La reciente acometida se da a conocer después de que diez generales y otros cinco militares de alto rango fueran, presuntamente, sometidos a una corte marcial y encontrados culpables de ofrecer apoyo logístico al grupo islamista
Nueva matanza de la milicia islamista de Boko Haram en Nigeria. En las últimas horas, decenas de personas han fallecido en diversos ataques en la frontera con Camerún. Éste es el caso del asedio de la localidad de Attagara, donde miembros del grupo terrorista, vestidos con ropas del Ejército nigeriano, conducían a varios de sus residentes a una iglesia local para luego abrir fuego contra ellos. De igual modo, el diputado Peter Biye confirmaba hasta otros seis incidentes similares en el Estado de Borno, que habrían dejado un saldo de al menos 30 muertos.
Los nueva embestida islamista se dan a conocer después de que diez generales y otros cinco militares de alto rango fueran sometidos a una corte marcial y encontrados culpables de ofrecer apoyo logístico al grupo radical. No obstante, estas informaciones fueron denunciadas como «falsas» por el portavoz militar, Chris Olukolade, contradiciendo un anuncio anterior del ministro del Interior, Abba Moro, donde se congratulaba de que el Ejército hubiera identificado a los acusados.
En este sentido, ésta no es la primera polémica que salpica a las autoridades locales sobre una presunta colaboración con Boko Haram.
Las especulaciones sobre cómo consigue el grupo armado financiación son constantes. En 2012, David Alton, miembro de la Cámara de los Lores británica, denunciaba que organizaciones de caridad basadas en Reino Unido captaban fondos para la milicia.
Para poner fin a estas conexiones internacionales, a finales del año pasado, el Departamento de Estado norteamericano incluía al grupo yihadista en su lista de organizaciones terroristas. La decisión estaba encaminada a congelar los activos del grupo armado, imponer prohibiciones de viaje a sus miembros, así como impedir que cualquier ciudadano estadounidenses ofrezca material de apoyo a los milicianos.
Pese a ello, la realidad demuestra que las operaciones sobre el terreno de la milicia islamista no son para nada costosas. Primero, ante la facilidad para reclutar tropa base en el deprimido norte. Ya el 7 de septiembre de 2010, en el considerado por la mayoría de analistas el prólogo de su dilatada carrera terrorista, el grupo armado había liberado a 721 prisioneros que se encontraban retenidos en la cárcel de Bauchi. Apenas un año después, en enero de 2012, otros 40 correligionarios del grupo huían del penal de Damaturu, a cerca de 280 kilómetros del anterior centro.
Las estrategias reclutadoras de Boko Haram se desarrollan a cuatro niveles: Incentivos financieros, parentesco (muchos de los nuevos afiliados están relacionados con miembros del grupo primigenio), reconducción del histórico conflicto religioso y radicalización de los líderes (caso de Ibrahim Datti Ahmed, quien provocó una sangrienta campaña contra los efectivos sanitarios del país).
Segundo, ante el flujo de armas heredadas del conflicto libio que ha inundado la región. De acuerdo con un informe hecho público por Naciones Unidas a comienzos de 2012, la rebelión en Libia frente a Muamar Gadafi habría servido de retroalimentación a los grupos armados que operan en la región africana del Sahara y el Sahel, caso del propio Boko Haram.
El papel del Gobierno local
La identidad de sus socios financieros es también otra de las grandes incógnitas. Como reconocía recientemente a ABC el imán Hussein Zakaria, uno de los principales líderes religiosos locales, «sin el apoyo de buena parte del Gobierno nigeriano, el desarrollo de Boko Haram habría sido imposible».
Para Zakaria, el séquito político alrededor de Kashim Shettima, gobernador de la región de Borno, resulta clave para entender este sostén: «Ya en enero de 2012, uno de los principales sospechosos de la masacre de Madalla (al menos 44 personas perdieron la vida en un ataque contra una iglesia cristiana el día de Navidad de 2011) fue detenido en la propia residencia del gobernador. Solo unos días después, el reo escapaba del control policial. El apoyo de Borno es evidente», denuncia el líder religioso.
No era la primera acusación. En 2012, el general Jeremiah Useni, presidente del Arewa Consultative Forum (una organización formada por líderes del norte del país), acusaba a Ali Modu Sheriff, exgobernador local, de ser la mano negra detrás del explosivo crecimiento de la milicia.
«En 2002, Boko Haram tan solo era una sociedad estudiantil. Sin embargo, durante su campaña electoral, Ali Modu Sheriff subvencionó y proporcionó armas al grupo para que se convirtieran en camorristas de su candidatura. Simplemente, se le fue de las manos», reconoce el general.
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