Port Harcourt (Nigeria) es nombrada por la UNESCO capital mundial del libro en 2014
Rainbow Book Club, una entidad dedicada a fomentar la lectura, está detrás de la organización
En los últimos meses Nigeria se ha desperezado como el gran gigante africano que es. El país más poblado del continente, la economía más poderosa y la promesa de que Lagos será la ciudad más poblada en 2015. Los parámetros culturales son más difíciles de medir, pero eso no impide que sea de dominio público la fuerza de Nollywood, la segunda industria cinematográfica más productiva del mundo (detrás de Bollywood, pero delante de Hollywood). Y este año, Port Harcourt, una ciudad nigeriana situada en el delta del Niger, es la capital mundial del libro. Por primera vez, esta elección realizada por la UNESCO ha señalado a una localidad de la región subsahariana del continente. Sin embargo, esta decisión no se debe únicamente al potencial del país. El proyecto, en sí, tiene el peso suficiente para acaparar este reconocimiento, igual que la trayectoria del Rainbow Book Club, la principal organización impulsora de la iniciativa.
Desde 2008 el Rainbow Book Club se ha empeñado en el fomento de la lectura entre la sociedad nigeriana y en estos esfuerzos ha conseguido implicar a diversas personalidades de la vida política y social del país. Ahora, durante este año cargado de actividades, esta organización se enfrenta, al mismo tiempo, a su reto más importante y a su más destacable oportunidad. “Esta nominación ha contribuido a desencadenar un debate nacional sobre nuestra cultura de la lectura y su implicación en el futuro de nuestro país”, comenta Chinedu Amah, el responsable de comunicación de Rainbow Book Club, desde Lagos.
La UNESCO escogió Port Harcourt “por la calidad de su programa y en particular por sus propuestas para los jóvenes”, según el comunicado en el que se hizo pública la decisión del organismo internacional. “Los niños y los jóvenes son el futuro de nuestro país. Estamos convencidos de que si podemos influir en ellos y modificar su actitud hacia los libros, podremos reformar el panorama educativo nigeriano”, señala el miembro de la organización. Y así es como el programa de actividades de Port Harcourt World Capital Book incluye todo tipo de actividades orientadas a los escolares, incluso antes de que se celebrase la ceremonia de inauguración del evento. Desde donaciones de libros a los centros educativos con menos recursos, hasta campañas de fomento de la lectura. Se puede encontrar el proyecto de redacción conjunto de un libro por parte de los escolares del país, la creación de clubs de lectura, un concurso de ensayos o el diseño de planes de lectura para los colegios.
Los organizadores del Port Harcourt World Book Capital saben que el evento es un escaparate para proyectar al mundo su literatura, pero no se han olvidado de que también es una oportunidad para movilizar a las nuevas generaciones y fomentar el gusto por la lectura. “En Nigeria, la gente no lee tanto como debería”, explica Amah, “y es paradójico que en la época en la que estamos rodeados de noticias y de información, como nunca antes, la gente lea menos. La falta de interés es un problema, pero también lo es la falta de libros accesibles y eso tiene mucho que ver con algunas políticas que no están ayudando a que los libros sean más asequibles”.
Rainbow Book Club ha desarrollado su labor durante los últimos cinco años y afronta la responsabilidad de organizar la capitalidad mundial del libro, con la certeza del potencial de la literatura nigeriana y con esperanzas hacia la literatura de todo el continente. Wole Soyinka, uno de los escasos autores del África subsahariana reconocidos con un premio Nobel de literatura es nigeriano; también lo era el eterno aspirante, Chinua Achebe, fallecido hace poco más de un año; la lista podría prolongarse considerablemente con nombres como los de Ken SaroWiwa, ejecutado precisamente en Port Harcourt por su activismo medioambiental, o Ben Okri, Helon Habila, Chris Abani, Buchi Emecheta y un largo etcétera; sin embargo, la máxima representación de la pujanza de la literatura nigeriana actual es la aclamadísima Chimamanda Ngozi Adichie.
La riqueza de la literatura nigeriana es, para Chinedu Amah, la “diversidad”. “Nigeria es un país con 170 millones de habitantes y más de 200 grupos étnicos. Nuestros escritores han sido capaces de aprovechar nuestra diversidad para crear historias interesantes que han atraído, no sólo a los nigerianos, sino también a otros africanos y a lectores de todo el mundo”, explica este miembro de la organización del Port Harcourt World Capital Book. Precisamente, esa “diversidad” es, para él, la principal fortaleza de la literatura africana, en general: “Los africanos somos personas profundamente culturales y nuestra diversidad hace que nuestras historias sean algo único, cada historia recoge una mística particular de África”.
Fomentar la lectura es sólo uno de los objetivos de esta cita (suficientemente ambiciosa en sí misma). El reto se completa con la voluntad de animar la producción literaria, reflotar la industria editorial y dar visibilidad internacional a las letras africanas. Una de las actividades previstas es un programa de residencia de escritores, Writers in Residence, que permitirá que una docena de escritores emergentes seleccionados convivan y compartan experiencias para escribir historias que se publicarán en una antología. Esto permitirá que estos autores noveles tengan trabajos publicados. “Esperamos inspirar a una nueva generación de escritores africanos”, señala Amah.
Este proyecto se roza colateralmente con la publicación de Africa39, una selección de textos de treinta y nueve autores africanos de menos de cuarenta años en cuya selección ha participado Binyavanga Wainaina y cuya edición ha sido posible gracias a la colaboración del Hay Festival y de Bloomsbury Publishers. El volumen se presentará oficialmente durante las fechas centrales del festival, entre el 20 y el 25 de octubre. Ese será el momento en el que Port Harcourt será el verdadero escaparate de la literatura nigeriana y africana. Pero, como se ha visto, sólo será el momento en el que emerja la punta de un iceberg de actividades culturales intensas.
El círculo se cierra con un intento de dar un empujón a la industria editorial, nigeriana y de todo el continente. Se trata de un maltrecho sector que ha tenido que afrontar con una debilidad endémica, una dura crisis económica que ha sacudido muchas otras industrias. El fortalecimiento de esta parte de la producción literaria supone, en realidad, la consumación de los objetivos del Port Harcourt World Book Capital y de Rainbow Book Club. “Los africanos”, se lamenta Amah, “hemos visto como otros contaban nuestras historias. Ya es hora de que empecemos a asumir la responsabilidad de contarla nosotros mismos y sólo podremos hacerlo si tenemos más editores que entiendan nuestros contextos”. Y para ello, la organización no obvia el signo de los tiempos: “La publicación electrónica es una herramienta que no podemos permitirnos el lujo de ignorar. El crecimiento del uso de internet en África, especialmente a través de los dispositivos móviles ha sido fenomenal y ha abierto una nueva vía para la distribución”.
Para los impulsores de esta iniciativa es el momento de tomar plenamente las riendas de la literatura, pero también de sacar todo el partido que ésta puede aportar al desarrollo: “África tiene que levantarse y ocupar su lugar en el escenario mundial. Para ello los africanos de todas las condiciones, tienen que estar ‘equipados’ con el conocimiento, la educación y las habilidades adecuadas. Por eso, vemos en los libros una verdadera plataforma para el desarrollo de África”.
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