jueves, 15 de agosto de 2013

“Estamos olvidados en algún lugar que también es México”

Cuatro comunidades de Michoacán denuncian que llevan siete meses atrincheradas por negarse a pagar la extorsión al narco




El miedo por la violencia que sufre el Estado mexicano de Michoacán, al oeste del país, viajó este miércoles a la capital. Con los rostros escondidos tras un pañuelo, seis hombres y una mujer de forma anónima exigieron ayuda al Gobierno de Peña Nieto. “Secretario Osorio Chong, no nos distinga porque no tenemos preparación, porque nuestro color no es el de ustedes. Por favor, a ver si alguien puede voltear a vernos”, dijo al micrófono la mujer.
A unos 500 kilómetros de la Ciudad de México está el municipio de Los Reyes, al que pertenecen las cuatro comunidades indígenas purépecha de los siete viajeros. Dicen que en sus tierras no hay más autoridad que ellos y su gente, organizados en grupos de ciudadanos desarmados que vigilan los caminos y los accesos. La policía municipal, a la que acusan de estar coludida con el crimen organizado, ya no se acerca por allí. Tampoco nadie los quiere. En la zona solo quedan unos 25 militares que dejan hacer. “Más que ellos a nosotros, los protegemos nosotros a ellos”, cuenta uno de los comuneros en el local de la organización Centro Prodh.
El levantamiento dura ya siete meses y las cosechas languidecen en los campos, desatendidos por los hombres alistados en una suerte de frente popular. Los hombres rondan los caminos en turnos de 12 horas mientras las mujeres usan una misma cocina para hacer comida para todos. Los niños de la secundaria han dejado la escuela por el riesgo que supone salir de sus comunidades. “Es una pesadilla lo que estamos viviendo. Estamos olvidados en algún lugar que también es México”.
Son las consecuencias de plantarle cara al narco. “A los malos, a los otros”, como ellos llaman a los carteles del narcotráfico que se disputan la zona. Las cerca de 5.000 personas que pueblan las cuatro comunidades decidieron el pasado enero negarse a pagar 2.000 pesos al año (unos 160 dólares) por cada hectárea de cultivo que en nombre de un cartel les exigió un vecino de su mismo municipio. “Nos dijo que lo malo era que nos podían matar. Ahí dijimos ‘tope lo que tope’ vamos a defendernos”.
Los comuneros de Los Reyes dicen que ellos no son guardias comunitarias, como los grupos armados de autodefensa que han surgido en otros lugares de Michoacán y del vecino Estado de Guerrero. “Nosotros no tenemos armas, más que alguna escopeta, muchos se ríen de nosotros por eso”. ¿Y si las tuvieran? La respuestas se tornan difusas. “La gente está ya muy afectada”, “las familias de los masacrados ya hablan de tomarse la justicia por su mano”, “si no tenemos otra salida…”. “Esa es la última opción, por eso pedimos ayuda”.
La primera advertencia por negarse al pago de las cuotas llegó a las comunidades a los pocos meses. La máxima autoridad en la zona, que se elige por votación directa, desapareció en marzo y no se le ha vuelto a ver. Desde entonces el miedo no les ha dado tregua. “Cada día hay uno o dos ejecutados, ya nadie se escandaliza. Es más fácil acostumbrarse a que vamos a perder a otro familiar que pensar que vamos a tener una solución”.
Orillados en los márgenes de Tierra Caliente, feudo original de Los Caballeros Templarios, los comuneros se quejan de que los despliegues de efectivos del Gobierno federal para devolver la paz a Michoacán apenas han llegado a su zona. La culpa, dicen, es del Gobierno municipal, al que acusan de “cuidar bien la plaza [como se denomina a un lugar que controla un cartel]” . “No nos enviaban policía federal porque ellos decían que todo estaba bien, pero todo el mundo, desde el que vende los tacos en la calle, paga las cuotas [al narco]”.
Por eso cuando los federales llegaron, la población se volcó con ellos. “Nos dio mucho gusto”. Tanto, que hasta les construyeron una casa de 30 metros en solo 15 días, a la que no le dieron mucho uso. “Duraron un mes y se fueron”.
Las iniciativas federales de recuperar el control de la zona no han tenido éxito hasta ahora. El pasado mayo el Gobierno de Peña Nieto anunció el despliegue de fuerzas de seguridad y hasta Los Reyes llegó un destacamento de policía federal que “va y viene” a las áreas rurales. Sus éxitos son más bien escasos. El pasado 22 de julio un grupo de unos 200 comuneros marcharon hacia la cabecera municipal para exigir seguridad, pero la muerte los encontró en la plaza del pueblo. Los disparos “de los otros” y las fuerzas de seguridad se cruzaron en el lugar repleto de hombres, mujeres y niños. Cifras oficiales contaron cinco muertos. Los comuneros hablan de más de 25.
A las muertes de Los Reyes se sumaron ese fin de semana otros sucesos violentos en el Estado y el Gobierno federal, consciente de su fracaso, presentó otro nueva propuesta de paz. “Vamos a ir municipio por municipio, comunidad por comunidad, a devolverles la paz, la estabilidad y el control a los michoacanos”, aseguró el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
En algunas comunidades de Los Reyes ya lo esperan.

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