de cada función. Una noche más de estreno que  Él no llega.  
            Paloma se esconde entre las sábanas, no hay lugar más seguro en el mundo que las sábanas de un hotel. Hace frío y siente el pasar de los años en sus articulaciones. A veces imagina que Él la cuidaría; pero llega el día siguiente y el teatro vuelve a seducirla. Las grandes bailarinas se han hecho mayores. Aún no llega la hora de dejar de bailar.
            Mañana el aeropuerto, y con náuseas subirá de nuevo a otro avión, no habrá nadie de quién despedirse; nadie a quien besar por última vez. Ha coleccionado servilletas con palabras sin sentido. Las hubiera mandado en un correo electrónico, pero no se sabe su dirección. Ni la suya, ni la de nadie.
            Alguien toca a la puerta, Paloma se cubre con una bata de baño y sale a ver quién llama. Tal vez ha venido por ella, hasta acá, hasta el fin del mundo. Pero no es Él, es Vaslav, otra vez con su insomnio que no la deja en paz. Viene porque la extraña, como cada noche.
            Se acuesta en su cama, se relaja y le soba los pies, cuenta las raspaduras que le han hecho las zapatillas y le canta siempre la misma canción en ruso. Vaslav no sabe vivir sin ella, así como ella no sabe vivir sin…
            Le da lástima ver que sus ojos ni siquiera la miran cada vez que acaricia su cintura. Tiene tantas ganas de que otro agarre sus piernas como Vaslav lo hace y que le bese los muslos. Imagina que es Él. Apaga la luz. Deja que le tome las nalgas y las estreche contra sí, con fuerza, con ganas. Se ha vuelto insaciable.
            Su compañera despierta con el ruido de sus respiraciones; se da media vuelta y pretende no escucharlos. Vaslav se ha marchado. La noche ha sido larga.
            Vuelve a arroparse, a sumergirse en la tranquilidad de su cama y piensa en el día que lo conoció, en Tucumán, cuando se rompió el tacón de su zapato. Recuerda aún sus ojos; la tomó de la mano con delicadeza y la llevó por las calles; la dejó una cuadra antes de donde la esperaba Vaslav, su novio. Hubo un último cruce de miradas y Él desapareció en Palermo.

Tomado de: http://circulodepoesia.com/

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