miércoles, 21 de agosto de 2013

Yayoi Kusama (Matsumoto, Nagano, Japón, 1929)

“Una acumulación infinita de obsesiones”. De esa forma define la artista de referencia nipona su propia obra. Y es que desde su más tierna infancia ha tenido que convivir con alucinaciones sobre las que empezó a desarrollar una vocación artística a la que su madre, a lo que parece una mujer de negocios dominante y autoritaria, se opuso con tanta fuerza que eso terminó generando en Kusama, al menos así lo ha reconocido ella misma, una desestabilización psicológica en la que aún sigue inmersa.


Precisamente para escapar de una escuela, una familia y una sociedad que ella sentía como excesivamente conservadora, sobre todo con las mujeres, decidió, a finales de los años 50, hacer las maletas para viajar a los Estados Unidos donde entrará de lleno en la efervescencia artística de aquellos años e impregnarse del movimiento hipie y, desde un punto de vista más artístico, con el pop o el minimalismo para desarrollar su propio estilo caracterizado por la repetición estereotipada de elementos como los lunares, con un mensaje político y feminista.


En Nueva York trabará amistad con artistas comoEva Hesse o Donald Judd, mientras su arte entra en terrenos distintos a los de aquellos e inicia susAccumulation Sculptures (Escultura de acumulación), en las que “la pintura deja de ser un objeto para encontrarse con los dominios de la escultura, abundando en apéndices fálicos”, tal y como se puede leer en la web del Museo Reina Sofía.

Esas obras y las Infinity Nets (Redes de infinito) si bien “obras se han convertido en una de las representaciones más habituales de un arte pop y feminista, también hay que tener en cuenta que avanzan formas vinculadas con la excentricidad minimalista de artistas como Lynda Benglis o Eva Hesse”, se lee en la misma web.


Yayoi Kusama deja Nueva York en 1973 para regresar a Japón donde sus problemas mentales se agudizan por un fracaso en un negocio, y eso la lleva a ser, desde 1978, paciente externa de una institución psiquiátrica situada en las cercanías de su estudio. Después de dedicarse un tiempo a la novela y dejadas atrás aquellas performances neoyorquinas con mujeres desnudas, incluida la propia artista y con las que quería poner el acento en la mujer como colectivo, Kusama retoma su universo creativo.


Unas obras que parecen volver a aquellas de las décadas de los 40 y 50, con recuerdos pop y que como afirma Raquel González Arias en su artículoYayoi Kusama: el arte de la obsesión“nos invita a suspender la percepción de nuestro propio yo en un viaje hacia la obliteración. Un juego de espejos que reta a nuestros sentidos y merece la pena experimentar”.

“Quiero explorar mi propia humanidad y la visión del mundo. Establecer un camino para mi búsqueda de la verdad”, le dice la artista a Bea Espejo en una entrevista publicada en El Cultural.

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