Jonah Fisher
BBC
A simple vista, no hay señales obvias de que algo no está bien en el campamento Kyein Nyi Pyin de Birmania. Pero poco a poco está surgiendo una nueva crisis en campos de concentración de musulmanes rohingya como este. Aunque hay que mirar dentro de las oscuras cabañas para encontrarla.
A mi llegada en barco, hay mucha actividad en el muelle. Acaba de llegar un cargamento de madera y una procesión de hombres rohingya la transportan un kilómetro campo adentro. Se espera que las lluvias monzón golpeen con fuerza en el estado birmano de Rajine. La madera se necesita para construir más casas y fortalecer las que ya están en pie.
Hace casi tres años unos 4.000 musulmanes rohingya de Kyein Nyi Pyin fueron desplazados por bandas budistas rajinas, y el campamento ahora tiene un aire de permanencia. Alguien ya me había advertido que no se sentía como un "campo de concentración".
No hay vallas y en el puesto de guardia hay un par de policías taciturnos. Pero los rohingya no son libres. Toda la tierra que les rodea está ocupada por budistas rajinos, muchos de ellos fueron quienes sacaron a los rohingya de sus pueblos para dejarlos aquí.
Buena parte del estado está segregado. Los budistas pueden ir a donde quieran, mientras que los rohingya están confinados en este y otros campamentos "por su propia seguridad".
Aquí, mujeres embarazadas, niños enfermos y ancianos están sufriendo, en incluso muriendo, porque no tienen acceso a medicinas ni a asistencia sanitaria básica.
Se trata de decenas de miles de musulmanes en esta situación. Aquí conocí a una mujer que tenía tanto dolor que ya no podía caminar.
Las personas mayores de Kyein Nyi Pyin me cuentan que el mes pasado nueves personas murieron, siete de ellas niños.
Ninguna logró ir al hospital o ver algún doctor.
"Preferencia"
La organización internacional Médicos Sin Fronteras era la encargada de ofrecer asistencia sanitaria en este campo y en muchas comunidades rohingya de todo el estado de Rajine.
Se trataba de un servicio básico, pero era mejor que nada. Si alguien estaba muy enfermo y necesitaba ser trasladado al hospital, MSF intentaba organizar la evacuación en barco.
Esa ya no es una opción.
Tras una sostenida campaña de los budistas rajinos contra cualquiera que se viera ayudando a los musulmanes, se canceló la ayuda.
Hacia finales de febrero se le pidió a MSF que dejaran el estado, y un mes más tarde las otras agencias internacionales, incluyendo las Naciones Unidos, fueron atacadas por hombres jóvenes que lanzaron piedras y saquearon las oficinas en Sittwe, la capital de Rajine.
Con poca protección del estado o del gobierno central, la operación internacional ha retrocedido y ahora tiene la mitad de la fuerza que hace tres meses.
"Tenían que irse debido a sus acciones unilaterales y sus preferencias", me explica Than Tun, uno de los líderes comunitarios rajine.
"Creo que es una consecuencia de sus propias acciones. Tienen que reflexionar si se lo merecen".
Than Tun cree que la comunidad internacional y los medios occidentales han fracasado en entender las complejidades del estado de Rajine. Cuenta que durante décadas, el pueblo rajino ha estado oprimido por el gobierno, y la mayoría de los birmanos son indiferentes a la amenaza que representa la expansión musulmana en Birmania.
Nos invitó a que visitáramos la pequeña localidad budista de Ohn Yee Pahw, en las afueras de Sittwe. Explica que, en vez de los rohingya, esta era la comunidad que debería estar recibiendo ayuda internacional.
Encontramos un pequeño poblado que, al igual que la mayor parte rural de Rajine, no tiene electricidad o agua potable. Está rodeado por palmeras y sus residentes son completamente dependientes de la pesca.
Mientras algunos pescadores arreglaban sus barcos me contaron que eran tiempos duros. "Ahora no salimos altamar, sólo nos quedamos pescando cerca porque tenemos miedo que los pescadores musulmanes rohingya nos ataquen".
En realidad, me cuentan que nadie en esta comunidad ha sido atacado, pero han escuchado historias de que está ocurriendo en otras partes.
No hay duda de la pobreza y falta de inversión en lugares como Ohn Yee Pahw, pero a diferencia de la mayoría de los desplazados rohingya, esta gente todavía puede intentar ganarse la vida. Y si están desesperadamente enfermos, pueden ir al hospital.
El gobierno birmano ha intentado llenar el vacío que dejaron las agencias de ayuda trayendo doctores de otras partes del país. Pero hasta ahora ha probado ser tristemente inadecuado. Cooperantes me contaron que se trata de quipos médicos muy pequeños que carecen de equipos y coordinación, y algunos se rehúsan a ir a las remotas comunidades rohingya.
No hay más capacidad para el sistema de salud birmano, que es uno de los peores financiados per cápita.
Trágicamente, incluso cuando la asistencia del gobierno está disponible, muchos rohingya se rehúsan a aceptarlo. En Kyein Nyi Pyin, nadie les tiene confianza a los equipos del Ministerio de Salud.
"Quiero que me traten", me dice una madre de 20 años. "Pero me da miedo ser atacada por budistas si me llevan al hospital".
"Grandes retos"
Para la ONU y las pocas agencias que quedan, la deteriorante situación en los campos rohingya plantea un difícil problema. Si se mantienen en silencio se convierten en cómplices, pero si hablan, se arriesgan a convertirse en el siguiente objetivo de rabia de los budistas rajinos.
"Sabemos que hay muchas personas enfermas, ancianos y mujeres embarazadas que no pueden tener la atención que necesitan, y esta es una situación muy seria", señala Mark Cutts, jefe de la oficina de la ONU para la coordinación de asuntos humanitarios en Birmania.
"El gobierno está tratando de llenar el vacío, el Ministerio de Salud está mandando refuerzos. Están enviando equipos móviles y estamos trabajando con ellos para que se ocupen de las carencias, pero hay grandes retos por delante".
El inicio del último día de nuestro viaje fueron unas fotos que una agencia de noticias había tomado un par de semanas antes. Eran de unos gemelos gravemente demacrados, tan delgados que la piel se escurría de sus delgados huesos.
La descripción decía que tenían 25 días de nacidos y vivían con su madre Norbagoun, en Dar Paing, uno de los campos para desplazados rohingya.
El lugar queda a media hora en auto del centro de Sittwe. Cuando nos detuvimos en Dar Paing, un anciano aceptó llevarnos a la casa de la mujer.
La cabaña de Norbagoun estaba vacía, y una vecina asomó la cabeza.
La mujer nos contó que los gemelos se llamaban Ruksuma y Kulsuma. Habían muerto días después de haberse tomado la foto. Para agravar la tragedia, el padre había muerto poco después.
"Tuberculosis", es lo que nos dijeron con una encogida de hombros. Una enfermedad que con tratamiento no tiene por qué ser fatal.
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