martes, 13 de agosto de 2013

Gioconda Belli-

Los portadores de sueños




En todas las profecías
está escrita la destrucción del mundo. 
Todas las profecías cuentan 
que el hombre creará su propia destrucción. 
Pero los siglos y la vida 
que siempre se renueva 
engendraron también una generación 
de amadores y soñadores, 
hombres y mujeres que no soñaron 
con la destrucción del mundo, 
sino con la construcción del mundo 
de las mariposas y los ruiseñores. 
Desde pequeños venían marcados por el amor. 
Detrás de su apariencia cotidiana 
Guardaban la ternura y el sol de medianoche. 
Las madres los encontraban llorando 
por un pájaro muerto 
y más tarde también los encontraron a muchos 
muertos como pájaros. 
Estos seres cohabitaron con mujeres traslúcidas 
y las dejaron preñadas de miel y de hijos verdecidos 
por un invierno de caricias. 
 
Así fue como proliferaron en el mundo los portadores de sueños, 
atacados ferozmente por los portadores 
de profecías habladoras de catástrofes. 
los llamaron ilusos, románticos, pensadores de utopías 
dijeron que sus palabras eran viejas 
y, en efecto, lo eran porque la memoria del paraíso es antigua 
en el corazón del hombre. 
Los acumuladores de riquezas les temían 
lanzaban sus ejércitos contra ellos, 
pero los portadores de sueños todas las noches 
hacían el amor 
y seguía brotando su semilla del vientre de ellas 
que no sólo portaban sueños sino que los 
multiplicaban 
y los hacían correr y hablar. 
De esta forma el mundo engendró de nuevo su vida 
como también había engendrado 
a los que inventaron la manera 
de apagar el sol. 
Los portadores de sueños sobrevivieron a los climas gélidos 
pero en los climas cálidos casi parecían brotar por 
generación espontánea. 
Quizá las palmeras, los cielos azules, las lluvias torrenciales 
tuvieron algo que ver con esto. 
La verdad es que como laboriosas hormiguitas 
estos especímenes no dejaban de soñar y de construir 
hermosos mundos, 
mundos de hermanos, de hombres y mujeres que se 
llamaban compañeros, 
que se enseñaban unos a otros a leer, se consolaban 
en las muertes, 
se curaban y cuidaban entre ellos, se querían, se ayudaban 
en el arte de querer y en la defensa de la felicidad. 
 
Eran felices en su mundo de azúcar y de viento 
de todas partes venían a impregnarse de su aliento 
de sus claras miradas 
hacia todas partes salían los que habían conocido 
portando sueños 
soñando con profecías nuevas 
que hablaban de tiempos de mariposas y ruiseñores 
y de que el mundo no tendría que terminar en la hecatombe. 
Por el contrario, los científicos diseñarían 
puentes, jardines, juguetes sorprendentes 
para hacer más gozosa la felicidad del hombre. 
Son peligrosos 
-imprimían las grandes rotativas 
Son peligrosos 
-decían los presidentes en sus discursos 
Son peligrosos 
-murmuraban los artífices de la guerra. 
Hay que destruirlos 
-imprimían las grandes rotativas 
Hay que destruirlos 
-decían los presidentes en sus discursos 
Hay que destruirlos 
-murmuraban los artífices de la guerra. 
Los portadores de sueños conocían su poder 
por eso no se extrañaban 
también sabían que la vida los había engendrado 
para protegerse de la muerte que anuncian las profecías 
y por eso defendían su vida aún con la muerte. 
 
Por eso cultivaban jardines de sueños 
y los exportaban con grandes lazos de colores. 
Los profetas de la oscuridad se pasaban noches 
y días enteros 
vigilando los pasajes y los caminos 
buscando estos peligrosos cargamentos 
que nunca lograban atrapar 
porque el que no tiene ojos para soñar 
no ve los sueños ni de día, ni de noche. 
Y en el mundo se ha desatado un gran tráfico de sueños 
que no pueden detener los traficantes de la muerte; 
por doquier hay paquetes con grandes lazos 
que sólo esta nueva raza de hombres puede ver 
la semilla de estos sueños no se puede detectar 
porque va envuelta en rojos corazones 
en amplios vestidos de maternidad 
donde piesecitos soñadores alborotan los vientres 
que los albergan. 
Dicen que la tierra después de parirlos 
desencadenó un cielo de arcoiris 
y sopló de fecundidad las raíces de los árboles. 
Nosotros sólo sabemos que los hemos visto 
sabemos que la vida los engendró 
para protegerse de la muerte que anuncian las profecías.
 

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