El director de ‘La jaula de Oro’, sobre los inmigrantes que cruzan México hacia Estados Unidos, critica “el drama de los muertos y la militarización de las fronteras”
Lo dice un español que se ha nacionalizado mexicano. “Llevamos siglos y siglos conquistándonos los unos a los otros. Así es nuestra historia. Los romanos. Los aztecas. Los ingleses. Los españoles. Necesitamos pensar de otra forma. Un amigo poeta me decía: ‘Debemos dejar esta idea de explotar al otro, de controlar al otro’. Y por eso, creo, que quise hacer esta película”. El español se llama Diego Quemada-Díez (Burgos, 1969) y la película es La jaula de oro (México, 2013), una cinta que ha recolectado más de 50 premios en todo el mundo. Premio del Público en el Festival Internacional de Cine de Morelia (el más prestigioso de México). Mejor Reparto en el ciclo Un Certain Regard en el Festival de Cannes de 2013. Premios en São Paulo, Zúrich, Mar del Plata, Lima, San Petersburgo, Chicago, Nueva York, Los Ángeles, La Habana. ¿El último? El Ariel a la mejor película que otorga la Academia de Cine Mexicana. Y la historia retrata la búsqueda por un sueño de miles de inmigrantes, víctimas de esa nueva forma de conquista llamada globalización.
“Si te cuento los sueños, no se cumplen”, dice un niño guatemalteco enLa jaula de oro. Su anhelo es llegar a Estados Unidos. La cinta es una bofetada en la cara para los que, durante años, habían ignorado a los 400.000 inmigrantes centroamericanos que, cada año, cruzan miles de kilómetros para ganar un empleo de jardinero, de limpiador de baños, de lavaplatos. Cualquier cosa que no sea la miseria que han dejado atrás.
Un río. Un tren. Una niña que se hace pasar por un hombre por “seguridad”. Dos chicos guatemaltecos. Un jovencito, indígena, tzotzil, de Chiapas y pobre. Es mexicano, pero no tan mexicano como los güeros (rubios) que dominan los anuncios de televisión. La prepotencia y corrupción de las autoridades de México. La crueldad de los sicarios que dominan el temido camino hacia El Norte —que para un inmigrante no es otro que Estados Unidos— y que amenazan a esos jóvenes, que cargan en sus mochilas todas sus pertenencias.
La jaula de oro, la película de los niños guatemaltecos, el chiapaneco tzotzil y dirigida por un burgalés nacionalizado mexicano, cuestiona. Quemada-Díez la considera un homenaje al granadino José Val del Omar, un director de cine convencido de llevar la cultura, en los tiempos de la Guerra Civil, a los pueblos españoles más empobrecidos. Y un hombre que reflexionaba sobre otra forma de conquista. “El técnico anima y conecta un gran espectáculo de conversión, de sugestión, de encanto y de conquista. [...] El técnico que vive lo mágico del cine, debe tener conciencia de su importante papel, debe tener conciencia de su responsabilidad”, decía Val del Omar. Por eso la llevaba a esos rincones paupérrimos en los años treinta, en honor de su paisano, Federico García Lorca, que definía a España como “un país analfabeto, pero con cultura de sangre”.
Quemada-Díez afirma que su esfuerzo es "intentar contar esas historias de la gente, la de la calle, "como hacían antes los trovadores". Y eligió este tema porque “tenemos un drama de muertos, de militarización de fronteras, y más abusos habrá. Y tanto los países expulsores como receptores no hacen nada”.
En El Norte, Barack Obama ha roto un récord en deportaciones: ha expulsado a más de dos millones de personas y a muchos de los centroamericanos solamente se les deja en México a su suerte. Entre los que se quedan, además, hay once millones de mexicanos que viven sin derechos civiles, sociales o políticos: en una virtual esclavitud. Solamente en Honduras, 250 personas salen de su país todos los días. Solo tres de cada 10 logran su destino. El resto, esperan escondidos en México la oportunidad de volver y planear el viaje de vuelta. Ya lo habían dejado todo. Para ellos no hay marcha atrás.
VERÓNICA CALDERÓN México
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