La biografía de Tina Modotti parece la historia de vida de un personaje inventado por uno de los más osados escritores latinoamericanos del realismo mágico. Aunque es la fotógrafa más famosa de México y una heroína de la izquierda mexicana, en realidad era italiana y su nombre, en rigor, no era Tina Modotti. Había nacido en 1896 en Udine, en la región de Friuli, oeste de Italia, y era hija de un operario, que la bautizó con el nombre de –escuchen esto– Assunta Adelaide Luigia Modotti Mondini. En 1906, su padre emigró a los Estados Unidos y Tina, después de trabajar algunos años en una fábrica textil, lo siguió en 1913 a San Francisco, donde se había establecido.
En San Francisco trabajó de costurera y en 1918 se casó con otro personaje de nombre pintoresco, Roubaix de l’Abrie Richey, apodado Robo, un poeta e ilustrador. Si bien ella una vez definió su profesión como “los hombres”, como tantas mujeres aventureras de su época, abrigaba el anhelo de hacer películas –las de imágenes en movimiento– y se mudó con Robo a Los Angeles, empeñada en iniciar una carrera en Hollywood. Lo logró, hasta cierto punto, y protagonizó una serie de películas mudas, la mayoría olvidadas hoy.
Mientras trabajaba en un estudio de cine, conoció al fotógrafo Edward Weston y se convirtió en una de sus modelos preferidas... y en su amante. Robo, comprensiblemente disgustado por este hecho, partió a Ciudad de México. Tina lo siguió, llegando el 11 de febrero de 1922, dos días después que este había muerto de viruela. Al año siguiente, volvió a México, esta vez junto con Weston y uno de los hijos de él, dejando a la esposa de West y otros tres hijos en Los Angeles. Qué no habrían dicho los diarios sensacionalistas de hoy de esta gente.
Weston y Modotti rápidamente se hicieron un lugar en la escena bohemia de Ciudad de México y conocieron a figuras como los pintores Diego Rivera, Frida Kahlo y José Clemente Orozco. Tina también trabó amistad con una serie de políticos radicales, en particular tres importantes personajes del Partido Comunista, Xavier Guerrero, Julio Antonio Mella y Vittorio Vidali, quienes al parecer tuvieron aventuras amorosas con quien un comentarista más florido que yo llamaría la fogosa Modotti.
El arreglo doméstico entre Weston y Modotti era simple: ella llevaba la casa y ayudaba en el estudio y, a cambio, él le enseñaría fotografía. Qué buen trabajo hizo Weston lo podemos ver en sus fotos. Sin embargo, la experiencia de Modotti con Weston no fue la primera que tuvo con la fotografía: en Udine su tío Pietro tenía una casa de retratos y su padre había abierto un establecimiento similar en San Francisco. Pero es obvio que Tina Modotti era una fotógrafa nata, con un “ojo” natural e infalible. Trabajó como fotógrafa sólo siete años, pero en ese lapso produjo una obra rica y deslumbrantemente bella. Hizo estudios de trabajadores rurales, de interiores domésticos, de acontecimientos públicos; sus fotografías de flores, en especial de rosas, están entre las imágenes más eróticas jamás creadas.
Los críticos distinguen dos etapas en su obra fotográfica, la romántica y la revolucionaria. La primera abarcó su relación con Weston, la segunda comenzó cuando conoció al Partido Comunista y participó activamente en la política revolucionaria. De hecho, su compromiso político llevó a su expulsión de México en 1930, después que la acusaran de participar en un intento de asesinato –cargos que pueden haber estado justificados–.
Para entonces había abandonado por completo la fotografía, ya que le resultaba imposible conciliar una actividad estética con sus creencias políticas. Habla mucho en su favor, y es revelador de su talla moral, que, por politizada que fuera en su vida, nunca permitió que la política influyera en su arte. Su obra es pura, sutil e intensamente sensual y rinde honor a la vida en toda su variedad, su alegría, su tristeza y su mundanidad.
Después de vagar por Europa, Modotti se instaló en Moscú, donde se dice que fue reclutada por el NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos). En 1936, al estallar la Guerra Civil Española, se trasladó a España con Vittorio Vidali, que para entonces era agente soviético. En abril de 1939, cuando el movimiento republicano se desmoronó, se mudó nuevamente a Ciudad de México, viajando bajo un seudónimo, y murió allí en 1942, en circunstancias sospechosas: Diego Rivera sugiere que fue asesinada y que Vidali estaba detrás del hecho, ya que Modotti sabía demasiado sobre él, entre otras cosas sobre cuatrocientas ejecuciones de las que se rumoreaba que era responsable. Tiempos oscuros, y hechos oscuros.
Pero lo que queda de Modotti es todo luz y límpido resplandor.
© John Banville Traducción: Elisa Carnelli
http://www.revistaenie.clarin.com/
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